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Giovanni Agnoloni, traductor y escritor italiano: “La IA nunca podrá sustituir al ser humano traduciendo textos o en otras tareas creativas” Giovanni Agnoloni, traductor y escritor italiano: “La IA nunca podrá sustituir al ser humano traduciendo textos o en otras tareas creativas”
Fotografía reciente del traductor Giovanni Agnoloni. Méhes Károly

Giovanni Agnoloni, traductor y escritor italiano: “La IA nunca podrá sustituir al ser humano traduciendo textos o en otras tareas creativas”

Ortica acaba de publicar una edición en italiano de ‘La marea del tiempo’, de Raúl Carlos Maícas
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La editorial Ortica acaba de publicar la versión en italiano de La marea del tempo, el segundo de los diarios de Raúl Carlos Maícas publicado originalmente por Candaya en 2007. Giovanni Agnoloni ha sido el traductor del libro, con la colaboración del editor Alessandro Gianetti y la ayuda de la Dirección General del Libro, del Cómic y la Lectura del Ministerio de Cultura de España.

Fotografía de la portada para la edición italiana del diario de Maícas


La obra contiene una sucesión de textos críticos que analizan el presente de Maícas. Fueron escritos en los últimos años del siglo pasado pero están plagados de reflexiones y sensaciones universales en el tiempo y en el espacio. Agnoloni no solo ha traducido el texto de Raúl Carlos Maícas, sino que además incorpora una serie de notas a pié de página que permite ubicar a los personajes, lugares y referencias culturales que complejas pudieran resultarle al público italiano.

-La traducción de 'La marea del tiempo' fue una iniciativa personal suya... ¿cómo entró en contacto con este libro y por qué decidió que era necesario editarlo en italiano?

-No recuerdo exactamente cómo empezó todo, pero fue por lo menos hace quince años. Ya había traducido una primera versión de la obra, que le interesaba a otra editorial italiana. Desafortunadamente, poco después ellos atravesaron una fase muy difícil y tuvieron que cerrar. Entonces intenté buscar otras soluciones, que al final se manifestaron hace más o menos un año con la editorial Ortica, que decidió publicarla con la financiación del Ministerio de la Cultura español.

-¿Fue sencillo encontrar esa editorial, en este caso Ortica, dispuesta a editarlo?

Considerando nuestra previa relación de amistad y colaboración (obras que he traducido del sueco al italiano para ellos), no fue difícil.

-Para la portada de la versión italiana del libro se ha elegido una fotografía de Eva Black. ¿Fue decisión suya o de la editorial? ¿Por qué es apropiada esa imagen para el libro?

-Fue la decisión del editor, y nos gustó mucho, sea al autor sea a mí, por su resonancia con el personaje de la violinista que Raúl Maícas describe desde el inicio del libro.

-¿Conoce el resto de diarios que ha publicado Raúl Carlos Maícas? ¿Por qué le pareció pertinente la publicación, precisamente, del segundo de la serie?

-Fue inicialmente una decisión de la primera editorial, que luego no logró publicar la obra. Ahora, junto con mi colega Alessandro Gianetti, que ha editado mi traducción, estoy pensando proponer la traducción y edición de Días sin huella, el primero de los diarios de Maícas, escrito de 1993 a 1997.

-¿El proceso de traducción de ‘La Marea del tempo’ ha sido sencillo o complejo? ¿Qué retos le ha supuesto?

-Cada vez que traduzco me hundo en el texto, en la vida del autor y en sus resonancias musicales. A veces es más sencillo, otras veces es difícil, pero la dificultad no está necesariamente relacionada con la complejidad sintáctica o lexical de la obra. Hay novelas, cuentos o ensayos relativamente simples desde este punto de vista, pero con los que no consigo relacionarme tan profundamente. Con el texto de Raúl Maícas, que por supuesto no es nada banal lingüísticamente, he encontrado casi desde el inicio una afinidad casi perfecta. Digamos que un reto han sido las numerosas referencias a obras de autores y artistas españoles, franceses y de otras culturas que hay en el libro, y que me han impuesto la inserción de muchas notas explicativas, para ayudar la comprensión del lector italiano.

-El formato narrativo del libro es el diario personal... ¿Le atrae especialmente ese género? ¿Qué cree que aporta con respecto a la narrativa convencional, la novela o la poesía?

-Creo que es una forma íntima y sutil de comunicación entre el autor y sí mismo, antes de todo, y por consecuencia con los lectores. No hay filtros, y al mismo tiempo hay una riqueza intelectual que cierta literatura comercial – o de géneros específicos – no sabe expresar. Permite llegar al corazón de la identidad del escritor y de su mundo, y de apreciar los matices más secretos de su contexto (en este caso, el de Teruel) que pocos lectores italianos conocen, como si le pertenecieran o, de todas formas, hubieran pasado allí algún tiempo.

-Es quizá la versión más personal que puede tener la literatura, casi al mismo nivel que la poesía... ¿Hasta qué punto se puede trasladar a otra lengua el pensamiento de una persona sin ni siquiera conocerla?

