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La Torrecilla de Escorihuela, nuevas claves sobre el poblamiento andalusí del valle del Alfambra La Torrecilla de Escorihuela, nuevas claves sobre el poblamiento andalusí del valle del Alfambra
Piedemonte que desciende de la Sierra del Pobo (fondo) a la vega del río Alfambra (parte inferior), en la zona de Escorihuela. Aunque La Torrecilla no aparece en esta fotografía, la cota a la que se encuentra equivale al centro de la masa boscosa

La Torrecilla de Escorihuela, nuevas claves sobre el poblamiento andalusí del valle del Alfambra

En el siglo XI y principios del XII, la vega baja y media del río estaba densamente poblada
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POR Javier Ibáñez, Rubén Sáez y José F. Casabona

En el siglo XI y principios del XII, la fértil vega del bajo y medio Alfambra estaba densamente poblada. Articulada por una red de riegos antecesora de la actual, era explotada desde numerosas alquerías andalusíes, que distaban entre sí poco más de media hora andando. La mayoría de ellas estaban formadas por cuevas excavadas en la roca, a las que se sumarían otras dependencias construidas en el exterior. Cerca de cada uno de estos asentamientos había un enclave defensivo, ya fueran cuevas difícilmente accesibles o pequeñas fortificaciones situadas en emplazamientos elevados.

A los recursos agrícolas y la densidad de poblamiento, se le sumaba el hecho de que por este espacio discurría el camino que unía Valencia y Zaragoza, además de otro importante ramal que atravesaba la Sierra de Gúdar hasta la costa castellonense. A este interesante modelo ya nos hemos referido anteriormente, al hablar del Camino de los Almorávides.

Sin embargo, esta descripción caracteriza solo a una estrecha franja de territorio, que no cubre la totalidad del valle, que se extiende desde la Sierra del Pobo, en el Levante, hasta el Altiplano y las estribaciones de Sierra Palomera, en el Poniente. ¿Qué pasaba en las relativamente anchas franjas laterales que flanquean la vega? Sabemos que, tras la repoblación aragonesa, solo existían dos núcleos concentrados de población (Escorihuela y el desaparecido Portichuelo, despoblado de Escorihuela) y muy escasos núcleos secundarios (generalmente masías). ¿Pero qué pasaba en época andalusí?

Un asentamiento distinto

La respuesta a esta incógnita se encuentra en los asentamientos islámicos alejados de la vega. Pero la cuestión no es fácil de resolver, ya que este tipo de enclaves son sumamente escasos.

Uno de los pocos que conocemos es el de La Torrecilla (Escorihuela), situado en un pequeño rellano en la vertiente oriental del valle, a 1.321 m. sobre el nivel del mar. Acostumbrados al poblamiento contiguo a la vega, su ubicación nos puede parecer de lo más anómala: aunque la cota a la que se encuentra está a mitad de altura entre la vega (1.000 m.s.n.m.) y la parte más alta de la sierra (por encima de los 1.700 m.s.n.m.), el asentamiento está mucho más cerca de la línea de cumbres (apenas 1,5 km.) que del río (7 km.). Además, el tránsito hacia el valle es dificultado por multitud de abruptos barrancos, salvo que se de un rodeo de unos 3 km suplementarios.
 

Proceso de excavación arqueológica


Otro aspecto destacado es que en el entorno de La Torrecilla casi no existen tierras de labor, y las pocas que hay son de mala calidad y con ínfimas posibilidades de riego. En suma, nos encontramos ante un asentamiento que nada tiene que ver con los que se sitúan junto a la fértil vega. Eso si, estaba contiguo a una de las relativamente escasas fuentes existentes en este sector, empleada habitualmente como zona de abrevada del ganado, y en la que actualmente hay un merendero y zona recreativa.

Descubrimos este yacimiento al elaborar el Catálogo Arqueológico (2007) del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Escorihuela; en su superficie aparecía algo de cerámica a mano, posiblemente vinculada a los agricultores itinerantes del Neolítico-Eneolítico (a los que nos referimos en el reportaje anterior) que cultivaban unos suelos ligeros y poco profundos, que parecen haber desaparecido por la erosión.

Cerámica

También había escasa cerámica andalusí. Pero lo que si resultaba muy evidente era la presencia de dos agrupaciones de construcciones de mampostería, que afloraban a la superficie y que delimitaban distintos espacios cuadrados y rectangulares, algunos con aparentemente subdivisiones intermedias y con lo que parecía ser una calle.

