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Medio siglo portando la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza bajo el aliento de la devoción y la fe Medio siglo portando la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza bajo el aliento de la devoción y la fe
De izquierda a derecha: Miguel Vicente, Manuel López y Lázaro Vicente junto a Nuestra Señora de la Esperanza

Medio siglo portando la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza bajo el aliento de la devoción y la fe

La Hermandad de Jesús Atado a la Columna homenajea hoy a tres peaneros que llevan 50 años ininterrumpidos portando la peana de la Virgen
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La imagen de Nuestra Señora de la Esperanza cumple este año medio siglo ininterrumpido de salir a hombros en Semana Santa. Fue en 1974 cuando diez miembros de la Real Hermandad de Jesús Atado a la Columna y Nuestra Señora de la Esperanza inició esta tradición, aunque una década antes, cuando salió por primera vez, ya lo había hecho durante unos años al principio. Son numerosas las personas que han portado a la Virgen en este tiempo, pero tres en concreto han aguantado estas cinco décadas sin dejar de hacerlo. Los tres recibirán este martes un reconocimiento, durante la procesión de la Buena Esperanza, por ese medio siglo de implicación.

Los hermanos Lázaro y Miguel Vicente Antón, y Manuel López Álvarez, son quienes han resistido esos cincuenta años portando a hombros la Virgen sin perderse ni una Semana Santa, salvo las de la pandemia por fuerza mayor. Fueron además los inspiradores, los que decidieron volver a sacarla en 1974 recuperando así lo que se hizo al principio, puesto que la Virgen se incorporó a esta hermandad en 1962.

La historia de esta hermandad se remonta a 1950 cuando salió por primera vez el paso de Jesús Atado a la Columna. Vinculada siempre al centro penitenciario de Teruel, el próximo año cumplirá su 75 aniversario. Cuando en 1962 empezaron también a sacar la Virgen de Nuestra Señora de la Esperanza, lo hicieron durante los primeros años a hombros los obreros del constructor Vidal Guitarte, pero después salió ya a ruedas.

Lázaro Vicente recuerda que su padre, del mismo nombre, fue quien hizo aquella primera peana. En 1974 él y su hermano Miguel trabajaban en la apertura de Muebles Lázaro, preparando la tienda, y Manuel López era el encargado del montaje eléctrico del establecimiento. “A que no somos capaces de sacar la virgen a hombros”, cuenta Miguel que se desafiaron mientras trabajaban.

La ilusión de la juventud

Fue así como surgió todo, desde la ilusión de la juventud, cuando el impulso prima sobre la temeridad. Eran jóvenes, con ganas y devotos de la Virgen. Manuel tenía 28 años y había entrado en la hermandad a principios de esa década, mientras que Lázaro y Miguel, el primero de 24 años y el segundo de 21, eran de la misma desde que nacieron, puesto que su padre les había hecho de ella nada más venir al mundo.

Su padre les animó y se comprometió a arreglar la peana. No fue difícil encontrar a aquellas diez primeras personas, todos hombres, que iban a portar a hombros la imagen. Surgieron entre los familiares y los amigos de los tres. Junto a ellos, aquellos primeros costaleros fueron Indalecio, José Luis Ballesteros, Santiago Miguel Soriano, Paco Guillén Sánchez, y los ya fallecidos Juan Miguel Soriano, José Luis Martín Marta y Samuel Vicente Falomir.

Desde entonces han sido varias las peanas en las que se ha llevado a la Virgen, pero aquella era pequeña. El manto también lo era y no llevaba todavía palio. Hoy la portan 55, aunque está preparada para hacerlo hasta 60 personas.

Lázaro, Miguel y Manuel son la memoria viva de ese medio siglo de historia que se cumple este año. Hoy martes serán reconocidos por ello en un homenaje que tendrá lugar durante la procesión de la Buena Esperanza que partirá a las 22:30 horas de la iglesia de San Martín y que irá hasta la plaza de la Catedral, a cuyo término se cantará la Salve Regina y la banda de cornetas, tambores y bombos tocarán la retreta.
 

La Virgen de la Esperanza en 1974 cuando se retomó la tradición de los primeros años de llevarla a hombros hasta hoy


Miguel cuenta que desde el principio ha vivido la hermandad como algo muy propio porque es un sentimiento familiar. “A la Virgen le tengo mucha fe”, afirma, orgulloso de que su descendencia empezara tocando el tambor y ahora haya seguido sus pasos sacándola a hombros.

