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Una publicación recoge la historia de Santolea y testimonios de los que se fueron tras la inundación Una publicación recoge la historia de Santolea y testimonios de los que se fueron tras la inundación
Construcción del pantano de Santolea, entre finales de los años 20 y primeros de los 30 del siglo pasado

Una publicación recoge la historia de Santolea y testimonios de los que se fueron tras la inundación

El Grupo de Estudios Masinos ordena los apuntes y las fotografías de José Aguilar y Miguel Perdiguer
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“Me despido hasta la eternidad, porque si me va bien no volveré y si me va mal no tendré dinero para volver”. Estas palabras, pronunciadas por un vecino de Santolea antes de partir hacia América, reflejan el desarraigo que generó en centenares de personas la inundación en 1933 de las tierras de este pueblo próspero del Maestrazgo que fue sacrificado en beneficio de otros regadíos aguas abajo del Guadalope.

Como el de este aventurero, decenas de testimonios tienen cabida en los apuntes de José Aguilar, ilustre santoleano que desde Hospitalet (Barcelona) no ha cejado en el empeño de dar a conocer a las futuras generaciones que Santolea ¡existió!. Bajo este título, el Grupo de Estudios Masinos (GEMA) ha puesto en orden los apuntes del investigador e historiador local, junto a fotografías del mítico Miguel Perdiguer y otras colaboraciones, para que la memoria de esta extinta localidad perdure y dé pie a proyectos ambiciosos reclamados por la asociación Santolea Viva.

Las obras del pantano culminaron las aspiraciones de Alcañiz y Caspe, principales interesados en esta obra para regar sus tierras, pero abocaron a la emigración a los 800 vecinos de Santolea en dos fases, motivadas por la primera inundación en 1933 y el posterior recrecimiento en los años 60 del siglo pasado.

“Muchos marcharon en los años 30 en una primera migración cuando vieron que su medio de vida desaparecía y otros tantos dejaron Santolea en los años 60 cuando ya no hubo remedio. Todos debieron dejar atrás sus casas, sus campos, sus recuerdos de infancia y juventud. Se separaron de sus vecinos y sus familias para ir a vivir a otros lugares e iniciar una nueva vida”, apunta la presidenta de Santolea Viva, Laura Berné, al comienzo de esta publicación de 148 páginas.

La construcción del pantano, apunta Aguilar en sus notas -ahora revisadas y pasadas a limpio por el GEMA-, se inició con la dictadura de Primo de Rivera, el 1 de septiembre de 1927, sobre la partida llamada el Belén y la Cueva de las Lomeras, cerrando así la garganta del cauce del Guadalope para embalsar el agua. La obra quedó finalizada durante el gobierno de la II República, en 1932.

Más deprisa de lo previsto

Un año más tarde se cerraron las compuertas de la presa y, aunque los estudios de ingeniería indicaban que el pantano no llegaría a llenarse nunca, lo cierto es que en tan solo 15 días el agua inundó cosechas y campos. Toda la fértil huerta de Santolea quedó bajo el agua, también el molino de harinas, la almazara y la central que suministraba energía al pueblo. La indemnización que se debía pagar a cada uno de los vecinos por sus casas ni siquiera había llegado.

Muchos productos dejaron de cultivarse y los oriundos se vieron abocados a salir. La inundación del puente que usaban para pasar a las tierras que trabajaban en Las Planas y el corte de comunicaciones con el resto de pueblos al otro lado del pantano supusieron constantes trabas que se unían al temor por que la presa reventara.
 

Mariano, el cartero, se resistió a abandonar el pueblo aún con el embalse hecho


Con el derribo de la localidad en 1972 a cargo de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) hasta que quedara “como la palma de la mano”, según expresó un trabajador a un periodista durante la demolición, quedó atrás la historia de Santolea, que se remonta mucho tiempo atrás. Surgida en la Edad Media, fue hasta  entrado el siglo XX un pueblo próspero asentado en lo alto de una loma, en la margen izquierda del río Guadalope. Sus gentes vivían del cultivo de trigo, aceite y vino y cogían abundantes frutas, siendo famosas sus exquisitas manzanas.

