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“Una boda es un tradicionalismo que no te planteas hasta que le ves la utilidad” “Una boda es un tradicionalismo que no te planteas hasta que le ves la utilidad”
Patricia Zuriaga (Izq.) y Raquel Fuertes, en una de las fotos del día de su boda, que celebraron en 2022

“Una boda es un tradicionalismo que no te planteas hasta que le ves la utilidad”

Raquel Fuertes y Patricia Zuriaga firmaron papeles porque querían formar una familia
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Cruz Aguilar

Raquel Fuertes y Patricia Zuriaga son de Teruel “de toda la vida” y pareja desde hace 15 años. En 2022 decidieron casarse porque querían formar una familia y el matrimonio les evitó muchos trámites para que el hijo que ahora tienen “fuera de las dos a todos los efectos”, relatan. Buscaban esa tranquilidad y también que así Raquel tuviera todos los permisos para acompañar a Patricia en el proceso de la fecundación. “En el caso de las parejas hetero que no se casan el hijo está igualmente protegido, pero en el nuestro nos daba miedo tener que pasar por un proceso judicial para la adopción”, dice Raquel.

Hasta el momento de tener a su hijo no se habían planteado el matrimonio, “es un tradicionalismo que no buscas hasta que no ves la utilidad”, confiesa Patricia, que añade que casarse “forma parte de un ritual” y en una pareja como la suya le dan menos importancia. Raquel añade que el enlace supone “exponerte un poco”, que es algo que siempre han evitado. Sin embargo, hicieron una boda por todo lo alto, con toda su familia apoyándolas y vestidas de blanco.

Preocupación por el niño

Sus respectivas familias les respaldaron en todo momento, tanto con la boda como en el momento en el que plantearon su decisión de ser madres. Sin embargo, Raquel confiesa que “algo de pedagogía” sí han tenido que hacer entre algunas personas mayores de su entorno, entre las que detectan “cierta preocupación de que el niño se pueda sentir diferente, se nota ese poso de ciertas generaciones”.

Las dos mujeres lamentan que salir del armario no es algo que se haga una vez, “sino un millón de veces, con cada persona nueva que conoces, es agotador”, manifiesta Raquel.

El reto de una ciudad pequeña

Vivir en Teruel tiene ventajas e inconvenientes para los homosexuales, detallan, porque “la gente es muy conservadora, pero son buenas personas”, indica Patricia. Raquel va más allá y precisa que el hecho de que les conozca mucha gente propicia que cuenten con una “red de seguridad”. La gente sabe cuál es su modelo familiar y eso hace que se sientan “cuidadas y protegidas”.

Tampoco se olvidan de la parte mala, del elevado grado de conservadurismo latente y de la intolerancia que muestran “los que se dedican a romper bancos”, apuntan haciendo referencia a los destrozos continuos del mobiliario LGTBIQ+ que hay junto a la fuente Torán de la capital.

Patricia y Raquel afrontan su nueva vida como familia -su hijo tiene año y medio- sabiendo que van a tener que hacer “activismo” también en el entorno de su pequeño. Aún no tienen claro el colegio al que lo van a llevar, pero se ofrecerán para participar en todo lo que ayuda a normalizar la situación. También quieren contactar con asociaciones de familias vinculadas al colectivo LGTBIQ+ para que su crío vea “que hay modelos de familia diferente y la suya es una más”.

Ambas se sorprenden del escaso número de matrimonios igualitarios que hay en la provincia y el hecho de que haya un mayor número en el año 2023 puede deberse, opinan, a varios factores, como la salida de la pandemia, el auge de la derecha en las elecciones o que las nuevas generaciones, que son a las que ahora por edad les corresponde casarse, lo tienen más interiorizado.

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