

Antón Castro. periodista y escritor: “En Aragón descubrí que me encantan las personas, incluso los crápulas y mentirosos”
El Maravillas proyecta el 28 de junio ‘Cariñena, vino del mar’, biopic sobre el autor gallegoJavier Calvo arranca el rodaje de la película 'Cariñena, vino del mar'
Antón Castro recibirá el Premio Pilar Narvión por su trayectoria periodística
El periodista y escritor gallego afincado en Zaragoza Antón Castro acaba de publicar su último libro de relatos, Periferias del deseo (Pregunta), casi al tiempo que se ha estrenado Cariñena, vino del Mar, la película en la que Javier Calvo traza su biopic centrándose en el momento, clave en su vida, en la que abandona Galicia en dirección a Aragón, donde empieza a descubrir su vocación como escritor. La película se presenta en Teruel el 28 de junio (20 horas) en el Cine Maravillas, en presencia de su director y varios actores.
Afincado durante muchos años en varios pueblos de Teruel, la provincia nunca abandona del todo sus textos ni su memoria. Hace una semana visitó por última vez Teruel, durante la XXII Edición de la Asociación Aragonesa de Escritores y Escritoras, en la que participó como ponente.
-¿Cómo ha sido ver estrenada ‘Cariñena, vino del mar’?
-Ha sido una experiencia muy bonita. Y ya sé que siempre se dice que los libros son mejores que las películas, pero en este caso creo que la peli es mejor.
-¿Trabajó en el proceso de adaptación al guion?
-No he querido. Me daba un pudor enorme. Ya había encontrado una voz en el libro, un tono. Reencontrarla me daba pánico así que he preferido mantenerme bastante al margen. Lo único que he hecho ha sido leer versiones del guion y hacer pequeñas sugerencias. Por ejemplo, sugerí que había demasiados flashbacks a Galicia. Pero el guion es muy bueno. Cuenta muy bien lo que le pasa al chico —que soy yo— durante la vendimia, y que al mismo tiempo es un despertar a la vida, a la incertidumbre, de alguien que quiere ser escritor sin saberlo del todo.
-Hay una frase impactante, cuando con 19 años el protagonista asegura: “soy un licenciado en fracasos”.
-Con los años da risa, pero es que con 19 años te sientes así. Me fui de mi casa en Galicia, de mi mundo, incluso perdí mi lengua. Porque yo hablaba castellano perfectamente, escribía en castellano, pero antes de trabajar en El Día de Aragón, yo era escritor en gallego y hubiera podido dedicarme a ello porque había ganado muchos premios en Galicia.
-¿Cómo fue esa experiencia en la vendimia?
-Muy dura. Yo nunca había vendimiado. Era siempre el último en terminar, hasta que pasaron dos o tres días y logré ser el tercero o cuarto por la cola. Trabajar con gente mayor que tú y que te ganen te hiere el amor propio, pero aprendí mucho. Aquí descubrí que me gustan mucho los seres humanos, incluso los crápulas, los marginados, los mentirosos... La vida es un claroscuro. El viñedo también lo es y yo era muy inocente y necesitaba descubrirlo. Por aquel entonces mis experiencias sexuales eran escasísimas. Una vez, alguien me contaba que tenía un picadero, y yo en mi inocencia pensé que era de caballos. Me miraron como si viniera de la Luna.
- ¿Todo eso se traslada a la película?
-Sí, y también realiza giros muy bonitos. Yo tuve una mujer que fue mi protectora en la sombra, pero en la ficción aparece trabajando en las viñas. La actriz que interpreta a Palmira es Itziar Miranda, que está maravillosa. Y Nacho, su marido, también está muy bien. En esta película destaca la interpretación de los actores, que están excelentes. Y te aseguro que no es síndrome de Estocolmo.
-Casi al mismo tiempo que el estreno de la película se ha publicado Periferias del deseo (Pregunta Ediciones).
-Eso es, salió hace tres o cuatro semanas. Es un libro formado por una serie de relatos breves que giran en torno al deseo, al amor, la necesidad de compañía, a cómo te proyectas en los demás y ellos en ti. Tiene un componente bastante importante de azar, de casualidad, porque eso me interesa mucho. En ocasiones te cruzas con alguien en una consulta médica o en un taxi, por pura casualidad, y ahí puede haber un cuento. Contiene cuentos muy variados, de diferentes épocas y lugares, uno ruso, uno ambientado en Buenos Aires, otro en Alcañiz... He estado prácticamente diez años trabajando sobre él.
-Y supone un estimulante juego de géneros literarios...
-Siempre me han gustado los libros fronterizos, y me encanta ese género de poema-cuento, poema-en-prosa. Y también el género del microcuento, de los que también incluyo dos o tres ejemplos, que tienen más que ver con el poema, con el Haiku, con esa frase al estilo de Augusto Monterroso que parece mentira que pueda decir tanto con tan poco. Pero también es un libro de emociones humanas y de paisajes, como siempre. Sobre todo me interesa el paisaje, y plasmar los temas fundamentales a partir de él: la infancia, la memoria, el tiempo perdido... Anda por ahí Cruz, anda por ahí Sender, anda por ahí Teruel, porque yo he vivido muchos años en Teruel y eso es inevitable.
-Muchos años y en muchos lugares de Teruel.
-Donde más he estado es Iglesuela del Cid, seis años, y Urrea de Gaén, cuatro años y medio. Pero luego viví en un montón de pueblos en pueblos como Ejulve, Camarena, Cantavieja... En todos me he sentido muy bien y me doy cuenta de que, como le pasó a Labordeta, pero sin querer compararme a él, Teruel me cambió. Teruel me dio la capacidad de asimilar a todos los aragoneses como hermanos míos. Pero de verdad, no como una forma de hablar.
-De hecho Teruel está ausente de muy pocos de sus libros.
-Y tengo un libro inédito todavía, que se llama El centinela de las estaciones, que está dedicado por completo a Teruel a través de una serie de poemas.
-Hace pocos días tuvimos que despedirnos Joaquín Campo, editor calamochino responsable de Taula.
-Lo conocía mucho y era un personaje entrañable. Junto a Dionisio Platel de Taula había ocupado un espacio estupendo, que era el de la literatura popular, el mundo del humorismo que salía de los periódicos, lo sicalíptico con su punto sexual, y todo es mundo del baturrismo al que él supo darle cierto nivel. Y era todo un estudioso. Platel y él conseguían unos materiales maravillosos... conseguían textos, partituras y fotografías increíbles, que permitían descubrir muchos personajes. Campo era una continua fuente de sorpresas, generoso, y con un gran sentido de la dignidad por esos géneros que cultivaba. Era la demostración de lo ancho que es en realidad el mundo de lo intelectual.