Antes de su final, el pueblo contaba con secretario, fiscal, juez, párroco, médico, veterinario y dos profesores. Llegó a tener más de 800 habitantes, cifra superior a la que actualmente tiene Cantavieja, capital de la comarca del Maestrazgo, y un gran número de comercios: una tienda de comestibles, dos carnicerías, dos carpinterías, una quincallería, una herrería e incluso una sastrería, una zapatería y confitería; y, como no, una tienda de vinos, un mesón y una expendeduría de tabacos. Un catálogo de servicios que, en el Teruel del siglo XIX, era la envidia de la mayoría de los municipios.

Un proyecto recuperado

La historia del pantano y otras curiosidades -como costumbres, fiestas o el día del cobro de las indemnizaciones, entre otras muchas- se dan a conocer en la publicación, un proyecto que el GEMA comenzó en 2010 pero que no se ha materializado hasta ahora.

En 2018, el comienzo de las obras de construcción de la nueva presa en el estrecho del Guadalope para inundar mayor extensión de superficie generó gran expectación en los municipios del entorno, máxime cuando el vaciado completo del pantano sacó a la luz el viejo puente de Castellote, intacto.

“Fue el momento de desempolvar el antiguo proyecto y prepararlo para su divulgación”, explica Ricardo Martín, miembro del GEMA que, junto a Andrés Añón, ha dado forma a la recopilación de escritos de Aguilar, “que ha pasado su vida investigando sobre el desaparecido pueblo para que su memoria perdure” junto a Miguel Perdiguer, “veterano fotógrafo y testigo de un siglo de vida en el Bajo Aragón”.

Santolea ¡existió! Incluye recuerdos escritos de otro hijo de Santolea, José Daniel Gil, lo que ahonda en el “relato lleno de evocaciones entrañablemente intimas que estos autores querían dejar de su pueblo”.
 

Día de cobro de las indemnizaciones de la CHE, en las Cuatro Esquinas


Otra colaboradora del GEMA, Susanna Anglés, entrevistó a varios santoleanos para recoger su legado testimonial. Las entrevistas se unen a las que la propia presidenta de Santolea Viva ha realizado. Berné también aporta las motivaciones de la asociación y sus objetivos memorialistas para dotar de dignidad a un pueblo arrasado.

El contenido del libro, explica Martín, se amplía con una introducción sobre la geología de Santolea a cargo de Luis Mampel, y con un vasto apéndice documental elaborado con las aportaciones del propio Aguilar y la documentación del GEMA.

La CHE aporta imágenes históricas tomadas durante la construcción de la presa y otras estampas particulares. Pedro J. Bel redacta también unas líneas de preámbulo, y como colofón se copia el artículo que J. J. Benítez escribió para Heraldo de Aragón el 21 de marzo de 1972 sobre la demolición del municipio, que se prolongó durante siete meses.

En buen momento

La publicación, financiada por el Instituto de Estudios Turolenses de la Diputación Provincial de Teruel, “llega en un momento apasionante para la asociación”, asegura Berné, “con proyectos” para la recuperación de la memoria de Santolea “en mente y alguno ya lanzado”. De forma que “ayudará a dar visibilidad a nuestra causa”, al tiempo que “dará un merecido reconocimiento a Santolea y a los santoleanos”.

Aguilar agradeció al GEMA que el proyecto haya llegado “a buen puerto”. Se trata de “mantener la historia del pueblo porque si no la contamos los que hemos vivido parte de nuestra vida allí y hemos ido acumulando datos, es muy difícil que dentro de unos años se sepa nada”.

