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Manuela Saborido, ‘Manolita Chen’ artista, empresaria y referente en la lucha por los derechos del colectivo LGTBI: “En los colegios no me querían porque decían que yo contagiaba a los niños” Manuela Saborido, ‘Manolita Chen’ artista, empresaria y referente en la lucha por los derechos del colectivo LGTBI: “En los colegios no me querían porque decían que yo contagiaba a los niños”
Manuela Saborido, ‘Manolita Chen’, sostiene la bandera trans

Manuela Saborido, ‘Manolita Chen’ artista, empresaria y referente en la lucha por los derechos del colectivo LGTBI: “En los colegios no me querían porque decían que yo contagiaba a los niños”

La activista ofrecerá este miércoles una charla en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de Teruel
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José Luis Rubio

Manuela Saborido, Manolita Chen, es una mujer de los pies a la cabeza, una señora de armas tomar, una luchadora que al frente de una fundación particular que lleva su nombre (el artístico) se encarga de proteger a los pequeños que son repudiados por su orientación o identidad sexual. Más allá de ser la primera mujer trans en inscribir su nombre sentido en su DNI o de haber sacado adelante una familia de cinco hijos, Manuela Saborido, Manolita Chen, es un oasis de rasmia, de orgullo y de principios. Este miércoles pronunciará en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de Teruel (18:00 horas) la charla Memoria, resistencia y justicia social. Una vida trans frente a la dictadura y la exclusión.

-¿Cuál es el motivo de su charla en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas?

-Lo primero de todo, porque me han invitado. Y segundo, voy reivindicando nuestros derechos, nuestra libertad y nuestra dignidad como personas.

-¿Cómo fue salir del armario durante la dictadura?

-Yo nunca salí de ningún armario, nunca, porque desde que tengo uso de razón he sido mariquita. Era un niño que era una mariquita, que era una niña. Y cuando no se me admitía, cuando no se estaba de acuerdo, lo que hacía yo era sufrir. Sufría porque se me rechazaba por ser una niña. Mi familia y vecinos todavía me dicen “Manolo”, cuando llevo más de 70 años vestida como mujer. “Si es que no te puedo decir Manolita”, me dicen ... ¡pues que no me lo digan!. Que no me digan ni Manolo ni Manolita, que no me digan nada. Yo soy una mujer que me he casado, que vivo con un hombre desde hace 28 años, que siempre he estado como una mujer con mis hijos y mi casa. Yo no sé qué más se necesita para que, aunque solo sea por respeto, me traten como a una mujer y no como un hombre. No entiendo que todavía haya personas con esa mentalidad.

-¿Era más difícil entonces explicar que usted era una mujer, en contra de lo que ponía en su partida de nacimiento?

-Yo fui la primera mujer que se cambio su nombre en España, fue en 1983 o 1985, ya no me acuerdo. Pero fui la primera que cambió su nombre en su DNI, cuando ni había ley ni nada. Yo luchaba por mis cosas y por ser lo que soy. Soy una mujer, la primera que adoptó cinco hijos y la primera de lo que ahora se dice trans, aunque esa palabra no me gusta nada. No me gusta que me traten como a una mujer trans porque ¿qué es una mujer trans? Yo soy una señora, por donde quieran que me busquen yo soy una mujer. ¿Que he sufrido? sí. Me han metido en la cárcel, he estado en un campo de concentración y se me ha aplicado la Ley de Vagos y Maleantes, he visitado todas las cárceles y todavía tengo callos en las muñecas de todas las veces que me han puesto las esposas. Pero yo siempre he luchado. ¿Que no querían los labios rojos? Yo me los ponía más rojos todavía, ¿que no querían que me pintara? pues los rabillos hasta las orejas ... Esa ha sido Manolita. Me ponía unos tacones de 14 centímetros, que no podía ni andar con ellos.

-¿Cómo vivió usted la transición?

-Yo quería ser una mujer de mi casa, poniendo mi cocido todas las mañanas, haciendo el desayuno a mi marido y a mis hijos. Yo no me daba cuenta de nada de eso. He vivido como una señora y sigo haciéndolo todavía.

-Decía usted que ha trabajado por hacer más fácil la vida a las personas del colectivo.

-Y sigo haciéndolo todavía. Tengo una fundación para que ningún chico, chica o chique sufra ni que esté en la calle durmiendo en cartones o que esté en un coche y que se muera allí. Eso no lo voy a permitir y esa es mi lucha. Por eso voy a tantos sitios. Yo no tengo caché, pero a cada sitio que voy, algo se me da. Y con eso le doy de comer a tanta gente que tengo. Tengo en la fundación nueve casas abiertas en las que ahora hay cerca de 40 (personas) y en este año ya han pasado 138.

