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Quinto centenario de una aparición anunciada por un condenado a muerte Quinto centenario de una aparición anunciada por un condenado a muerte
Ruinas del Convento de Monte Santo de Villarluengo, quemado en el siglo XIX por los isabelinos tras ser utilizado como fuerte por los carlistas. Museo Virtual del Maestrazgo

Quinto centenario de una aparición anunciada por un condenado a muerte

Un pastor encontró la estatuilla en 1522, 16 años después del vaticinio
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La imagen de la Virgen de Monte Santo fue hallada en la loma de San Cristóbal de Villarluengo por el pastor Juan Herrero en 1522, pero no fue algo totalmente inesperado, ya que según la tradición 16 años antes, en 1506, otro personaje del mismo nombre lo había anunciado. Lo hizo en las últimas palabras que pronunció antes de ser ahorcado por un asesinato que negaba haber cometido y en las que anunció también que en el lugar del hallazgo se fundaría un convento para venerar a la virgen, tal como recoge Enrique Royo Martín en su libro Águilas Imperiales en Monte Santo sobre la historia del monasterio. El vaticinio se cumplió: cuando seguía a unos carneros, el pastor encontró la imagen tallada en ónice, de unos once centímetros de altura. Unos años después, en 1540, se fundó en el lugar del hallazgo el convento de Monte Santo, que ocuparon las monjas franciscanas al año siguiente.

Fundación

Su fundadora y primera ministra o abadesa fue Sor María de Jesús Balfagón, oriunda de Villarluengo, que hasta ese momento estaba al frente del convento de La Puridad de Valencia. La acompañaron en esta etapa fundacional otras tres monjas: Catalina Pérez, Juana Terrades y Magdalena Benedito.

En su libro sobre la familia Balfagón, Manuel Gil ha tratado de aproximarse a la figura de Sor María Balfagón y a sus orígenes. Considera que pudo ser hija de Domingo Balfagón, que en un testamento de 1508 nombra a sus hijos: Martín, Domingo, Antón, María, Margarita, Violante y Catalina.

Otro posible candidato a ser su padre es Martín Balfagón, cuyo testamento de 1545 menciona a sus hijos Martín, Joban, Antón y María.

Gil refleja un vínculo previo entre este último y la imagen de la Virgen de Monte Santo. Tras hallarla, Juan Herrero se la llevó a su casa y la colocó debajo de un dosel en un pequeño altar. Su mujer dio a luz una niña y sus padrinos, entre ellos Martín Balfagón, vieron la estatuilla y preguntaron por ella al pastor, quien les explicó que la había encontrado en el campo. “Dixo encontes Martin Valfagon (que era padrino de aquel baptizo) Esta cosa santa es, y nosotros somos pecadores, y no merecemos tener cosas santas en nuestras casas”, unas palabras recogidas por Fray Juan Carrillo en 1610 y que instaban a depositar la imagen en un lugar sagrado donde pudiera ser venerada.

En su búsqueda por los archivos, Manuel Gil siguió encontrando diversos documentos sobre la vida en el convento en los años posteriores a la fundación.

Siglos después, durante la primera guerra carlista, el 14 de julio de 1836, las autoridades gubernamentales del bando isabelino promueven el traslado de las religiosas del convento de Monte Santo a Alcañiz y Calanda, achacándoles simpatías con la causa carlista. Sin embargo, Gil considera que es posible que este traslado fuese consecuencia de la desamortización de Mendizábal y se utilizara un argumento político como excusa. En ese momento vivían en el convento 34 religiosas, 19 de ellas naturales de Villarluengo, según detalla Enrique Royo en Águilas Imperiales.

Lo cierto es que el convento fue utilizado por los carlistas como fuerte o campamento. En el libro Vida militar y política de Cabrera, escrito por el biógrafo del general, Buenaventura de Córdoba y publicado en 1845, habla del uso del monasterio y de su final.

Cuando los isabelinos tomaron Villarluengo y la fortificación casi sin lucha, incendiaron todas las edificaciones de defensa, respetando solo la iglesia para evitar en lo sucesivo su ocupación. Así, el convento fue quemado el 6 de abril de 1840, en connivencia con muchos vecinos y autoridades. Hubo un bando, por el que se exhortaba a que antes de ser demolido e incendiado, el que lo desease pudiese hacer suyo cuanto le interesase, llevándose todo lo que se encontraba dentro.

El 6 de diciembre de 1842 se publicó en el Diario de avisos de Madrid la venta mediante subasta de las masías propiedad de las monjas, como consecuencia de la desamortización decretada en septiembre de 1841 por el regente Espartero.

Melchora Herrero protagonizó un 400 aniversario muy celebrado


Villarluengo celebró por todo lo alto en 1922 el cuarto centenario del hallazgo de la imagen de la Virgen de Monte Santo, copatrona de la localidad. A la conmemoración fue invitada Melchora Herrero Ayora, profesora, escritora, periodista y precursora del feminismo que nació en este municipio en 1875.

Con motivo de su visita hizo una fotografía de la estatuilla original que incluyó en su libro En mi patria chica. Adelantada a su tiempo, ya en 1922 reivindicaba mejores infraestructuras para favorecer el desarrollo: “Del paisaje sólo nos habla de actualidad la nueva carretera, que aún ha de prolongarse por la Cañada a Cantavieja, buscando enlace con el reino de Valencia. Ella es la única esperanza de transformación que ofrece este rincón estático, de rara poesía por su rústica belleza”, afirmó, según recoge Manuel Gil en su libro Toda una vida.

En el programa de fiestas de Villarluengo de 1957 se reprodujo el protocolo notarial de 1728 que explica el hallazgo de la imagen de la virgen, desaparecida en la Guerra Civil y de la que se hizo una réplica que actualmente se venera en la iglesia de la Asunción de Villarluengo, obra del escultor local Francisco Plana Oliver (1921-2010). Tanto Plana como Melchora Herrero figuran en el capítulo que dedica Gil a Personajes Ilustres de Villarluengo, en el que también destacan otros hijos del pueblo como el político liberal Ramón María Temprado (1806-1855) abogado y jurisconsulto. Elegido ocho veces como diputado a Cortes, alcanzó el cargo de subsecretario de Gracia y Justicia y fue secretario de la reina Isabel II. Otras personalidades locales son José Talayero y Royo (1775-1839), último obispo de Albarracín como diócesis independiente; o Sor Delfina Pedro Vidal (1632-1714), ministra fundadora del convento de Cuevas de Cañart.

 

 

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