-Linda pregunta; yo creo, y siento, que las líneas de una obra de cualquier tipo, hasta de un ensayo académico, llevan en sí la huella del carácter y de la sensibilidad del autor. Me ocurre incluso con los mensajes de texto que recibo por teléfono, y cada vez me sorprende más la correspondencia que luego descubro entre la impresión que me dio la primera lectura de las palabras escritas por una persona que no conocía bien, y quién ella realmente es como compruebo cuando la conozco. Imagina cuánto esto puede valer para una obra literaria, y sobre todo para un diario personal. Entonces, lo que siempre hago cuando traduzco – novelas, cuentos, ensayos o poesía – es sentir dentro de mí el mundo y la complejidad de la personalidad del autor, un poco como haría un actor con la parte del guión de la película sobre el personaje que va a interpretar, y luego transfundo este mundo, por supuesto respectando las estructuras gramaticales, sintácticas y lexicales del texto original, en la lengua italiana. En otras palabras, no se trata solamente de una traducción, sino también de una re-escritura (filológicamente correcta, claro) de la partitura original. Y el hecho de ser yo mismo un escritor me ayuda mucho en esto.

-¿Un traductor debe sacrificar muchos elementos en aras de que el público italiano conecte con un escritor español, de que el público de ese país comprenda completamente su mensaje?

-A veces es necesario adaptar un poco, pero no fue el caso de La marea del tiempo. Eso ocurre cuando hay expresiones intraducibles literalmente o referencias a obras totalmente desconocidas por los lectores italianos. Pero yo siempre intento respetar todo lo posible el texto original, para lo que añado notas cuando es necesario, para explicar lo que, de otro modo, sería casi imposible entender.

-La traducción no es un trabajo mecánico, sino que tiene también mucho de creación... ¿está de acuerdo?

-Absolutamente. Esa es la razón por la que siempre digo que el trabajo de los traductores literarios tiene que ser respetado más si cabe, ya que cuando se lee una obra traducida se leen las palabras del traductor, y no del autor. Estamos ante las ideas del autor expresadas con las palabras del traductor. Además, por la misma razón, estoy convencido de que va a ser imposible para la inteligencia artificial sustituir al ser humano en esta y otras actividades creativas. Como bien ha explicado en sus ensayos y entrevistas el inventor del microchip, Federico Faggin, los ordenadores no tienen, y por definición no van jamás a poder tener, conciencia, que es algo proprio de la naturaleza humana, y la premisa indispensable de cualquier actividad creativa y artística.

-En ese sentido, la responsabilidad que tiene un traductor, que da voz a un autor y le abre la puerta a todos los lectores de una lengua determinada, es enorme... abrumadora, incluso.

-Es como un salto dentro de otro mundo para conectar dos mundos diferentes. Al final, a pesar de las propiedades específicas de cada cultura y de los diferentes tratos antropológicos de cada nación y lengua, los sentimientos humanos siempre son los mismos. Y es algo muy importante, sobre todo en esta época, en la que aparecen muchas contraposiciones y muchos conflictos, pero también empiezan a verse crecer semillas de paz que necesitan ser incentivadas.

-¿Hasta qué punto debe implicarse un traductor a la hora de traducir una obra? ¿Debe intentar hacerla suya, de algún modo? ¿O eso significaría extralimitarse en sus funciones?

-Siempre hay una mesura de interpretación, como decía antes. Pero tengo que subrayar una vez más que el respecto filológico de la obra original es una premisa indispensable. Una vez que esto sea garantizado, el traductor tiene también la responsabilidad de hacer llegar al lector el mensaje contenido en el texto original de la forma más clara y eficaz posible. Eso implica que a veces son necesarias pequeñas adaptaciones, que no son traiciones -traduttore, traditore- de la obra traducida, sino soluciones para transmitirla mejor a los lectores de la versión (en mi caso) italiana.

-Usted ha traducido textos del Papa Francisco, de Joe Biden, Kamala Harris o Arsene Wenger, entre muchos otros... ¿Qué autores le han supuesto un mayor reto, y por qué?

-No tuve problemas con las obras de Papa Francisco y Arsène Wenger. En cambio, traducir las autobiografías de Kamala Harris y Joe Biden me requirió un trabajo de verificación y análisis de algunos aspectos de la jurisprudencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos, cuyas sentencias estaban mencionadas en muchos casos. Pero disfruté en el proceso, porque me gradué en Derecho con una tesis relacionada con el Derecho Constitucional americano. Gracias a ello pude añadir notas útiles a la comprensión del lector italiano.

Un reto especial fueron las traducciones del español al italiano de las obras del autor cubano Amir Valle, y sobre todo la de su novela Santuario de sombras (publicada en Italia por Golem Edizioni bajo el título Il santuario delle ombre) y de su reportaje Habana Babilonia (siempre publicado por Golem, y siempre con el soporte financiero del Ministerio del la Cultura español). Se trata de libros extraordinarios, pero tan ricos de cubanismos que tuve que buscar en muchos diccionarios y hacer muchas preguntas al autor, que por supuesto es mi gran amigo y co-traductor conmigo al español de mi primera novela Sentieri di notte (Las sendas de la noche, Ilíada Ediciones).

Por último, Ortica está a punto de lanzar una novela muy importante de la literatura sueca del siglo XX que he traducido este año, y que tal vez ha sido mi traducción más desafiante hasta ahora.

 

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