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El Museo de Albarracín se abre a ‘Una nueva realidad’ del pintor y escultor Ramón Boter El Museo de Albarracín se abre a ‘Una nueva realidad’ del pintor y escultor Ramón Boter
Ramón Boter (izquierda), durante la inauguración de la exposición en el Museo de Albarracín

El Museo de Albarracín se abre a ‘Una nueva realidad’ del pintor y escultor Ramón Boter

El creador catalán afincado en Teruel muestra su particular visión del mundo hasta septiembre
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Desde que Ramón Boter (Barcelona, 1954) arribó en Teruel hace ya doce años se ha convertido en uno de los referentes artísticos de la provincia. Aunque fue la pintura lo que le atrapó y entre pinceles se ha expresado como pez en el agua desde sus inicios, el barcelonés ha ido integrando progresivamente la escultura en su lenguaje, y de hecho algunas de sus obras más conocidas, como Amantes en el Jardín de San Pedro de Teruel, Maternidad en el Museo de Teruel o Equus y Lo eterno del Jardín de la Alegría de Cedrillas son volúmenes. Están creadas con una reconocible técnica de malla de color. Recuerdan a los diseños 3D sin textura creados a través del diseño por ordenador, pero a ellas llegó desnudando sus primeras esculturas en cemento, dejando ver su interior de entramado que sustentaba la piel de sus creaciones. Es precisamente ese interior de la obra artística lo que interesa a Boter, lo que a través del arte se revela bajo la superficie, bajo lo aparente.

Mirar más allá de lo evidente conduce al artista a la realidad auténtica del espacio, que con respecto a aquella no deja de ser Una nueva realidad. Así se titula la exposición de Ramón Boter que acoge desde finales de junio y hasta el 8 de septiembre el Museo de Albarracín.
 

Una de las pinturas que pueden verse en el Museo de Albarracín, que funden elementos impresionistas con otros típicos del expresionismo


Entre las siete esculturas que forman parte de la exposición, en algunas de ellas Boter vuelve a cubrir de piel algunas de sus creaciones, pero siempre dejando a las vistas fragmentos de ese entramado de alambre que sustentan la forma y por tanto constituyen la esencia de manera metafórica. Además Ramón Boter va más allá de la figura humana, que habitualmente recrea a través de la escultura, para crear también volúmenes animales, como gatos -que en la pintura le han acompañado desde hace años-, caballos o toros, inspirados estos últimos por la mitología clásica, de la que toman parte de su estética.

La pintura sigue integrando el grueso de Una nueva realidad, con 16 óleos sobre tela en diferentes formatos y una docena de obras hechas sobre papel, entre acuarelas, temperas y lápices de colores. Algunas de esas pinturas son muy recientes y están hechas ad hoc para la exposición en Albarracín, mientras que otras fueron terminadas hace varios años.
 

Los gatos son referentes habituales en parte de la obra de Ramón Boter


Boter hace gala de ser “pintor de conceptos, no de cosas”, y en sus paisajes se mezcla una suerte de impresionismo en el que la luz adquiere máximo protagonismo, así como el color vibrante y la pincelada suelta y viva sugiriendo un pequeño fragmento de memoria, acaso entresacada del viaje lúcido de los sueños, con elementos expresionistas, que modelan la realidad captada por los sentidos a través del filtro del artista que distorsiona las formas y los colores. Y sin llegar a ser un pintor matérico, Ramón Boter imprime la huella de su pincel a través de una pintura muy texturizada, una la que capas superpuestas y surcos de color granulan la superficie como para hacerla perceptible incluso al tacto.

Pintor de la intuición

Con todo, Boter se tiene por un “pintor muy intuitivo” y es enemigo de cualquier sobreanálisis de su obra, por cuanto reivindica la sencillez del arte entendido como una conversación entre el creador y la materia a través de la cual se expresa.

La intuición acerca de lo que está bien o está mal, la percepción de aquello que apoya lo que en cada momento quiere expresar, o incluso la empatía con el espectador que es depositario últio de la colección de sensaciones que la acción de pintar despiertan en el barcelonés afincado en Teruel es lo que le mueve a pintar como pinta. Busca la armonía, la geometría y la perfección, sabiendo que en un punto a medio camino entre la abstracción y la figuración se encuentra su lugar.

Comparada con su obra anterior, o con otras exposiciones que Ramón Boter ha protagonizado en Teruel -la primera individual tuvo lugar en la Sala Térvalis en mayo de 2017-, se certifica que su trabajo sigue evolucionando sin perder ni la coherencia estilística producto de una trayectoria consolidada y una voz propia, ni la conexión con la visión trascendente de la belleza a la que ha llegado un verdadero artista con experiencia en la reinterpretación del mundo.

 

La malla de alambre es una técnica muy reconocible en la escultura de Boter

Trayectoria

Ramón Boter es un artista nacido en el barrio barcelonés de Horta, que desde hace más de una década reside en Teruel, adonde llegó por motivos personales y donde ha encontrado un nuevo hogar y fuente de inspiración. Su vocación artística se manifestó desde muy joven: comenzó a pintar a los diez años movido por la fascinación que ejercían los pintores que se instalaban en plena calle a las afueras de Barcelona, por donde solía pasear con su familia. Desde entonces, la pintura ha sido una constante en su vida, aunque en los últimos quince años ha destacado también en el ámbito de la escultura.

Formado en la Escuela de Arte de Barcelona y discípulo de Ramón Sanvisens (1917-1987), la obra de Ramón Boter, que abarca tanto la pintura como la escultura, ha sido reconocida a nivel nacional e internacional, y ha recibido premios como el que recibió su escultural Equus, que fue expuesta en Japón, y el Nacional Camel Arte de escultura, cuya pieza galardonada puede verse en el Jardín de la Alegría de Cedrillas. En ese espacio Boter ha colaborado con otros artistas como Gene Martín o Lucía Villarrolla en proyectos colectivos, revelando su gran interés por el trabajo en equipo, los proyectos participativos y la experimentación en ese sentido.

Desde 2015, ha formado parte de todos los proyectos artísticos grupales que han surgido en la capital turolense, tanto como creador como en tareas de organización y comisariado.

Entre sus referencias se encuentran algunos de los grandes pintores universales como El Greco o Velázquez, así como Pierre Bonard o Marc Chagall.
 

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