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Un grupo de aficionados mira al sol de frente en Galáctica durante el equinoccio Un grupo de aficionados mira al sol de frente en Galáctica durante el equinoccio
Una de las participantes, mirando por el telescopio, dotado con filtros específicos, para ver de cerca el sol

Un grupo de aficionados mira al sol de frente en Galáctica durante el equinoccio

La fiesta contó con observaciones solares con filtros especiales, una cata de vino y un concierto
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Cruz Aguilar

El sol tiene manchas y protuberancias que, pese a su gran tamaño –equivale a 110 veces la Tierra– no se pueden ver a simple vista porque deslumbra y resulta dañino para los ojos. Pero el sábado 35 personas tuvieron la oportunidad de mirar de frente al sol a plena luz gracias a la utilización de telescopios con los filtros adecuados. Fue una de las actividades más esperadas de la Fiesta del Equinoccio de Otoño organizada por Galáctica, el Centro de Difusión y Práctica de la Astronomía de Arcos de las Salinas.

Los participantes observaron por tres telescopios, guiados en todo momento por la coordinadora de Galáctica, Maribel Aguilar, y el guía Starlight Alejandro Vera, quien les alertó de la importancia de emplear los filtros adecuados para “evitar lesiones irreversibles” en los ojos.

En el primero de los aparatos pudieron acercarse a la superficie del sol, la fotosfera, para poder ver las manchas solares, que son zonas donde la temperatura es más baja y eso hace que se aprecien unas manchas oscuras sobre un fondo brillante. Dos de las manchas eran de gran tamaño y llamaron mucho la atención de los asistentes.

También otro de los telescopios les mostró la fotosfera, pero en este caso a través de un prisma dicroico, que desvía más del 99,9% de la luz solar y permite apreciar la superficie del astro rey.

Otro de los microscopios, dotado con un filtro H-alfa les mostró el sol en su media atmósfera, denominada cromosfera, y pudieron admirar algunas de las famosas protuberancias solares que, como explicó Vera, son eyecciones de masa solar expulsadas por el campo magnético y recapituladas por ese mismo campo. Las protuberancias son en forma de arco y cambiantes cada día, por lo que no siempre se pueden admirar.

La actividad resultó muy gratificante para los asistentes ya que, como señaló el guía Starlight, el sol se suele admirar en amaneceres o atardeceres y “puede ser bucólico, romántico o sugerente, pero a través del telescopio es naturaleza en estado puro, en realidad es muy violento”.

La fiesta se realizó con motivo del equinoccio de otoño que, como explicó Alejandro Vera, es el momento del año –junto con el equinoccio de primavera– en el que el sol “sale exactamente por el este y se esconde por el oeste”, algo que no es del todo cierto durante el resto del año, porque solo en los equinoccios el sol ilumina de forma directa el ecuador de la Tierra. El hecho de que el sol esté sobre la línea del ecuador hace que el día y la noche tenga la misma duración en ambos hemisferios.

Una de las participantes, mirando por el telescopio, dotado con filtros específicos, para ver de cerca el sol

La actividad, además de didáctica, fue muy entretenida porque los participantes pudieron conocer los diferentes aparatos de observación que hay en Galáctica y también participar en una cata de vinos en la que el sumiller turolense Raúl Igual explicó la importancia que tiene la astronomía en la viticultura biodinámica. Se trata de una corriente que va más allá de la ecología y el manejo de las vides así como la fabricación del vino se realizan a partir de prácticas que, aunque no están respaldadas de forma científica, “se ha demostrado que funcionan”, comentó el experto.

Igual explicó que el precursor de la agricultura biodinámica fue el austriaco Rudolf Steinner, quien llevó la ecología al extremo y evitó todo tipo de productos químicos para apostar por tratamientos manuales, tanto en campo como en la bodega, que estaban muy pendientes del movimiento de los astros.

En los años 60 la alemana María Thun perfecciona estas técnicas que, a fecha de hoy, se siguen utilizando. No obstante, Raúl Igual señaló que en la provincia de Teruel no hay ninguna bodega que las practique, de ahí que uno de los vinos escogidos para la realización de la cata fuera el ecológico de Venta D’Aubert.

La actividad concluyó, con música, durante el crepúsculo a través del violín de Alberto Navas, que fusionó diferentes estilos de los últimos siglos, esgrimiendo la esencia del folclore gracias a un repertorio cuidadosamente seleccionado. Le acompañaron a la guitarra flamenca Nacho Estévez y al piano moderno Frankcho Gallego.

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