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Los expertos alertan de falta de información social sobre la gestión forestal de los montes Los expertos alertan de falta de información social sobre la gestión forestal de los montes
Estado de la masa forestal en la Vega del Tajo antes y después de los trabajos de gestión forestal

Los expertos alertan de falta de información social sobre la gestión forestal de los montes

Creen que la respuesta por las talas en la Sierra de Albarracín es por falta de cultura forestal
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José Luis Rubio

Entender la gestión forestal como una inversión que permitirá mantener los bosques sanos, preservar la biodiversidad, adaptar las masas forestales a las nuevas condiciones climáticas y, sobre todo, prevenir grandes incendios como los que arrasaron España el pasado verano es el objetivo del instructor de la Escuela de Ciencias e Ingeniería Agroalimentaria y Forestal y de operaciones contra Incendios Forestales en la Escuela Nacional de Protección Civil, Ferrán Dalmau-Rovira, y del inspector jefe del Grupo de Apoyo de Actuaciones Forestales, Marc Castelnou.

Ante la respuesta social que han despertado los trabajos forestales que se están llevando a cabo en la Sierra de Albarracín, catalizada a través de la plataforma SOS Montes Universales, los expertos apuestan por la información para trasladar tanto la necesidad de actuar como los beneficios económicos, ecológicos, medioambientales y sociales que reportan las labores de clareo como las que se han llevado a cabo recientemente en la Sierra de Albarracín .

El coste de no actuar

Después de más de 20 años dedicándose a planificación territorial estratégica, que incluye cuestiones con catástrofes como inundaciones o incendios y de dirigir un equipo de 20 personas dedicado a la ingeniería ambiental, Ferrán Dalmau-Rovira plantea, a la hora de analizar la gestión forestal, “el coste de no actuar”. “Cuál es el coste de no llevar a cabo esa gestión forestal sostenible”, se pregunta el experto a propósito de las protestas que se han hecho oir con motivo de los trabajos forestales que se han llevado a cabo en la Sierra de Albarracín. Dalmau-Rovira insiste, además, en “ponerle el apellido” de sostenible “porque hay situaciones en las que el aprovechamiento de los recursos naturales  puede estar mal dimensionado y producirse una sobre explotación”, dijo.

Sobre el coste de no actuar,  Dalmau-Rovira se refirió a un estudio realizado por la Universidad de Valencia en el Parque Natural  del Turia, que según el experto guarda una “similitud de ecosistemas”, indica que se ha “invertido en gestión forestal sostenible 5,5 millones de euros y el coste que tendría un incendio si no se hubiera llevado a cabo esa actuación, cuantificado por el Departamento  de Economía del Agua, sería de 31 millones de euros”, aportó Dalmau-Rovira para concluir que se debe entender la gestión forestal sostenible no como un gasto sino como una inversión.

Más allá de la dimensión económica, Ferrán Dalmau-Rovira se volcó en la ambiental. “Si gracias a esa gestión forestal evito el coste en hectáreas quemadas, sigue siendo una inversión porque tiene un retorno para la sociedad. Y si, en términos económicos resulta que es más barato gestionar que restaurar después de que se destruya el recurso” y concretó que en el caso de la Sierra de Albarracín, esa eventual destrucción de los recursos naturales por un incendio “tendría un efecto negativo en el turismo rural y la economía local de los pueblos” porque.  la superficie forestal en esta comarca turolense es “espectacular”.

“En la Comarca de la Sierra de Albarracín confluyen una serie de características como una alta densidad de montes de utilidad pública”, dijo el experto en referencia a la superficie de 79.000 hectáreas de este tipo de terreno para destacar que este basto terreno es “de dominio público” y generan bienes y servicios para el conjunto de la sociedad. “Y están los montes privados, que también generan bienes y servicios para la sociedad y para sus propietarios, de forma legítima”. Y rechazó las críticas a que la ciudad y la Comunidad de Albarracín, como propietarios de los montes, obtengan un aprovechamiento de sus recursos naturales. E hizo hincapié en que estos recursos son “renovables”.

