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Una pareja de Mar del Plata regenta desde febrero la panadería Virgen del Buen Suceso de Fortanete Una pareja de Mar del Plata regenta desde febrero la panadería Virgen del Buen Suceso de Fortanete
Sole Ciavatta y Pablo Zubimendi posan en la panadería de Fortanete, un negocio con 30 años de vida que gestionan ellos tras coger el relevo de sus antiguos dueños

Una pareja de Mar del Plata regenta desde febrero la panadería Virgen del Buen Suceso de Fortanete

Sole Ciavatta, Pablo Zubimendi y sus dos hijos dejan Argentina, se instalan en el pueblo y toman el relevo de Maria Dolores Monforte y Victorino Gómez
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Cruz Aguilar

Las tortas finas siguen apostadas en la estantería de la panadería Virgen del Buen Suceso de Fortanete junto a los almendrados y al pan, cocido al horno de leña a partir de una receta ancestral que se han ido pasando los diferentes panaderos del pueblo. También les ha llegado a los nuevos gerentes, Sole Ciavatta y Pablo Zubimendi, que además quieren darle aires frescos al negocio y combinar las pastas tradicionales, las de siempre del Maestrazgo, con el toque de los alfajores o el dulce de leche, cuya receta han importado desde su argentina natal.

Maria Dolores Monforte y Victorino Gómez buscaban relevo tras 30 años y un mes haciendo pan a diario. Necesitaban dejar el negocio por cuestiones de salud y lanzaron un llamamiento en noviembre. Primero lo hicieron entre sus conocidos, con el fin de ofrecer un futuro laboral a una familia de la zona, pero al no encontrar a nadie mandaron más lejos el mensaje, tanto que lo escucharon Sole Ciavatta y Pablo Zubimendi en Mar del Plata.

“Hemos estado buscando desde antes de la pandemia un rumbo nuevo para nuestra vida y encontramos el anuncio en una web donde los pueblos dan oportunidades de negocio. Mandamos el mail sin vistas a que nos llamaran, pero aquí estamos”, cuenta Ciavatta, que es pastelera profesional y especialista en repostería moderna. Relata que tuvieron un mes para tomar la decisión y vender todas sus pertenencias, dando nuevos aires no solo a sus vidas, sino también a las  de  sus hijos, de 11 y 16 años.

Las coloridas tartas y cupcakes recubiertas de llamativas cremas que hacía la pastelera marplatense contrastan con las magdalenas españolas que ahora cuece en el horno de leña de Fortanete. Sus recetas han cruzado con ella el charco, pero sus clientes tendrán que esperar algún tiempo para probarlas puesto que necesita un horno de convección eléctrico, que aspira a adquirir en los próximos meses. Ella es pastelera profesional y trabajaba desde su casa haciendo tartas para cumpleaños infantiles, bodas o bautizos. Su marido  lleva dos meses aprendiendo todos los secretos del amasado de pan porque en Argentina dejó también su antigua profesión.

La de la familia  Zubimendi Ciavatta no fue la única propuesta que llegó hasta el corazón del Maestrazgo para hacerse cargo del horno. María Dolores Monforte señala que la selección fue muy difícil: “Había días que llegaba a casa llorando”, reconoce, para añadir que “es como una lotería, nos decidimos por esta familia porque vimos que encajaba y que tenían muchas ganas e ilusión, pero nos dio pena por las otras personas que también querían coger el negocio”, apunta.

La nueva panadera de Fortanete, con una bandeja de tortas típicas del Maestrazgo

Ella y su marido se hicieron cargo del horno cuando se jubilaron los anteriores panaderos, Romualdo y Juana, tras 25 años de trabajo. De ellos aprendieron  muchas de las fórmulas culinarias que ahora han traspasado, junto al horno, a Sole y Pablo. “Las recetas de las pastas y el pan es la fórmula antigua, también comenzamos a hacer algunos productos de repostería que han funcionado bien”, comenta María Dolores Monforte.

La familia Gómez Monforte empezó de cero, levantando incluso el local que ahora han alquilado a los nuevos panaderos. El traspaso no tiene un objetivo económico, sino social. “No queríamos dejarlo sin que viniera otra familia a aprender, porque cuando cierras una puerta en un pueblo pequeño  es muy difícil que se reabra”, dice María Dolores Monforte. Por eso, dice que han hecho “todo lo posible” para que a los nuevos gestores les resulte viable, les salgan las cuentas y puedan vivir cómodamente en un pueblo que hacen mucha falta, tanto como vecinos como por ser los únicos panaderos.

Monforte plantea ellos han logrado que su horno siga encendiéndose cada día, algo que podría ocurrir en otros lugares. “Creo que es un camino que no sabemos recorrer, porque desde luego hay familias buscando ocasiones como esta y hay puertas que no se cerrarían pero se han cerrado por falta de comunicación”, lamenta.

Durante todo el mes de enero las dos parejas trabajaron codo con codo en el obrador de la panadería Virgen del Buen Suceso. María Dolores y Victorino les han dejado su horno, sus enseñanzas y una clientela acostumbrada a un pan cocido con leña de pino y elaborado con “una buena harina”, dice la antigua propietaria.

A cambio, han conseguido que una familia con dos hijos contribuya a dar vida a Fortanete. El municipio, con apenas dos centenares de habitantes y a 1.353 metros de altitud, poco tiene que ver con la ciudad costera de Mar del Plata, donde residen un millón de personas. “Al principio nos costó un poco, parecía que no había nadie en la calle”, comenta la nueva pobladora, quien reconoce que precisamente es esa seguridad de la que carecían en su lugar de origen lo que buscaban, sobre todo para sus hijos. “El pueblo nos ha encantado y la gente es muy amable con nosotros, están contentos de que estemos aquí porque no se ha cerrado la panadería”, argumenta.

Sole Ciavatta junto a un pedido de cupcakes que le hicieron en Argentina para una celebración

Un hermano en el País Vasco

Sole Ciavatta pisó España por primera vez el pasado 28 de diciembre, sin embargo ese viaje no fue el primero de su marido, que es hijo de un guipuzcoano y que ya había estado en dos ocasiones para visitar a su hermano mayor, que vive en el País Vasco desde el año 2001. Su hermano dejó Argentina con la crisis del 2001 y él, que es el pequeño –tienen otros seis hermanos entre medio– lo hace ahora.

Aunque conocían la experiencia del hermano de Pablo, que lleva ya más de dos décadas en España, la decisión de vender todas las propiedades con el fin de iniciar un viaje para el que no han comprado billete de vuelta nunca es fácil. Confían en que sus hijos, de 11 y 16 años, se adapten bien y socialicen pronto con otros chavales de su edad de Fortanete y de otros pueblos cercanos. Sole también anhela volver a coger su manga pastelera para introducir, poco a poco, la repostería argentina en los hogares del Maestrazgo.

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