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Darío Escriche cierra su proyecto Memorias d’arrel con una muestra en Valencia Darío Escriche cierra su proyecto Memorias d’arrel con una muestra en Valencia
Imagen de la exposición en el Centro Cultural del Carmen, en Valencia

Darío Escriche cierra su proyecto Memorias d’arrel con una muestra en Valencia

Su trabajo ganó la convocatoria anual CoSSos de arte
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Con una exposición física que ha tenido lugar entre el 8 y el 11 de septiembre en el Centro Cultural del Carmen, en Valencia, el artista turolense Darío Escriche ha concluido el proyecto artístico Memories d’arrel (Memorias de Raíz), que resultó seleccionado en la convocatoria anual CoSSos (Comunidades de saberes subalternos) del Consorci de Museos de la Comunitat Valenciana, y en el que ha estado trabajando durante los últimos nueve meses.

Uno de los objetivos de esta convocatoria artística es visibilizar colectivos sociales y relatos que habitualmente quedan fuera del discurso convencional del arte contemporáneo, y que suelen estar en peligro de exclusión social o cultural. En este sentido Diego Escriche ha aprovechado su experiencia como artista interesado en conceptos como el paisaje, la sostenibilidad y la biodiversidad, específicamente a través de la figura del árbol, para crear un proyecto que documenta, visibiliza y reivindica los conocimientos ancestrales del ser humano vinculados a la naturaleza y a los árboles, con los que en muchos casos construyó relaciones simbióticas, y que en la actualidad, producto del cambio y modernización de las relaciones económicas, tan solo subsisten en las comunidades rurales e, incluso en estas, de forma marginal.

Saberes del mundo rural

El propio Escriche explica que “el proyecto se centra en recoger los saberes que tienen las personas que pertenecen al mundo rural, un colectivo actualmente silenciado, que en muchos casos sobrevivió de forma oral y que por esa razón está en serio peligro de perderse”, debido al creciente ritmo al que se vacían los pueblos y al abandono de numerosos oficios y actividades comerciales e industriales que tenían a la naturaleza en su centro.

Memories d’arrel ha constado de tres líneas principales; una serie de talleres artísticos con diferentes colectivos, un audiovisual formado por entrevistas personales y una producción artística que ha constado fundamentalmente en una serie de grabados obtenidos con rodajas de tronco de especies arbóreas características de las zonas donde ha trabajado; los naranjos de las zonas costeras de Valencia; las sabinas del Parque Natural de la Puebla de San Miguel, en la comarca del Rincón de Ademuz; y los alcornoques de la Sierra de Espadán, entre otros.

El turolense Darío Escriche trabajando en su estudio de Nules

El audiovisual recoge, a través de 75 minutos, el testimonio de numerosas personas, desde pastores a agentes forestales, pasando por resineros, educadores, ganaderos u apicultores, entre otros, “que recogen ese tipo de saberes y experiencias que me interesan, y que cada vez son más minoritarios”. En muchos casos esos saberes tienen que ver con la subsistencia. Según Escriche, el parque de la Puebla de San Miguel está tan aislado y despoblado “que los árboles se han mantenido hasta el punto de que me atrevería a decir que no hay un sabinar tan puro en toda España”. “En los inviernos duros podaban las ramas alargando la vida de los árboles, de forma parecida a nuestros chopos cabeceros, haciendo unos árboles gigantes superantiguos, algunos de más de 1000 años”.

Esta relación simbiótica -cooperativa y beneficiosa para el ser humano y para el árbol- se da también en los alcornocales de la Sierra de Espadán. “Un alcornoque al que se le extrae la corteza absorbe más CO2 y el trabajo de regeneración, si está bien hecha sin dañar el árbol, le alarga la vida. Este tipo de cosas demuestra que la gestión de los bosques contribuye mucho más a su salud que las simples repoblaciones”, sostiene el artista de Fuentes Calientes.

Talleres artísticos

El audiovisual y los grabados obtenidos a partir de rodajas de tronco han sido la punta del iceberg del proyecto, a través de una exposición que ha tenido una gran repercusión gracias al prestigio del Centro Cultural del Carmen -cuya apretadísima agenda provocó que solo pudiera esta abierta cuatro días-, “aunque dado que la convocatoria del Consorci de Museus de la Comunitat de Valencia pone el énfasis en la implicación de los públicos, de los colectivos poco representados y de su relación con el arte contemporáneo, creo que la parte más importante del proyecto ha consistido en los talleres”.

Darío Escriche realizó en la Comunidad Valenciana más de una docena de talleres por los que han pasado más de medio centenar de personas de diversa procedencia. “Quise concebirlos como una especie de punto de encuentro, de mediación cultural, entre gente de ciudad sin conocimientos sobre los árboles o la naturaleza y gente de los pueblos que tiene menos acceso al arte contemporáneo y, por tanto, suele entender menos”. Con esos grupos Escriche trabajó la producción de grabado a partir del entintado de secciones de árbol, realizó experiencias relacionadas con la memoria a través del sentido del olfato, “en el que si eres de pueblo el olor de la sabina te lleva a la iglesia o al armario de tus abuelos, o si eres de ciudad probablemente no te diga nada”, y otras actividades relacionadas.

Imagen de uno de los talleres realizados por Escriche en la Sierra de Espadán

Mientras que Escriche no encontró diferencias de bulto entre el público valenciano y el turolense con el que ha trabajado en otras ocasiones en talleres similares, más allá de las provocadas por las diferencias en el paisaje, la altitud y las especies de árbol habituales, si que existen entre el público procedente de los pueblos y de las ciudades. “En general la gente de ciudad ya no sabe absolutamente nada sobre los árboles”, asegura. “Se han quedado en los pinos, y quizá en árboles frutales como manzanos o perales. Hacíamos un juego que muy pocos completaban, que consiste en coger la palabra BIODIVERSIDAD y nombrar una especie de árbol que empiece por cada una de sus letras, o al menos que la contenga”.

Por contra en el mundo rural sigue vigente de algún modo esa cultura más apegada al paisaje, “aunque ya pertenezca propiamente a otras generaciones”. Sin embargo siguen subsistiendo, en muchos casos, prejuicios sobre lo que es el arte contemporáneo. “Muchos lo siguen identificando con Arco y con la especulación. Confunden el arte contemporáneo con el mercado del arte, y les cuesta entender que registrar los conocimientos que ellos tienen puede estar perfectamente en el centro del arte contemporáneo, como ocurre en este proyecto”.

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