Manuel relata que un amigo de su padre era presidente de la hermandad y tres o cuatro amigos se hicieron cofrades a la vez. Lo que le motivó a hacerlo fue “la fe que tenía y poder sacar a la Virgen”.

Lázaro comenta que su padre les inculcó el cariño por la hermandad y en el caso de Nuestra Señora de la Esperanza, añade que siempre ha sido “muy devoto” como creyente. Un sentimiento que se fortaleció en 1979 cuando acababa de tener gemelos y la niña tuvo problemas, por lo que estuvo ingresada tres meses en cuidados intensivos en Valencia.

Coincidió con la Semana Santa y Lázaro dijo a su esposa que tenía que sacar a la Virgen. “Mi hija, desde entonces, y gracias a la sangre de mi hermano, empezó a mejorar”, cuenta. Aquel bebé era Carmen María Vicente Pérez, que hoy es camarera de la Virgen y que en el programa de la hermandad ofrece un recorrido de lo que ha sido el medio siglo de la Virgen de la Esperanza portada a hombros.

Seguir los pasos

Otros dos hijos varones de Lázaro son también peaneros, y Manuel cuenta orgulloso que su hijo, Manuel López Ripoll, de 39 años, también lo sea. Este cuenta que seguir la tradición de su padre supone “mucha, mucha fe a la Virgen”.

Han vivido de todo en este medio siglo, alegrías y tristezas, siempre con la ilusión de que llegara la Semana Santa. Miguel relata cómo al hacer la mili temió que se la fuese a perder ese año, pero el capitán de su compañía quedó tan impresionado de la petición que le hizo la hermandad, que le dieron permiso durante un mes, “cuando yo lo único que pretendía era un par de días para sacarla”.

Lázaro rememora los años en los que no les dejaban entrar en la cárcel el Viernes Santo, a diferencia de la buena relación que hay ahora. Acudían al Asilo de San José, donde las monjas ponían unos bancos y el obispo ofrecía unas palabras.

Fue en ese tiempo cuando hubo un cambio de peana, más pesada, que no valoraron en su justa medida. Decidieron que podían llevarla trece personas, seis a cada lado y una en el centro. A la altura del bar Gregori “se nos apoderó y llevábamos las rodillas en el suelo”, recuerda. “Enseguida las personas que iban fuera se metieron a ayudarnos y subimos con ella”, añade.

Aquella Semana Santa fue dura porque por la tarde tenían que volver a sacar la peana en la procesión y llevaban los hombros “en carne viva”. Los de la derecha se pasaron a la izquierda y a la inversa, pero aun así “no podíamos” del peso. “Es el año que peor lo he pasado, no podíamos enderezarnos”, afirma Miguel, porque además iban a la cárcel y luego al asilo. “Nos matamos, no lo volvimos a hacer”, apunta.

Lo que no han dejado de hacer es salir con la Virgen. Manuel, de 78 años, estuvo haciéndolo hasta el 2022 y el año pasado siguió allí al lado del paso como responsable de la iluminación al ser electricista, siempre atento a que todo funcionase bien, como sigue haciéndolo.

“Gracias a nuestra Virgen todos los años hemos seguido al pie del cañón”, comenta Miguel, para quien en su familia esos días son sagrados y sabían que no podían irse de vacaciones, “eso lo tenían todos muy claro”. Recuerdan momentos como cuando estando en el Torico tuvieron que regresar corriendo por la calle Amantes porque se puso a llover, o cuando tuvieron que protegerla bajo la gasolinera que hay frente a la prisión, y cómo en estos años han ido pasando de los primeros puestos en la peana a los de atrás por la incorporación de jóvenes más altos que ellos.

Un año especial

Para Lázaro este año es además especial porque cumple también cincuenta años de casado. Su hermano Miguel se siente satisfecho de haber llegado a ese medio siglo portando a hombros a la Virgen, porque cuando cumplió 50 años de edad pensó que lo dejaría por la edad, pero ahí sigue hasta hoy.

Nunca se ha preparado físicamente ninguno de ellos para estos días de Semana Santa. Llega el momento, cargan la peana y emprenden el recorrido con sus compañeros bien conocedores de las dificultades que tiene por el tamaño de la misma (7 metros de largo por 2,75 de ancho), su peso (1.800 kilos), las irregularidades del suelo y sobre todo la existencia de tramos como la calle Nueva por lo elevado de las aceras y su estrechez, todo un tormento para los tobillos.

El homenaje de hoy tiene el nombre propio de estas tres personas, pero con ellos se estará reconociendo también a cuantos han llevado a hombros la Virgen de la Esperanza para embellecer más la Semana Santa de Teruel.

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