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Luz sobre un periodo fascinante y poco conocido: los felices años 20 y la II República Luz sobre un periodo fascinante y poco conocido: los felices años 20 y la II República
Ana Ubé, Francisco Burillo y la portada del libro

Luz sobre un periodo fascinante y poco conocido: los felices años 20 y la II República

Ana Ubé y Francisco Burillo repasan la historia política, pero también social y cotidiana, en la ciudad de Teruel
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Construir un relato de la historia local apto para todos los públicos pero sin caer en la simplificación de concebir la historia “como una sucesión de anécdotas y de simples curiosidades”, sino como “una herramienta para conocernos y comprendernos”, donde todos los posicionamientos ideológicos tienen cabida en la medida en que la tuvieron a lo largo de la historia, “y que contribuya a que los turolenses construyamos una identidad propia basada en el conocimiento”, y no en la autocomplacencia o el victimismo, lejos asimismo del chauvinismo excluyente. Ese es el objetivo, según sus propios autores -Fernando Burillo y Ana Ubé- de De la Dictadura a la II República en la ciudad de Teruel (1923-1936), el libro escrito por el tandem de autores y publicado por el Instituto de Estudios Turolenses y Prensas de la Universidad de Zaragoza.

La obra es la segunda de una trilogía sobre historia contemporánea de la ciudad de Teruel, que se completará en el futuro con un tercer libro que antecede cronológicamente a este, y que repasará el periodo desde la Restauración Borbónica hasta Primo de Rivera (1974-1923), y que, a su vez ,comenzó con Tras la memoria del agua, una obra que trataba un tema transversal pero de capital importancia en el desarrollo de la ciudad, la llegada del agua corriente a los hogares, y que en realidad cubría todo el periodo (1879-1951) analizado por los historiadores.

De la Dictadura a la II República en la ciudad de Teruel (1923-1936) aporta todas las referencias y datos históricos necesarios para ser accesible “a cualquier persona con inquietudes sobre la historia de Teruel, con independencia de sus conocimientos previos”, aunque hace especial hincapié en aspectos de la sociedad y del día a día esenciales para comprender la historia en su contexto, ya que son elementos que en ocasiones quedan fuera de los libros de historia. El libro dedica incluso un capítulo específico a la mujer, “del que estamos especialmente orgullosos”, según Burillo. “La mujer no aparece en los libros de historia porque se la busca donde no estaba”, sostiene Ana Ubé.

El Viaducto Viejo fue construido en 1929, años antes de que El Ensanche se levantara en Teruel

El libro arranca con un análisis histórico y social de la dictadura de Primo de Rivera, de 1923 a 1931, periodo poco conocido pero especialmente significativo porque fue un periodo revolucionario, de enormes cambios sociales. “Sin embargo aparece opacado porque después la II República tuvo mucha importancia política y repercusión histórica, lo mismo que la dictadura franquista”, asegura Burillo.

Eso no significa que fuera un periodo en blanco para Teruel ni mucho menos. “Desde el punto de vista político fue una dictadura y puede no tener mayor interés”, afirma el historiador, “pero socialmente nos encontramos en los felices años 20, con un gran auge económico y una entrada en la modernidad que supone un importante cambio social”.

Hasta la crisis de 1929 que lo detuvo todo y que preparó el terreno para el surgimiento de los fascismos, la sociedad europea y la turolense avanzaron a un ritmo casi sin precedentes. “Llegó el agua corriente, los desagües y el concepto del cuarto de baño fijo, que es revolucionario no solo por el cambio que supuso en la vida de los turolenses sino por su trascendencia a nivel sanitario e higiénico”, explica Ana Ubé.

Planificación del Ensanche según el modelo de ciudad jardín ideado por Luis González

Una gran revolución

La historiadora no duda en colocar esa década de los 20 al mismo nivel que el desarrollo social y cultural que vivimos en los últimos años, en la que las comunicaciones se han globalizado y se empieza a hablar de inteligencia artificial. Entonces fue época de entrar en la modernidad, de inventos revolucionarios como “la luz eléctrica en los hogares y en las calles, los primeros anuncios, el teléfono, el cine, la radio, que en su momento fue la herramienta que pudo democratizar la vida por excelencia... la vida y la sociedad cambió por completo en ese momento”, asegura la historiadora. “Y no solo fueron los inventos y novedades tecnológicas, sino también ideológicas. El final de la bonanza de los años 20 dio origen al ascenso de los fascismos, se preparó el terreno para la Segunda Guerra Mundial... fue una época revolucionaria y con muchísimas contradicciones”. En opinión de Ubé, una de las diferencias entre aquella sociedad y la actual, cien años después, es que “entonces existía una sociedad ilusionada y con esperanza respecto al futuro, sin el pesimismo que vivimos en la actualidad”.

