

El Poborina Folk celebra sus bodas de plata con 5.000 personas bailando músicas de raíz
La sección infantil de Tambores de Teruel y la Ronda de Boltaña cerraron la XXV edición del festivalNi el calor sofocante ni la tormenta logran aplacar las ganas de fiesta del Poborina Folk
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El XXV Poborina Folk bajó este domingo el telón con el buen sabor de boca de un trabajo bien hecho después de que todos los actores del festival se fueran del Pobo una sonrisa dibujada en la cara. Los grupos festejaron la entrega de los asistentes que, actuación tras actuación, acompañaron a los músicos sin concesiones desafiando al calor de la sobremesa, a las tormentas de la tarde y al freso de la madrugada. Los comerciantes ambulantes volvieron a aligerar sus stocks y, sobre todo, a reunir a la familia poborinera que se ha construido en este cuarto de siglo. Y el público volvió a responder de sobresaliente.
Desde la asociación cultural El Ardacho, organizadora del festival, la valoración después de haber bajado el telón fue “muy positiva”. Los integrantes de este colectivo compartieron la tradicional comida de fin de fiesta y la conclusión fue que todo había “funcionado según estaba previsto” y que solamente el chaparrón de la tarde del sábado obligó a suspender la actuación infantil de la PAI “por motivos de seguridad”, especificó Sergio Zaera, coordinador del festival. Todo lo demás se pudo desarrollar sin más complicación que algún ajuste en la hora de inicio de los espectáculos. “Tener un recinto cubierto da mucha seguridad a la hora de mantener los conciertos y también para la gente”, destacó Zaera, a propósito del escenario principal, que ya cuenta con techumbre de obra.
Incluso después de que la lluvia ahuyentase a un buen número de asistentes, desde la organización se cuantifica en cerca de 5.000 las personas que han pasado por el municipio de menos de 100 habitantes a lo largo del fin de semana. Con tal afluencia de público, los conciertos fueron todos un hervidero de seguidores y los comercios artesanos y las food trucks instaladas en la zona de la báscula no pararon de atender a clientes, ni durante el sábado ni el domingo por la mañana hasta que se clausuró el festival. Solo el rato en el que la tormenta descargó sobre la zona la actividad se ralentizó, pero recuperó el ritmo tan pronto dejó de llover.
El alcalde del Pobo, Gabriel Gómez, hizo este domingo una “valoración muy positiva” del resultado del XXV Poborina Folk, y recordó que este aniversario sirvió para estrenar un mural con una foto de la Rondalla del Pobo, que cumple 60 años y de la que todavía queda un miembro fundador tocando en el grupo.
Gómez recordó cómo hace un cuarto de siglo unos pocos amigos apostaron por buscar alguna fórmula para que no se perdiera la festividad de San Juan, que “era una festividad que iba a menos hasta que un grupo de amigos inició el germen del festival. Hoy, el alcalde destaca que el Poborina se ha “profesionalizado”. También destacó el edil que en estos 25 años “no ha habido ningún altercado grave. Ni peleas ni destrozos. La gente es súper educada y viene a disfrutar del festival”, celebró Gómez.
El alcalde recordó también cómo el sábado, con los primeros episodios de la tormenta, bajó a las zonas de acampada acompañado de voluntarios de Protección Civil para comprobar que no había problemas de seguridad.
Un programa de infarto
El programa de conciertos del XXV Poborina Folk no dejó indiferente a nadie. Nelia De Andrés destacó las actuaciones de Luar Na Lubre, Pep Botifarra y Ghetto Kumbé, por la noche, aunque destacó, sobre todo, el cierre del festival con la Ronda de Boltaña. “Nos gusta mucho acabar con ellos”, aseguró.
Manuel Domínguez, letrista y músico de la Ronda de Boltaña, afirmó que el Poborina Folk “es una cita obligada para nosotros”, afirmando que han “apoyado siempre estas cosas y el ver el éxito que sigue teniendo el Pobo cada vez mejor es algo que da mucha satisfacción”. El acordeonista recordó cómo la construcción de la techumbre del espacio del escenario principal había dado una nueva dimensión al festival, que celebró este mes de junio sus bodas de plata.
