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Marta Sanz: “No tendría nada contra los ‘bestseller’ si no creyera que están colonizando la literatura” Marta Sanz: “No tendría nada contra los ‘bestseller’ si no creyera que están colonizando la literatura”
Marta Sanz, en una imagen tomada en la Semana Negra de Gijón. EFE / Juan González

Marta Sanz: “No tendría nada contra los ‘bestseller’ si no creyera que están colonizando la literatura”

La escritora madrileña presenta esta tarde en la Biblioteca Nacional el último número de Turia
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Marta Sanz Pastor (Madrid, 1967) es escritora y una de las voces críticas sobre literatura más apreciadas en España. Autora de ensayos como Monstruas y centauras, poemarios como Perra mentirosa o La vida secreta de los gatos o novelas como Farándula (Premio Herralde), Susana y los viejos (finalista del Nadal) o Los mejores tiempos (Premio Ojo Crítico de Narrativa), colabora habitualmente en El País, Público y El Cultura de El Mundo.

Además es una de las colaboradoras habituales de la revista literaria Turia, cuyo nuevo número presenta oficialmente esta tarde en Madrid. El acto tendrá lugar a partir de las 18.30 horas en la Biblioteca Nacional de Madrid.

-Durante el acto en la Biblioteca Nacional incidirá en el cartapacio que la nueva Turia publica sobre Franz Kafka, coordinador por Isabel Hernández...

-Sí, voy a hacer de una especie de medium con un recorrido que quiere ser humilde y modesto entre el lector y los textos que han preparado mis compañeros, muy documentados y sabios. Una de las cosas más importantes cuando hablamos de autores como Kafka es que lo tenemos absolutamente metabolizado. Podemos no tener un discurso académico, incluso podemos no haber leído a Kafka, pero todos entendemos perfectamente el significado de la palabra kafkiano, y la usamos porque forma parte de nuestro diccionario habitual, cuando nos referimos a algo absurdo, angustioso... Eso mide la grandeza de un autor, el hecho de que lo incorporemos a nuestra forma de pensar sin decir explícitamente que hemos leído La metamorfosis. Solo les ocurre a los grandísimos autores, como Kafka, Cervantes o Fernando Rojas... escritores que han pasado a formar parte de la vida común.

-Más allá de la conmemoración de los 100 años de la muerte de Kafka... ¿qué pertinencia tiene hoy en día?

-Kafka es un escritor que tiene una obra muy concentrada y al mismo tiempo muy poliédrica. Habla de lo grotesco y de la violencia que a veces se ejerce desde el poder. También es un autor que tira mucho de su autobiografía, aunque pueda no parecerlo, para reflejar tocas las contradicciones del mundo que le toca vivir. Escribe en alemán en una Chequia absolutamente convulsa, tiene una relación complicada con su padre y con la propia literatura... Tiene una serie de características que hacen de él un autor completamente actual.

-Siendo un autor bien investigado e interpretado... ¿qué aporta al análisis literario el dossier que publica el nuevo número de la revista Turia?

-Teniendo en cuenta lo que he comentado antes, que Kafka es uno de esos autores que nuestra sociedad tiene completamente metabolizado, leer este cartapacio que se publica me ha hecho darme cuenta de que, frente a eso, hay ocasiones en las que utilizamos su nombre en vano, con una perspectiva a veces algo desviada. Este cartapacio saca la figura de Kafka de ese lugar común, que da grandeza pero que en ocasiones no le hace justicia. Además una de las características de Kafka es su impenetrabilidad; no es un autor fácil de comprender y eso hace que cada época, y prácticamente cada individuo, ilumine la obra de Kafka desde una perspectiva diferente. Eso nos lleva a poder y a tener que reinterpretar a Kafka continuamente, y este dossier de Turia aporta el criterio necesario para ser capaz de hacer esas reinterpretaciones.

-Turia también habla en esta ocasión sobre el fenómeno de ‘bestseller’, como una manifestación de una literatura de masas, en el peor sentido del término... ¿qué opina al respecto?

-No tendría absolutamente nada en contra del bestseller ni de la literatura comercial si no tuviera la sensación de que lo comercial y el bestseller están colonizando la literatura hasta el punto de una auténtica invasión. Existe una idea de la cultura espectacularizada que tiene que ver con la sociedad de consumo, que es una mirada muy restrictiva sobre el propio concepto de cultura, y que debería ser objeto de reflexión. Por lo demás me encanta la novela de entretenimiento, la leo, me gusta mucho Agatha Christie... pero no puedo evitar sentir que con esta colonización la cultura está perdiendo su vínculo con la educación y el conocimiento.

-Usted ha dicho que la literatura no puede existir sin posicionamiento ideológico... ¿el concepto de novela de entretenimiento no sería un ejemplo de lo contrario?