Dentro de un proyecto colaborativo promovido por los ayuntamientos de Camañas, Celadas, Escorihuela y cofinanciado por ADRI Teruel, se ha realizado una primera intervención arqueológica en este yacimiento y se ha colocado una mesa de interpretación en la que se presentan los resultados obtenidos, lo que permite poner en valor turístico-cultural este desconocido asentamiento y las interesantes claves que guarda para el conocimiento del valle.

La intervención arqueológica excavó parcialmente tres espacios, delimitados por muros de 50 a 80 cm. de anchura. Uno de ellos se correspondía con un área descubierta, sin ninguna adecuación del suelo; los otros dos son estancias que debían estar situadas bajo cubierto, una de las cuales conservaba un suelo de tierra apisonada muy deteriorado.

Los restos muebles descubiertos fueron escasos, destacando el cuello cilíndrico de una redoma vidriada. Un primer avance de los resultados se incluye en las actas de las III Jornadas sobre el Territorio de Monte Gaudio.

De qué vivían

La respuesta más verosímil a la  pregunta sobre de qué vivían es que debían vivir esencialmente de la ganadería, complementada con los limitados aportes de las escasas tierras agrícolas circundantes. La Torrecilla se localiza en una zona de transición entre los pastizales típicamente mediterráneos y los de carácter montano. Los pastos mediterráneos son adecuados para la primavera y el otoño, con mínimos invernales (por el frío) y estivales (por la sequedad); los de carácter montano son muy abundantes en verano, pero inexistentes en invierno.
 

Vista área durante los trabajos de excavación


En este emplazamiento y su entorno, los mínimos de recursos pascibles se producirían, precisamente, durante los meses de invierno. Frente a esta situación, pudieron aplicarse una serie de estrategias potencialmente complementarias, cuya viabilidad dependería tanto de la entidad de la cabaña, como de la caracterización climática del momento (posiblemente un poco más cálido que la actual).

La estrategia más obvia, pasaría por aprovechar al máximo las posibilidades de un entorno surcado por infinidad de serpenteantes barrancos, cuyas laderas tienen importantes cambios de orientación y pendiente, lo que supone pequeñas variaciones microclimáticas.

Evidentemente, también tendrían que ajustar muy bien el momento de la cría a las disponibilidades alimentarias, para poder sacrificar con el mayor tamaño posible los corderos que no sirvieran de reemplazo. Es posible que esta solución se tuviera que complementar con un traslado del ganado a la zona más baja del valle en los peores meses del invierno, a modo de trasterminancia.

Cuestiones sin resolver

Gracias al estudio de La Torrecilla, conocemos mucho mejor el poblamiento y explotación económica del valle del Alfambra en época andalusí, comprobándose que éste iba más allá de asentamientos en cueva y espacios irrigados. Pero aún nos quedan muchas cuestiones por resolver, que únicamente se podrán ir respondiendo con futuras intervenciones arqueológicas.

Lo primero que cabe preguntarse es si La Torrecilla era núcleo de población permanente o de carácter estacional. La solidez de las estructuras y la presencia de algún elemento “de lujo”, parecen concordar mejor con un asentamiento estable, pero posiblemente estos datos no sean suficientes para demostrarlo.

El predominio ganadero de las gentes que vivieron en este enclave parece obvio, dado el emplazamiento seleccionado. El máximo aprovechamiento pascible de las variadas posibilidades del entorno y una buena gestión del momento de sacrificio de los animales, parecen las hipótesis más verosímiles para asegurar la subsistencia del ganado, posiblemente acompañada por una trasterminancia invernal a las zonas más bajas del valle. Pero para estas prácticas, se requieren más excavaciones arqueológicas y el hallazgo de restos de fauna suficientes para poder realizar un estudio estadísticamente significativo.

Otro de los elementos claves a desentrañar son las relaciones existentes con los asentamientos contiguos a la vega. Es tan lógica la complementariedad económica entre ambos espacios, como obvia la diferencia en la forma de vida de sus pobladores. ¿Los habitantes de La Torrecilla eran miembros de las mismas comunidades que ocupan el centro del valle o se trataba de un grupo diferenciado, más estrechamente relacionado con los habitantes del otro lado de la Sierra del Pobo?.

En una conocida serie televisiva, se decía que “la verdad está ahí fuera”. En el caso de la Arqueología, la respuesta suele estar “ahí abajo”, en el registro arqueológico.

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