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Turolenses se centra en los principales pensadores y filósofos de la provincia Turolenses se centra en los principales pensadores y filósofos de la provincia
Portada de Turolenses, obra de Raychel Carrión

Turolenses se centra en los principales pensadores y filósofos de la provincia

El número 23 de la revista que dirige Javier Alquézar Penón se publicará en diciembre
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EL Instituto de Estudios Turolenses presentará a finales de diciembre el número 23 de la revista Turolenses, con un sumario que se detiene especialmente en los filósofos y pensadores turolenses, y que abre con una espectacular portada y contraportada, Sunset crabs, obra del artista gráfico cubano afincado en Teruel Raychel Carrión.

El dossier, sección central de la publicación, está coordinador por Rubén Benedicto Rodríguez y se dedica al pensamiento y filosofía con marca de origen turolense, durante los siglos XIX y XX fundamentalmente. Aportan sus visiones especialistas como Andrea Belenchón Marco, Begoña Miedes Hernández y Rafael Lorenzo Alquézar. El trabajo no trata de ser exhaustivo -y así lo justifica Benedicto- ni un mero listado de turolenses que en su día publicaron obras sobre pensamiento y filosofía, sino ofrecer un dibujo de los principales nombres propios en este ámbito.

Citando, no obstante, algunos nombres de los siglos XVI, XVII o XVIII, como Juan Sobrarías (1475-1528) o Pedro Ruiz Moros (1515-1571); Jerónimo Ripalda (1535-1618), Miguel de Molinos (1626-1696), Andrés Piquer y Arrufat (1711-1772) o Braulio Foz (1791-1865) entre otros, el monográfico de Turolenses abunda sobre todo en algunos de los autores más conocidos de los siglos XIX y XX.

Es el caso, por ejemplo, de Joaquín Arnau o Manuel Polo Peyrolón, nacidos ambos a mediados del siglo XIX, en Rubielos y Cañete (Cuenca) respectivamente, y que se representaron bien la polarización entre el liberalismo y el conservadurismo, alternado su obra sobre filosofía con la enseñanza o el periodismo político.

Pedro Laín Entralgo es uno de los pensadores turolenses más influyentes

Arnau fue apodado el Salmerón aragonés, por Nicolás Salmerón, presidente del gobierno de la convulsa Primera República Española, y en obras como Rusia ante el occidente. Estudio crítico del nihilismo dejó clara su postura a favor del regeneracionismo y de las revoluciones constitucionalistas frente al despotismo. Por el contrario, Polo y Peyrolón, que veraneó buena parte de su vida en Gea y estuvo muy vinculado a la sierra de Albarracín -se le considera el escritor de Los Mayos-, fue conservador y se enfrentó a los liberales, a la masonería, al krausismo y a la Institución Libre de Enseñanza. Sostuvo que de nada servian las personas formadas y cualificadas si no poseían un estricto sentido de la moral, y que la felicidad y el progreso dependían de este último.

Andrea Belenchón destaca además dos nombres en femenino, a caballo entre el XIX y el XX; la alcañizana Concepción Gimeno Gil y Áurea Javierre y Mur, ambas muy comprometidas con la difusión del feminismo católico. Si bien las dos trabajaron en pos de la emancipación económcia, laboral e intelectual de la mujer, algo casi revolucionario en el seno de la sociedad conservadora, lo hicieron desde la óptica católica donde hay que encudrarlas. Como apunta la autora, Gimeno fue administradora de sus bienes e incluso tras su matrimonio siguió trabajando como periodista o fundó revistas en España y América. Por su parte Áurea Javierre fue licenciada en Historia y la primera mujer que ostentó el cargo de archivera del Archivo Histórico Nacional.

Su visión conservadora del feminismo concedía cierta superioridad moral a la mujer, por lo que su principal función seguía siendo la de ser madre y educadora de su descendencia. El feminismo católico rechazaba dotar a la mujer de derechos políticos, ya que sostenía que su acceso al mundo de lo público acabaría masculinizándola.

Rafael Lorenzo glosa en otro artículo una de las grandes figuras turolenses del pensamiento y la filosofía; el calandino Manuel Mindán (1902-2006). Su formación en el seminario se enriqueció con las nuevas tendencias culturales, políticas y sociales de la efervescente Universidad de Zaragoza, lo que espoleó su compromiso político y filosófico. Su mayor vocación fue la de profesor, y como pensador le interesaron especialmente conceptos como el de la persona, la verdad y la libertad. La revista también da cuenta de la Fundación Mindán que el propio pensador estableció en 2005, un año antes de su muerte, y dedica otro artículo al pensador turolense por excelencia del siglo XX, Pedro Laín Entralgo.

Concepción Gimeno fue una abanderada del feminismo católico

El resto de contenidos del número 23 de la revista Turolenses se desarrolla a través de sus secciones habituales; Montserrat Martínez entrevista al fiscal Javier Zaragoza, mientras que la Ruta Cultural invita a un paseo por los barrios de Olba y por el acueducto del Arco, sobre el Mijares.

Además Ernesto Utrillas dedica el reportaje sobre arte a José Miguel Abril, escultor alcañizano responsable de la Espiga que da la bienvenida a los visitantes a la ciudad bajoaragonesa o el busto que recuerda a Carbonell en Alloza, entre otras muchas obras, y que tiene una profusa e interesante obra personal interesada en conceptos como el paso del tiempo o la muerte.

Además Luis Moliner aporta unos apuntes sobre historia de la paleontologia turolense, Raúl Ibáñez escribe sobre los turolenses que emigraron a Estados Unidos hace algo más de un siglo, o Antonio Pérez analiza la historia de la provincia de Teruel a través de las tarjetas postales.

Además, y entre otros contenidos, Sebastián Gargallo y Javier Carela recuerdan al botánico samperino Francisco Loscos Bernal, a propósito del segundo centenario de su nacimiento.

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