-Es absolutamente imposible hablar públicamente, introducir un discurso o realizar una propuesta artística en el espacio público sin que eso implique un posicionamiento ideológico. Y la actitud que tiene el bestseller ante la cultura es profundamente ideológica, en el sentido que hemos comentado antes. Otra cosa es que no debemos confundir ideológico con político. Todas las propuestas artísticas -y la literatura lo es- son ideológicas porque expresan una visión del mundo, pero solo unas pocas son además políticas. Y yo soy partidaria de que los posicionamientos ideológicos y además políticos no desvirtúan la literatura per se. La política no tiene necesariamente que manchar la política, porque existe literatura política que no es ni mucho menos panfletaria.

La madrileña presentó en Gijón su última novela, ‘Persianas metálicas bajan de golpe’ (Espasa). EFE / Juan González

-Escribe ensayo, poesía y artículos periodísticos de diferentes naturalezas, además de narrativa. ¿Los géneros son diferentes caras de lo mismo, y por tanto deberían ser igual de familiares para un escritor?

-Yo comparto esa visión de la literatura global. Mi vivencia personal es que cuando me pongo a escribir parto de una pregunta, de una inquietud, malestar, alegría... y eso que quiero compartir busca su propia forma. En esa búsqueda no me ciño estrictamente a las normas de un género, sino que vas indagando y eso a veces te lleva a hibridaciones, a géneros mixtos. Creo que cada cosa busca su propio lenguaje, una novela policíaca, un poema, un ensayo... y eso me hace transitar por unos lados y por otro, y sobre todo cuestionarme continuamente las fronteras entre los géneros.

-No obstante, ¿existe algún género, algún planteamiento formal, que le resulte especialmente cómodo?

-Yo escribo desde un lugar muy cómodo que se llama contractura. Siempre estoy incómoda, y eso es importante, porque cuando escribes desde la complacencia y desde el sentirte bien no sueles asumir riesgos que pueden ser muy interesantes. Dicho esto, reconozco que mi vocación nació como lectora de poesía. Empecé leyendo y escribiendo poesía, desde muy pequeña, y me reconozco mucho en esos textos poéticos aunque, curiosamente, mi trayectoria más conocida tiene que ver con la novela. Pero parte de mi narrativa no es estrictamente novela, porque Clavícula, por ejemplo, es bastante inclasificable en ese sentido. Cuando escribes desde esa contractura de la que te hablo, a veces los poemas se te van por los derroteros de la prosa, y viceversa.

-Su última y reciente novela toca un género que me encanta, la distopía. En ‘Persianas metálicas bajan de golpe’ (Anagrama) aborda el asunto de la inteligencia artificial. ¿Es usted catastrofista?

-No, no lo soy. Creo que más que distópica, Persianas metálicas bajan de golpe es una novela realista. Usa el mecanismo de la sátira, de la exageración y del humor deformado para compartir con la gente algunos asuntos de nuestra realidad que me preocupan. Uno de ellos es la asunción papanatas de la tecnología. Yo no estoy en contra de las nuevas tecnologías, ni del progreso, de las redes, ni de la IA; pero una cosa es eso, y otra distinta no verlo con un ojo crítico sobre los usos perversos que puede hacerse de esas herramientas, porque los hay. Esas herramientas modifican nuestra forma de aproximarnos a la realidad, de entender la política, lo social, lo afectivo... y no digo que eso sea peor, digo que es distinto, que tenemos que ser conscientes de esa transformaciones, de que se está desarrollando a un ritmo vertiginoso, y de que puede redundar en un mayor bienestar o en todo lo contrario.

A veces usamos argumentos muy simplistas con respecto a este tipo de críticas. Las distopías no son reaccionarias por sí mismas. Las hay que utilizan el mecanismo de anticipación para señalar las grietas que existen en la realidad presente. Y si no las señalamos, el futuro se escapa de nuestro control. Tenemos el problema de estar sumidos en el discurso del positivismo que es devastador, como una apisonadora sobre los más desfavorecidos, donde todo tiene que ser aceptado. Pero la queja, la reivindicación, ver los ángulos muertos de una realidad que a veces no se quieren ver, pero ahí están, no produce desesperanza ni parálisis, sino que te ayudan a espabilarte y estar preparado.

-¿Está con la promoción de esa novela, o ya se ha embarcado en la escritura de algún nuevo proyecto?

-Yo estoy en permanente funcionamiento en relación a la literatura. Hago muchos encuentros y presentaciones, y hace unos días estuve en la primera edición de la Feria del Libro de Castro Urdiales. Me encantan este tipo de ferias, las grandes pero también las chiquititas, o las que empiezan, como esta. Pese a todo ya estoy acabando la que será mi próxima novela, que espero que salga publicada a finales de septiembre. No estoy muy segura, pero creo que este será uno de los libros que forman parte de mis textos más autobiográficos, como es el caso de Clavícula o La lección de anatomía. Por contarte alguna cosa de él, puedo decirte que utiliza la metáfora del propio cuerpo para hablar de algunos asuntos que son importantes para mí.

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