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EFE/Sergio Pérez

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Raquel Fuertes

O desdén. O falta de respeto. O pasotismo. O cobardía. Bueno, esto último no sé si borrarlo porque me arriesgo a que me digan que soy facha porque “cobarde” fue lo que los diputados de la derecha le gritaron a Pedro Sánchez en el Congreso. ¿O en el patio del parvulario? ¡Ay, las formas!

Que los resultados de las elecciones no eran buenos para nadie no es un secreto. Para Sánchez fueron menos malos que para el resto porque cuando todos lo dábamos por políticamente muerto tras las elecciones de mayo supo, como siempre, rehacerse y volver a convertirse en presidenciable. Aun siendo segunda opción, lo cierto es que su capacidad para pactar cómo sea y con quién sea lo convierte en el único candidato con posibilidad de formar gobierno.

Pero en eso no voy a entrar. Que existan posibilidades de acuerdos fuera de la legalidad constitucional o promesas de difícil cumplimiento dentro de un Estado de derecho son batallas que doy por perdidas. Al fin y a la postre, los políticos españoles llevan lustros demostrando que, sin importar el color, lo que más les importa a la mayoría es tocar poder y perpetuarse con sus correspondientes prebendas (conozco honrosas excepciones).

Con esa batalla perdida ya sólo nos queda para mantenernos en el juego político democrático cuestiones tan esenciales (y parece que tan olvidadas) como el respeto y las formas. El respeto institucional, por supuesto, pero el respeto a las personas, por muy rivales políticos que sean, por encima de todo. Que Sánchez por estrategia, desdén, falta de respeto, pasotismo o cobardía no se haya dignado a dar la réplica al candidato a la investidura (fallida) me enfada. Y mucho.

Es presidente de España (en funciones, me da igual) y verlo sentado, callado, con ese lenguaje gestual que le encanta exhibir en sus silencios mientras pone en su lugar a un diputado prácticamente a estrenar y con rudos modales nos da una idea de que se toma a Feijóo (tampoco es un hombre en su mejor momento, la verdad) por el pito del sereno. Si es estrategia, no la entiendo. Y si es cualquiera de las demás opciones, no la comparto. Se ha equivocado, sr. presidente.

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