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La panadería Eva apaga su horno tras 25 años: el adiós a un referente de Calaceite La panadería Eva apaga su horno tras 25 años: el adiós a un referente de Calaceite
Entrada de la panadería Eva, en Calaceite. Traspasos Aragón

La panadería Eva apaga su horno tras 25 años: el adiós a un referente de Calaceite

Una pastelera de Tarragona podría estar interesada en relevar el trabajo de Elogio, su gestor
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Corría mayo de 1999 cuando Eulogio y su esposa abrieron por primera vez la persiana de la panadería Eva en Calaceite. Lo hicieron con ilusión, pero también con la certeza de que aquello no sería una tarea fácil, pues este oficio no es para todo el mundo. Veinticinco años después, el negocio cierra sus puertas dejando a Calaceite con tan solo una panadería. No lo hacen por falta de clientes, sino porque llega el momento de poner punto final a una etapa que ha marcado la vida de toda una familia, debido a motivos de salud. Sin embargo, Elogio está dispuesto a traspasar el local, y de momento hay una persona de esta profesión interesada.

La cercanía de sus gerentes (más allá de la calidad de sus productos) ha sido lo que más ha marcado a los vecinos calaceitanos, quienes no paran de preguntarse qué ha pasado con este negocio que tanto frecuentaban desde aquel año para comprar pan o sus típicas pastas. “Era un proyecto de vida. Lo hacíamos todo entre los dos”, recordó Eulogio, aludiendo a su mujer, fallecida hace poco más de un año. El trabajo era intenso y constante, pero formaba parte del día a día con naturalidad: jornadas de madrugada, pocas horas de sueño y un esfuerzo y constancia familiar que sentaron las bases de la fuerza de la panadería.

Un trabajo continúo

A lo largo de estos 25 años, el horno nunca se detuvo. El trabajo comenzaba cada noche, con el proceso de fermentación y formado de los panes, y continuaba durante el día con la atención al público. “Nos acostumbramos a dormir cuatro horas por noche, porque el ritmo lo marcaba la masa”, dijo Eulogio, como quien describe una rutina asumida con naturalidad.

Aunque en algunos periodos contó con más trabajadores, con el paso del tiempo fue quedándose solo. En parte, por lo difícil que resulta encontrar relevo y asumir los costes de un oficio tan artesanal en un entorno rural. Pero también porque este tipo de negocio requiere vocación. “Para que funcione, tiene que ser familiar. Solo así puedes echarle todas las horas sin pensar en lo que cobras por cada una”, explicó.

En cuanto al cierre, no fue una decisión tomada a la ligera. Durante meses, Eulogio intentó buscar alternativas, pensando incluso en traspasar el negocio. Una profesional del sector llegó a visitar el local desde Tarragona, interesada en mantener la producción y el estilo de la panadería.

Incluso conversó con algunos clientes, que se mostraron dispuestos a seguir comprando si se respetaban las recetas tradicionales.

Eulogio explicó que se plantea una fórmula flexible: un alquiler que incluya la compra de la cartera de clientes. “Eso tiene un valor. No es solo el local o la maquinaria. Es entrar a trabajar con todo ya hecho: el producto, la clientela, el nombre”, detalló. Aun así, todavía no se ha llegado a un acuerdo. “En los pueblos es difícil. Algunos preguntan, pero no van más allá. Aquí, en Teruel, no es tan fácil que alguien quiera coger el testigo, pero seguimos en ello”.

La puerta, sin embargo, no está del todo cerrada. La misma persona interesada volvió a contactar y está previsto que regresen a hablar. “Al menos es alguien que se mueve, que viene, que pregunta en serio. Cuando ves eso, sabes que no es solo curiosidad”.

El cariño de todo un pueblo

Desde que se hizo pública la noticia del cierre, las muestras de apoyo no han cesado. “Me paran por la calle, me preguntan qué va a pasar, me dan las gracias…”, dijo Eulogio emocionado. Para él, que ha pasado más de media vida detrás del mostrador, el afecto de los vecinos es la mejor prueba de que todo ese esfuerzo valió la pena. “Te das cuenta de que el trabajo no ha sido en vano. Que el pueblo te tiene cariño y te lo demuestra”.

Ese cariño traspasa también las fronteras del municipio. Clientes de Barcelona, Zaragoza o Valencia, que hacían parada obligada en Calaceite.

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