En lo que no ha cambiado casi nada es que, igual que ahora, la modernidad de los 20 también llegó a Teruel con retraso y cuentagotas. El teléfono se implantó con muchísimos problemas en la provincia de Teruel, y de hecho no fue posible hablar con Zaragoza -aunque sí con Valencia- hasta después de la Guerra Civil, por lo que se siguió usando el telégrafo o el correo postal. Tardó en ponerse en marcha una centralita y cuando lo hizo no estaba a la altura de las necesidades de una capital de provincia, lo que significó un handicap para el comercio o la pequeña industria turolense.

La obra editada por el IET pone especial énfasis en la evolución de la mujer durante el periodo estudiado

El libro analiza un fenómeno que ejemplifica bien esa tendencia; el fallido ferrocarril entre Teruel y Alcañiz que se proyectó durante la dictadura de Primo de Rivera, en un intento de aprovechar la bonanza económica para construir una infraestructura transversal entre Baeza y Francia. La crisis de los años treinta detuvieron ese proyecto, y si bien fue un fracaso que afectó duramente al desarrollo y la vertebración de Teruel, también es cierto que no significó un punto de inflexión que determinara su declive. Según apunto Fernando Burillo, “las infraestructuras de transporte son necesarias pero no suficientes para el desarrollo. “Y tenemos el ejemplo de la Compañía Central Ferrocarril, cuando llegó a Teruel en 1901. Había muchas espectativas puestas en él que se frustraron, porque si bien el ferrocarril es capaz de transportar mercancías, es necesario que haya una industria que las produzca y una economía de consumo que las demande para que el desarrollo tenga lugar”.

Impulsores personales

Otro elemento que entran a analizar los dos historiadores es el hecho de que, por las particularidades del modelo social y político, durante las primeras décadas del siglo XX, en muchos casos el desarrollo dependía de personas individuales que actuaban como dinamos. En ese sentido Teruel se benefició de la llegada de muchos funcionarios de grandes capitales, “que de repente montaban alguna radio, o impulsaban el tejido asociativo”, pero que, en muchos casos, todo volvía atrás cuando éstos se marchaban. Ana Ubé pone varios ejemplos de entre los menos conocidos popularmente, como Víctor María Sola, un profesor de instituto que como concejal innovó en el urbanismo de la ciudad en los años 20, revegetando la ciudad, plantando numerosas acacias y comprando un tanque de agua para regar las calles y apagar pequeños incendios, o Antonio Floriano, arqueólogo y archivero, que descubrió y documentó el cementerio judío de Teruel en la actual carretera de Alcañiz, y que organizó todo el archivo de la capital, en un gran trabajo que prácticamente quedó abandonado después de él.

La II República

Mucho más conocido en la literatura popular, el periodo de la II República, es también apasionante. Y, cuando solo restan ocho años para su primer centenario, todavía polémico. “Nosotros vamos por el alambre”, explica Burillo, “hasta el punto de que se ven desmentidas las dos posturas actuales extremas, tanto aquellos que la tienen idealizada como quienes insisten en que fue un periodo diabólico”. La obra de Ubé y Burillo es integradora y rigurosa con todos los actores. “Somos críticos y nada autocomplacientes, pero con nadie. Cualquier posicionamiento ideológico desde el que se lea este libro se sentirá molesto en algún momento, así como representado. El resultado es un análisis de la historia inclusivo y no excluyente con todas las posiciones, que es lo normal en un contexto de democracia como el actual”.

Un tópico que sí trata de desmontar este libro, muy extendido por otra parte, es el que dice que la Guerra Civil Española fue una consecuencia de la República. “Esto es radicalmente falso. Desde luego la República tuvo sus problemas, muchos problemas y algunos muy graves, pero en modo alguno tuvieron como consecuencia la guerra”, asevera Burillo. “la guerra civil se originó como consecuencia de un golpe de Estado fallido. No podemos relacionar ambos periodos históricos”.