Proceso durante el tratamiento selvícola llevado a cabo en el Monte de Utilidad Pública nº12, en la Vega del Tajo, entre septiembre de 2021 y enero de 2023

Según Ferrán-Dalmau, “los montes que tienen ciudad y Comunidad de Albarracín permiten sacar al año 12.000 m3 de madera de acuerdo con su planificación forestal. La gente que se echa las manos a la cabeza no está teniendo en cuenta que hay una planificación forestal que ha contado con todos los procesos de participación y de información pública que marca la legislación aragonesa, que está regulado por la Dirección General de Gestión Forestal en un pliego de condiciones técnicas cuál es el proceso de aprobación de esos instrumentos de gestión. Y ese proceso se llevó a cabo con una normativa vigente desde 2015” subrayando que se han cumplido “todos los pasos que se tienen que cumplir”, incluido “la evaluación de los impactos sobre la red Natura 2000”. “Y a pesar de todos esos condicionantes se podrían extraer hasta 12.000 m3 anuales, que -apuntó- no se están extrayendo, con criterios técnicos de persistencia y mejora de la masa forestal”, dijo el técnico en referencia a que la ciencia forestal, “pretende que los bosques tenemos sigan estando ahí”.

Dentro de la cascada de datos aportados por Dalmau-Rovira, “dentro de la Comarca de la Sierra de Albarracín se pueden obtener  entre 40.000 y 50.000 m3 de madera al año sin comprometer la continuidad del recurso. Porque es renovable”. Y la parte pública revertiría en beneficio de la Administración para destinarse a mejores en el propio monte.

“Esos montes existen gracias a que la Comarca de la Sierra de Albarracín es un ejemplo de lo que hay que hacer y se viene haciendo desde hace muchos siglos”, añadió el técnico y recordó que ese monte “está en el catálogo de montes de utilidad pública desde 1862. De hecho -continuó-  es el Monte de Utilidad Pública nº 12 y solo hay 11 montes que fueron catalogados de utilidad pública antes que ese”.

La gestión “de toda la vida”

E(GRAF, por sus siglas en catalán), Marc Castellnou, aseguró a DIARIO DE TERUEL, que en la Sierra de Albarracín “se está haciendo la gestión clásica de toda la vida”. Castellnou fue tajante al asegurar que “los bosques no se limpian. Los bosques se gestionan”. El inspector jefe de los GRAF afirmó que “los montes no están sucios. Lo que puede estar un bosque es muy poblado” por lo que la “gestión forestal lo que busca es facilitar el crecimiento del bosque”. La finalidad de la gestión, según el experto, es conseguir “montes sostenibles” porque, continuó.

Y, además, el experto apuesta `por entender esas masas forestales como un conjunto más que como. una unidad. “La biodiversidad que sustentan nuestros bosques necesita de bosques sanos” explicando a renglón seguido que “los bosques necesitan de dinamismo” que proporcionan grandes perturbaciones como los herbívoros, las plagas, el viento, la nieve e incluso los mismos incendios provocados por un rayo.

Castelnou reconoce que la sociedad quiere tener los “bosques sanos y en el  mismo sitio” y con el mismo aspecto y afirmó que “eso implica gestión de ese monte para favorecer bosques maduros que van a ser mucho más estables”.

Pero la situación de las masas forestales no es tan estables a consecuencia del cambio climático. “El clima en el que están viviendo los bosques no es el clima en el que nacieron y en el que tienen que vivir”, aseguró Castellnou, que explicó que “la única forma que tienen de adaptarse a ello es redistribuyendo los recursos”, explicándolo con el ejemplo de una familia “que vive con unos ingresos y que con ese ingresos tiene un nivel de vida, si sube el nivel de vida, el nivel de ingresos no llega. Entonces o nos endeudamos o bajamos el nivel de vida y tenemos que vivir con menos” y explicó que en este momento “los bosques tienen que vivir con menos”.

En este sentido, Castellnou puso dos alternativas encima de la mesa: “O todos nos jodemos o somos menos” para explicar que “los clareos que se hacen en la ordenación forestal son para garantizar que el bosque madure, sea sostenible y esté sano”. Y advirtió de que si no se llevan a cabo esas labores forestales en la situación de cambio climático actual “nuestros bosques se estresarán, si es que no se están estresando ya. Y si se estresan perdemos biodiversidad”. En este sentido, y recordando el anhelo de tener un bosque inmaculado, dijo que un bosque no gestionado “es mucho menos rico y productivo e incapaz de sustentar mucha de la biodiversidad” y alertó, además, de que “en caso de un gran incendio podemos perderlo todo”.

Por eso, “para no perder nuestros bosques y garantizar la supervivencia de la biodiversidad se necesita gestionar los montes”, dijo Castellnou, que subrayó que una cosa es “explotar, que es talarlo todo y mirar el bosque como si fuese un cultivo de madera, y la otra es gestionar los bosques para garantizar que son sostenibles  y que pueden mantener la biodiversidad y la riqueza que todos queremos”. Destacó que “lo que se está haciendo en los montes de la Sierra de Albarracín es la gestión  para garantizar su supervivencia” y, a su vez, garantizar también una biodiversidad necesaria para mantener la producción de agua y todos los productos que generan los bosques.