El festival no solo resulta atractivo para los visitantes, sino que los propios comerciantes viven esta cita de una manera especial. Rachel Castillo lleva más de veinte años acudiendo a la llamada del Poborina. Señalándose el vello del brazo (“el pelo de la verdad”, aseguró) dijo que “tiene magia (...) poder juntarte con gente que ves de año en año y que cuando les ves se te ilumina la cara. Es algo muy mágico”, aseguró. Tan mágico le resulta que ni siquiera el hecho de que no sea la parada en la que más vende resulta óbice para su participación. Además, Castillo y su acompañante son los encargados de la sesión de Yoga en Familia que se celebró, como cada domingo del Poborina, en la era del castillo. “Al principio empezó siendo sólo yoga en familia y ahora viene gente de todas las edades, gente mayor, gente joven, solos, con y sin hijos y es muy divertido porque es algo como volver a tu niño a tu niña interior”, explicó.
A poco metros, la parada de Woody, como se hace llamar, se convirtió durante el fin de semana en una escuela de malabares y en un punto de venta de materiales para seguir practicando en casa. Woody explicó que ahora enseña “a los niños cómo hacer malabares para que no se pierda” ese arte.
Furgos y tiendas de campaña
Junto a la ermita, sobre todo, pero repartidas a lo largo y ancho de todo el municipio, las furgonetas camper, autocaravanas y vehículos de casi cualquier tamaño más o menos acondicionados para pasar la noche se arremolinaban aparcados casi en cualquier lugar el domingo por la mañana mientras sus usuarios se esforzaban por desperezarse.
El epicentro del campismo del Poborina estaba junto a la ermita, donde hay un área permanente de autocaravanas con servicios de abastecimiento de agua potable y vaciado de aguas grises. Alrededor de este punto, decenas de furgonetas campes y autocaravanas sirvieron de lugar de descanso a cientos de personas durante el fin de semana. Otros confiaron en opciones más sencillas, como las tiendas de campaña. Unos montaron las suyas propias y otros apostaron por alquilar una de las grampling, grandes tiendas de lona con capacidad para varias personas.
Después de haber pasado la noche en su furgoneta camper, Nelia de Andrés, de Valencia, recordó que su familia es “veterana” en el festival. “Llevamos viniendo desde hace seis años. Venimos en camper”, explicó. Junto a ella, su hijo Noé Díaz celebró el “aire fresco” que le permitió dormir a pierna suelta por la noche abriendo la ventana de la furgo. De entre los atractivos del Poborina, De Andrés destacó que a su familia le ha permitido crear un círculo de amistades que se encuentran en El Pobo de año en año.
Con su pequeña furgoneta como centro neurálgico, Carlos Homar y su familia disfrutaron todo el fin de semana del festival en su segunda participación. “El primer año vinimos en tienda de campaña y ahora, el segundo, en furgoneta”, relataron. Su vehículo se había transformado en un pequeño cobijo con una cama tendida en la parte de atrás y otra individual para un niño sobre la fila de asientos delantera.
Las posibilidades de disfrutar del festival junto a los hijos es una de las facetas más valoradas por los poborineros. “Es un festival que no es solo de adultos y eso para los que tenemos niños pequeños nos ayuda mucho”, aseguró Carlos Homar.
Entre los usuarios del servicio de glamping, el encontrar la tienda montada al llegar al Pobo y no tener que desmontar el domingo era el argumento más atractivo. Vicky Tena, de Cantavieja, con más de 20 ediciones a sus espaldas, explicó que “el hecho que tú vengas y ya esté montado es muy cómodo”, aunque lamentó el “jaleo” de las tiendas vecinas.
Internacionalización
“Poborina es único. Nunca había visto algo como esto y me gusta”, resumió Louise Fältskog, de Norrköping (Suecia). Esta mujer sueca debutó este fin de semana en el festival del Pobo y reconoció que podría resultar interesante para sus paisanos porque “es algo muy diferente a las opciones turísticas habituales, como la playa. Esto es otra cosa, en un pueblo muy rural” y reconoció que el próximo año volverá acompañada de su familia y sus amigas.
Louise Fältskog llegó este fin de semana de la mano de una amiga suya, habitual del Pobo, y reconoció que el festival había superado las expectativas generadas por su anfitriona. “Esto es aún mejor. Me gustan los bailes y la música de calle”, pero sobre todas las cosas destacó los tambores. “Creo que es lo mejor”, sentenció.
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