Aunque con grandes desigualdades económicas, los años 20 fueron una etapa de desarrollismo y crecimiento

Más allá de la política, los autores reseñan que “una de las principales huellas que dejó la República en la capital turolense fue el Ensanche, revolucionario porque se concibió para trasladar allí a la mitad de la población, y todavía sigue ahí”. El Ensanche de Teruel se construyó según los planos de Luis González, que sustituyeron a otros previos de José Antonio Muñoz, que habían quedado obsoletos. González presentó una propuesta muy moderna para la época, basada en lo que entonces se conocía como Ciudad Jardín, en el que el arbolado, las zonas verdes y las calles anchas y bien iluminadas tomaban el protagonismo.

La mujer

Otro elemento esencial en De la Dictadura a la II República en la ciudad de Teruel (1923-1936) es la figura de la mujer, a la que los historiadores dedican un capítulo específico, “del que estamos especialmente orgullosos”, asegura Burillo, y que se centra en el papel que le estaba reservado desde los años veinte y su progresivo ascenso social en ámbitos como el político y el laboral.

En este aspecto la prensa ha sido una fuente especialmente valiosa para los historiadores. “La mujer no aparece en los libros de historia porque, en esa época, no vas a encontrar mujeres en la política, en los sindicatos, en las instituciones...”, dice Ana Ubé. La prensa, sin embargo, sí que permite hacerse una idea realista del ritmo al que avanzaban sus derechos.

Como explica Ubé, la sociedad turolense de los años 20, como el resto de la española, se oponía a la incorporación laboral de la mujer desde postulados ideológicos cristianos. “En prensa se leía que mantenerse fieles a las costumbres tradicionales -entre las que se incluía que la mujer se ocupara exclusivamente del hogar- era cumplir un mandato divino, al punto que si la mujer procedía de una pequeña parte del hombre, la costilla, era natural que solo tuviera una parte de sus derechos”. “Sin embargo”, continúa la historiadora, que trabaja en la Biblioteca de la Uned en Teruel, “en 1928 comenzó una campaña en prensa turolense, que saltó a la regional que iba en contra de la incorporación laboral de la mujer desde una perspectiva más económica. Se decía que, de seguir así, los hombres, faltos de trabajo, solo les quedaría la solución de buscarse una funcionaria que los mantuviera”. “Y todo esto no eran habladurías o sottovoce, sino que se escribía en los periódicos”, añade.

En lo social, el papel de la mujer fue relevante en el abastecimiento de productos en los hogares y también en las actividades religiosas. En el primer ámbito se dieron varias manifestaciones o irrupciones en oficinas públicas, tanto con Primo de Rivera como con la República, en que las mujeres reclamaron la llegada del agua corriente o la bajada de precios de alimentos básicos.

Y en lo religioso, la mujer intervino públicamente a través de organizaciones católicas que pedían el mantenimiento de la moral tradicional, con mujeres, denominadas estropajosas en la época, que en ocasiones iban de casa en casa.

Con todo, los años 20 fueron los que vieron como la mujer se incorporaba, muy poco a poco, a la vida política de la ciudad. “En el Estatuto Municipal de 1924 se reconocía el derecho al voto de la mujer”, aunque de facto estaba muy limitado “porque debían concurrir varias condiciones, entre otras que fueran cabezas de familia”, algo nada habitual. Pero de esta época datan las primeras concejalas que tuvo Teruel, Primitiva del Caño y Magdalena Martín Ayuso, que además entraron en el equipo de Gobierno  municipal de 1925. “Y Primo de Rivera quiso que en la creación de la Asamblea Nacional Constituyente de 1926 votaran las mujeres, porque además pensaba que iban a apoyarlo. Pero no pudo ser porque no se hizo el censo femenino necesario para que votaran”.

Cuando la II República instituyó el voto femenino, se dio un salto cualitativo en este sentido porque todas las organizaciones políticas turolense, el Partido Radical Socialista y la conservadora Acción Nacional fueron las primeras, “se apresuraron a crear las primeras asociaciones feministas, con el objeto de ganarlas para sus causas”.

Este capítulo sobre la mujer es una de las joyas del libro, “por el cariño que le hemos puesto”, explica Ana Ubé, “y por el gran trabajo que ha llevado elaborarlo”, ya que no se nutre de los documentos habituales en historiografía, sino de cientos de artículos e informaciones dispersas en periódicos, memorias, cartas y muchas más.

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