Peligro de incendio

El peligro del fuego amenza constantemente a las masas forestales. así quedó patente el pasado verano con los importantes incendios que arrasaron miles de hectáreas de bosques en la provincia.

Castellnou puso la lupa en el matiz a la hora de prevenir un gran incendio, diferenciando entre “tener bosques muy poblados” frente a “bosques mal gestionados o fuera del rango climático. Es decir: tener bosques estresados” y comparó un bosque mal gestionado con una persona que no está sana, que “no va a estar en su plenitud y cualquier achaque le va a afectar muchísimo más”.  Por eso, “ya hace tiempo que venimos avisando de esto y el pasado verano tuvimos incendios de alta intensidad y alta velocidad que han llegado a quemar hasta 3.000 hectáreas por hora en Ateca”. “Contra este tipo de incendios no sirve la prevención clásica. No sirve la extinción. Solo sirve tener ecosistemas sanos”, dijo con firmeza. “Si nos aferramos al pasado y decimos que no se toque nada nos arriesgamos a perderlo todo”, concluyó el GRAF. Su intención es clara y la expone sin paños calientes: “No queremos perder la biodiversidad ni los bosques. Queremos que puedan pasar este bache de crisis climática y que las generaciones en el futuro los puedan ver”.

“Tenemos un concepto muy mal entendido del bosque y lo vemos como un jardín que es para nuestro uso. Y el bosque no está para nuestro uso, sino que está para  ser un ecosistema forestal y seguir adelante, y no  porque nosotros lo queramos disfrutar ahora tenemos que parar los procesos”, sentenció, explicando que “hay que gestionar los bosques” y que los “bosques actuales van a morir y van a salir bosques nuevos. Es el proceso”. Y en este proceso entra en juego el cambio climático porque “el bosque que ahora vemos está adaptado a un clima del pasado” por lo que afirma sin titubeos que “hace falta facilitar  que el bosque se regenera para que se adapte  al clima porque el bosque nuevo estará más adaptado al clima nuevo”.

Por eso, entiende que parte de la protesta social que ha surgido alrededor de las talas que se han llevado a cabo en los montes Universales responden a una falta de conocimiento. “Decir: ¡están talando los bosques en al Sierra de Albarracín! lo que quiere decir es que no tengo ni idea  de cultura forestal, no entiendo nada y quiero ver esa foto” siempre, aferrándose a un momento anacrónico.

Entiende que el hombre tiene que tomar conciencia de su responsabilidad a la hora de mantener los bosques. “Hacer gestión es ayudar a nuestros bosques a madurar y a adaptarse al nuevo clima. Queremos ser parte del proceso de cuidar nuestros bosques porque como sociedad hemos compartimentado los bosques, hemos eliminado gran parte de los grandes herbívoros que vivían en ellos y que les ayudaban y apagamos los fuegos de rayos naturales, que son fuegos que regenerarían parte de ese bosque. Es un ecosistema intervenido”, explicó para justificar la necesidad de “gestionar para ayudarlo”. “Llevo 30 años apagando incendios y cuando miro bosques que se quemaron hace tres décadas, ahora son otra vez bosques y vuelven a estar sanos”, aseveró.

Castellnou achacó estas protestas a una “falta de cultura que está haciendo que nosotros mismos estemos matando nuestros bosques, aquellos que gritamos que queremos conservar”.

Por ello, el responsable del GRAF apuesta por tener bosques viejos, maduros y jóvenes como el mejor medio de prevención contra los incendios.

El límite de extinción

Es inevitable hablar de gestión forestal sin que se ponga, más pronto que tarde, la palabra “incendio” encima de la mesa. Preguntado sobre el efecto de los clareos a la hora de sofocar un eventual fuego en el bosque, Dalmau-Rovira esgrimió el concepto del “límite de la capacidad de extinción”. “Existen límites en la capacidad de extinción” y ese límite está tasado en un frente de un incendio que emite “más de 4.000 Kw por metro lineal para una unidad con herramienta manual y  y de 10.000 Kw por metro lineal de frente para unidades con una motobomba. Todo lo que supere esos umbrales provocaría lesiones a los efectivos de extinción e incluso podría costarles la vida en una exposición de menos de un minuto. Es un umbral físico. No es opinable ni discutible: es un hecho”, según detalló el experto.

