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Praga Praga
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Raquel Fuertes

Y quien dice Praga dice el pueblo, la playa, el chalé de los suegros o Tailandia. El caso es que, por lo que he visto en estos días, en España no debe quedar nadie en sus casas si hay vacaciones de por medio.

Cierto es que los presupuestos no están muy boyantes, pero el que no puede llegar a línea low cost siempre tiene una cuñada con apartamento en Almenara o un amigo rumboso que le deja unas llaves para meter su rutina en paredes ajenas. Que de eso trata vacacionar: salir de las obligaciones sin dejar todas las rutinas atrás, pero sí las que nos acompañan a fuerza de alarma, reloj y aplicación de fichaje.

Después de unos días (pocos) aprovechando las incomodidades que ofrecen las líneas de bajo coste para viajar por Europa se confirman mis temores: el domingo que viene para ir a votar pocos van a estar disponibles para comprobar si paso de suplente a titular (de Cañizares a Casillas) en mesa electoral.

Y es que en las calles de Europa lo que más se escucha es el español de hordas de turistas en shorts y sketchers. Llama la atención ver desde los grupos de Interrail buscando albergue y comida de burguer y súper mientras recorren vida, territorio y experiencias (envidia absoluta) hasta los señores bien que se toman sin pestañear su capuchino en el Café New York de Budapest (a 10 euros). Entre ambos extremos se mueve una masa de españoles que busca cambiar su vida por unos días a golpe de sol, cañas y free tour. Y ojalá cada vez sean más porque la cosa va bien (este año tengo la sensación de que es más carpe diem que cuentas boyantes: “para que se lo coma la inflación, me lo llevo puesto”).

Por no hablar de cómo están las playas o de que al fin se llenan los pueblos. Verano, verano.

O sea, que, salvo los previsores (Correos mediante), poca afluencia presencial se espera a las caniculares mesas electorales. Que el que no tiene vacaciones (o presupuesto) aprovecha el finde. Es lo que tiene la calor.

Aun así, hay que hacer el esfuerzo, aunque sea apurando a las 8, y votar. Que luego al menos nos podamos quejar de lo que haga el que venga porque hicimos nuestra parte. Praga puede esperar.

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