Para Martín, el libro puede ser un acicate para fomentar las reivindicaciones memorialistas, como son la reclamada puesta a punto del calvario y el cementerio. Además, podría cumplir “un objetivo turístico” para dinamizar la zona con atractivos como el Puente Natural de la Fonseca, la bodega de Las Planas o la gastronomía de Castellote, que “tiene unas posibilidades increíbles”, aseguró.
 

Una niñas sonriente junto al monolito que inspira la memoria histórica de Santolea en medio de las ruinas

 

Restaurar la memoria en vida de la última generación

La obsesión de la asociación Santolea Viva es restaurar la memoria del pueblo antes de que se extinga la última generación que la habitó. Además del libro que acaba de ser publicado, en 2017 se inauguró una exposición. Pero la ambición es mayor y los santoleanos abogan por restaurar y conservar el calvario, y arreglar el cementerio para dignificar a quienes les fueron arrebatadas sus señas de identidad.

“Todos sabemos el triste final de este pueblo, que forma parte de nuestras raíces y de nuestra familia y cuyo abandono forzado hizo que los santoleanos fueran condenados al desarraigo”, explica la presidenta de la asociación, Laura Berné, al comienzo de Santolea ¡existió!

Pero “todos llevan Santolea en sus entrañas, lo hemos visto en nuestras familias y en las visitas constantes a las ruinas del pueblo”. Por tanto, “en nuestros recuerdos Santolea sigue viva y por eso nació nuestra asociación”, fruto del empuje de José Aguilar, Miguel Perdiguer y Enrique Royo, incansables santoleanos que pedían a los más jóvenes “un apoyo para visibilizar ese sentimiento”.

De esta forma, en 2010 surgió la asociación con la finalidad de hacer multitudinarios los encuentros que ya venían realizándose a un nivel más familiar y de amistad. Así, todos los años, el fin de semana más próximo al 16 de abril, festividad de la patrona de Santolea Santa Engracia, los santoleanos saben que tienen una cita en Castellote para comer y en las ruinas de su pueblo para rendirle homenaje.

El 22 de abril de 2017 llegó un nuevo hito con la inauguración de la exposición fotográfica Una mirada a Santolea, donde se muestra la historia del pueblo desde los años 20 del siglo XX hasta la actualidad. La muestra ha recorrido distintas localidades como Alcañiz, Aguaviva, Cantavieja o Puigmoreno.

El puente del Cañón

A finales de 2018, con el inicio de las obras de recrecimiento del pantano de Santolea y al vaciar sus aguas, afloró el puente del Cañón, de gran riqueza y valor patrimonial que llevaba 90 años sumergido bajo las aguas del Guadalope. “Santolea volvió a la actualidad”, dijo Berné. Pese a que no era su puente, puesto que este pertenecía a Castellote y el de Santolea fue demolido en 2010, “muchos sentían la lucha por salvarlo como un símbolo de resistencia ante los daños colaterales del pantano”.

Surgió la plataforma Salvemos el puente de Santolea y se logró preservar las piezas a la espera de un próxima reconstrucción.

Recientemente, el calvario ha sido declarado como Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés, por lo que queda protegido “como testimonio histórico de nuestra localidad”, destacó Berné. “A pesar de su pésimo estado de conservación, tiene el valor incuestionable de ser uno de los últimos vestigios que quedan del pueblo de Santolea, cuyo origen se remonta al siglo XIII”, puso en valor la presidenta, que abre la puerta a restauraciones o intervenciones para que no desaparezca y perviva como testimonio de seis siglos de historia.

Por último, “tenemos esperanza de que este mismo año la Confederación Hidrográfica del Ebro arregle el cementerio, cuyo camino de acceso ya ha sido reconstruido por la empresa aragonesa Samca”, que tiene una cantera junto a las ruinas. También sigue viva la idea de acondicionar un centro de interpretación en alguno de los edificios que milagrosamente quedan en pie, así como un parque de la memoria a modo de lugar de encuentro y ocio para todo el que lleve a Santolea en su corazón. Para todo ello, necesitan el cariño y el apoyo de la administración.

 

 

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