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Jacobo Julio Roger, director artístico de Matarranya Íntim: “Mucho se habla de la España despoblada, pero aquí hay vida y lo queremos reivindicar” Jacobo Julio Roger, director artístico de Matarranya Íntim: “Mucho se habla de la España despoblada, pero aquí hay vida y lo queremos reivindicar”
Jacobo Julio, durante la presentación de ‘Matarranya Íntim’. P.A

Jacobo Julio Roger, director artístico de Matarranya Íntim: “Mucho se habla de la España despoblada, pero aquí hay vida y lo queremos reivindicar”

Torre de Arcas acogerá el festival para que el teatro llegue a los pequeños rincones
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Jacobo Julio Roger, director del Matarranya Íntim, acumula una sólida trayectoria de más de dos décadas vinculada a la dirección escénica, la dramaturgia y la docencia. Licenciado por el Institut del Teatre de Barcelona, ha sido co-director del festival Cabanyal Íntim en Valencia y responsable de la compañía Francachela Teatro desde hace casi 18 años, entre otros. Su experiencia y compromiso con las artes escénicas, siempre con un enfoque próximo y transformador, le han llevado a consolidar Matarranya Íntim —que se celebra este fin de semana— como un referente cultural en el medio rural turolense.

- Para quienes aún no lo conocen, ¿cómo definiría en pocas palabras qué es Matarranya Íntim?

-Es un festival de artes escénicas de vanguardia que se celebra en el medio rural del Matarraña para poner en valor no solo nuestro patrimonio histórico y cultural, sino también el humano y el animal. Queremos visibilizar que aquí, en pueblos tan pequeños, hay mucha vida.

-Realmente, ¿de dónde viene el germen del festival?

-El festival nació inspirado en Cabanyal Íntim, un proyecto similar que surgió en el barrio del Cabanyal en Valencia para defenderlo de la demolición que pretendía el gobierno de Rita Barberá. Allí hicimos teatro literalmente contra las excavadoras, mostrando que había vida en esas casas modernistas que querían derribar.

Dos años después trasladamos esa misma filosofía al Matarraña, reivindicando que, aunque se hable tanto de la España despoblada, aquí sigue habiendo vida. Así, cada año nos movemos a un pueblo distinto, llevando propuestas escénicas de danza, teatro de objetos, títeres, nuevas dramaturgias, música y performance del máximo nivel que podemos permitirnos.

-¿Por qué este año se dará protagonismo a las ovejas y al pastoreo?

-En esta ocasión el festival se celebra en Torre de Arcas tras doce ediciones, donde hay apenas 44 habitantes y conviven unas 2.000 ovejas. Queremos que ellas sean figurantes, que atraviesen algunas actuaciones y así recordar que el pastoreo sigue vivo y es esencial para prevenir, por ejemplo, incendios como el que se está dando en Paüls. Si hubiera más pastoreo, muchos montes estarían mucho mejor gestionados.

-¿Qué tipo de propuestas hay este año?

-Pues este año tenemos una programación muy variada. Abrimos el viernes con la muestra del taller Matarranya a Escena, que se realizó el fin de semana pasado en el propio pueblo. Después vendrá Bambalina Teatre Practicable, una de las mejores compañías de teatro de objetos y títeres de la Comunitat Valenciana, que actúan con nosotros gracias a acuerdos y colaboraciones porque sus cachés son muy altos. Esa noche, además, habrá música con Efraín García y Los Malos.

-¿Y el sábado y domingo?

-El sábado empezaremos con una visita guiada para conocer el pueblo y a partir de ahí una programación intensa con piezas como Paella Dramàtika, donde el público picará cebolla mientras reflexionamos juntos sobre el problema de la vivienda; Ma casa, una comedia muy literaria, De la raó viurem, sobre conflictos familiares en torno a la herencia de viviendas, u Omelé, que habla de la convivencia entre amigos en pisos compartidos. Tendremos también Hannah Dels Tres Països, un teatro familiar sobre migración en una granja, y Helenas, que aborda cómo históricamente se ha usado a las mujeres como excusa para las guerras. Y el domingo habrá una cata de vinos de la bodega Venta d’Aubert, el pase completo de Levadura y cerraremos con el concierto de Túrnez & Sesé, en la ermita.

-¿Se mantiene entonces la esencia del festival de habitar espacios íntimos?

-Sí, totalmente, aunque no hablamos solo de espacios “cerrados”, sino sobre todo de espacios cercanos. No actuamos en la plaza de San Pedro de Roma, sino en plazas pequeñas, en escenarios de 40 cm de altura, en casas, comedores, bodegas, el horno comunal o la granja de Pedro. Este año, además, hay muchas piezas que se representarán en comedores.

-¿Qué representa el lema de este año, ‘el hábitat’?

-Cada edición elegimos un tema que consideramos crucial. Este año queríamos hablar del hábitat, del derecho a la vivienda, de cómo habitamos los espacios, porque en muchas ciudades la gente joven ya no puede acceder a una casa. También miramos nuestro propio hábitat rural, que compartimos con las ovejas, con el paisaje.

-¿Cómo consiguen que el público viva esa cercanía?

-Porque no son obras donde el público se queda en la butaca mirando. Aquí compartimos el mismo comedor, la misma bodega, estamos todos al mismo nivel. No se saca a nadie a participar, no hay voluntarios, pero sí se respira complicidad y cercanía.

-¿Cómo valoraría la implicación del pueblo?

-Ha sido impresionante. Cuanto más pequeño es un pueblo, más se vuelca. Aquí la gente ha abierto sus casas, ha puesto lo mejor de sí misma y para mí eso es el verdadero éxito.

-¿Qué destacaría como gran logro de todas las ediciones?

- Que hemos asentado un proyecto que habla del territorio, de sus problemas y sus bellezas, que involucra a los propios vecinos y que trae cultura de primer nivel. Aunque nos quita mucha vida, lo hacemos con amor y seguiremos mientras podamos.

-Para acabar, ¿necesita la cultura más apoyo?

- Muchísimo. No solo aquí, en toda Europa. Porque la cultura no es solo diversión, es educación, es herramienta para construir una sociedad mejor.

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