Por eso, continuó, “cuando una hectárea de monte tiene más de diez toneladas de combustible está fuera de la capacidad de extinción” por lo que desde el punto de los incendios  “es importante tener, al menos, parte del territorio gestionadas para que no se produzcan los datos de este año con más de 50 grandes incendios forestales en toda España y con más de 300.000 hectáreas quemadas”.

Esta estrategia permitiría tener áreas estratégicas en las que los equipos de extinción podrían hacer frente a las llamas con ciertas garantías de éxito.

Con el repertorio de datos debajo del brazo, y asegurando comprender que la gente se alarme al ver fotos en redes sociales de las rodadas producidas por los trabajos forestales y las pilas de madera, asegura que en el fondo “estamos en el mismo barco” porque “todos queremos unos Montes Universales vivos y que perduren en el tiempo”.

La sociedad de la inmediatez

Para Dalmau-Rovira, parte del problema se debe a que la sociedad actual “no entiende los tiempos en los que nos movemos los técnicos forestales” ya que actualmente estamos inmersos en una “sociedad hiper rápida del doble click. Y eso entra en colisión directa con la funcionalidad del monte”, que funciona con una “planificación a largo plazo” que “no encaja con los periodos electorales de 4 años  ni con las críticas sociales de 30 segundos y 140 caracteres en redes sociales”. Por ello, considera que “lo que se ha hecho es una fotografía tremendista” por parte de un publico urbanita “de una cuestión dinámica”.

Para introducir el concepto del dinamismo, Dalmau-Rovira explicó que “no puedo conservar algo  como  algo fijo cuando está cambiando el clima o las condiciones ambientales” porque “los bosques de la Sierra de Albarracín nacieron y empezaron a funcionar en unas condiciones ambientales que ya no existen. Vamos a tener plagas, episodios de sequía y una serie de condicionantes antes que no teníamos”.  Desde el punto de vista social, puso el acento en la responsabilidad (que puede llegar a ser incluso penal) de las personas que redactan los planes de explotación, y que choca con “la irresponsabilidad penal de, por ejemplo, periodistas, profesores de universidad o ciudadanos cuya opinión no vinculante y no tiene consecuencias para ellos” para concluir que “no estamos jugando al mismo juego”.

Un nuevo enfoque para combatir los fuegos de nueva generación

El presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, ha planteado un cambio radical de normas, enfoques y prioridades para afrontar nuevos dramas medioambientales, económicos y humanos provocados por los grandes incendios forestales de sexta generación, como los que asolaron Aragón el pasado verano.

Según un comunicado publicado por el Partido Socialista, el Ejecutivo ser la primera comunidad autónoma que aborde el reto con claridad. “O empezamos a tomar medidas drásticas, con cambios normativos brutales, cambios culturales muy intensos, o seremos absolutamente ineficaces”, declaró el presidente. Para ello Lambán ha remitido una carta a la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, en la que le pide un cambio radical de determinadas normas para dar prioridad a las centrales de biomasa frente a otras energías renovables ante el riesgo de que se produzcan megaincendios.

Para Lambán, es necesario el incremento del volumen de las subastas previstas del régimen económico de energías renovables, dirigiéndolas específicamente a las centrales de biomasa para favorecer su rentabilidad económica, y reconocer los costes reales de explotación de las centrales de biomasa acogidas en el régimen retributivo específico con el fin de evitar que se reduzca el funcionamiento de las que se encuentran acogidas al régimen anterior.

Entiende el presidente aragonés que estas centrales de biomasa deberían de ser consideradas inversiones de interés autonómico y que habría que utilizar los instrumentos de la propia comunidad para convocatorias de subastas y la gestión de las masas forestales amplias, para que sea rentable .

Todo este tipo de cuestiones son las que deben configurar una estrategia de prevención de los incendios forestales, ya que por muy buenos que sean los operativos “es imposible que con medios públicos se pueda limpiar el bosque en invierno”, y por tanto es necesario recurrir a la colaboración privada.

SOS Montes Universales, en contra de las talas masivas

La plataforma SOS Montes Universales asegura en su blog en Internet que no se opone a las talas, sino a las talas masivas, a las talas con grandes máquinas (ni siquiera proporcionan empleo), a las talas en las que se cortan (se apean, dice el lenguaje técnico) miles y miles de pinos de tamaño pequeño y mediano (su destino: vendidos por muy poco dinero para peletizar) para dejar solo pinos grandes destinados a cortas de matarrasa.

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