-¿Cómo se sostiene la Fundación Manolita Chen?

-Yo no tengo subvenciones. Esto sale de lo que yo voy ganando, de lo que voy sacando. Yo voy a todos los sitios, este año he hecho 19 Orgullos dando charlas y conferencias y lo que sea, y cada uno ha dado lo que ha podido para dar de comer a mis niños. Además, vendo libros, que ya tengo siete. También tengo lotería de la fundación. Y así voy sacando mis niños adelante, hasta que España me dé una subvención de una vez.

-¿Qué sensaciones le generan los discursos que ensalzan el franquismo y que anhelan la vuelta a una dictadura?

-Yo no quiero hablar de esto porque tengo una fundación y tengo que comer y darles de comer, pero eso viene de donde viene. Pero ahora están sacando banderas y gritando “viva el dictador” y cantando la canción de aquellos tiempos. Eso está todo organizado. Yo soy antipolítica porque mi política es la que yo llevo. Es verdad que estamos mejor, más libres ... pero las cosas no se han terminado de hacer y el colectivo tenemos que luchar. No solo hay una Manolita, porque hay muchas Manolitas en España. Si no se lucha, iremos de nuevo para atrás y nos tirarán en las cunetas y nos pelarán como me pelaban a mi, y nos violarán como me violaban a mi cuando me daban patadas en la barriga y me hacían de todo. Porque una vez, en Los Palacios, un pueblo de Sevilla, me metieron en un campo de concentración que era una casa grande en medio del campo. Allí me daban electricidad en los dedos y me metían un palo por mi culo porque decían que así me curaba. Eso es lo que no podemos permitir para que a nadie le apliquen la Ley de Vagos y Maleantes o la de Peligrosidad Social.

-Y para eso ha creado la Fundación Manolita Chen...

-Yo no sé leer ni escribir porque en los colegios no me querían porque decían que yo contagiaba a los niños, y con 7 años yo ya estaba trabajando. Eso es lo que no voy a permitir que le pase otra vez a ningún niño ni niña. Eso es lo que yo hago, no hago otra cosa. No molesto a nadie. Respeto a todo el mundo. Para cualquier mariquita al que no quieren sus padres o que llegue de otro país huyendo del maltrato o porque le van a matar, aquí está Manolita Chen con sus 82 años. Y no voy a parar, esa es mi lucha.

-Sobre esto último, ¿las personas migrantes que pertenecen al colectivo son un grupo especialmente delicado?

-Sí que es muy delicada. No podemos sacarles fotos ni nada. No pueden salir en ningún sitio. No permitimos que se le haga una foto a ninguno de los que tenemos. Tenemos muchas lesbianas, que tampoco las quieren en su país. Ni en España, no las quieren sus padres. Por eso, no permitimos que cuando vienen las visitas usen el móvil para que no se hagan fotos. Solo a alguno le hemos permitido fotos, pero de espaldas. De la cara no se les hace porque tenemos miedo, mucho miedo. Este lunes, en Jerez, ha habido otro intento de muerte a otro chiquillo en el colegio por bullying.

-A pesar de la amenaza de darse pasos atrás en los derechos de las personas del colectivo, ¿no es verdad que la sociedad, o buena parte de ella, ya tiene interiorizado que hay personas que se salen de la norma del cis hetero patriarcado?

­-Eso no está tan claro. Está pasando que hay personas que si te pueden poner un calzo, te lo ponen. Yo siempre digo que, gracias a Dios, yo soy respetada. Soy una persona muy respetada y muy querida, pero yo sé qué se le hace a muchas personas. Sobre a las lesbianas, que han sufrido más que las mariquitas, siempre. Son las que sufren más, incluso más que los trans. Una lesbiana se moría de reconocer que le gustaba una mujer, y como la lesbiana oliera un poquito a macho, la sociedad ni la miraba. Porque los mariquitas hemos servido de circo, porque nos llamaban a una boda para contar cuatro chistes y hacer cuatro cosas de maricona haciendo así con las manos y con el muslo, entonces te daban una tapita de morcilla y un refresco de naranja o de limón. Nos querían un poco más porque servíamos de cachondeo, y la sociedad se reía sin pagar una peseta en lo que era un circo para ellos. Por eso estábamos un poco mejor considerados porque les hacíamos gracia. Pero en cuanto terminaba el cachondeo, te despachaban.

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