Carmen Pérez Ramos, fundadora Asociación Cultural las Pandas de Vega de Villalobos (Zamora): “Como ciudadanos tenemos la responsabilidad de actuar, si no ejercemos el delito de omisión”
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Carmen Pérez Ramos participó el pasado sábado en la mesa redonda organizada en el marco del VII Festival Contra la Despoblación en Allepuz. Pertenece a la Asociación Cultural Las Pandas de Vega de Villalobos, su pueblo, donde viven 90 habitantes. Esta asociación pertenece a la Federación que es la coordinadora rural de Zamora, que aglutina tanto a asociaciones como plataformas que tienen como vínculo de unión defender el medio rural bien desde el movimiento cultural o bien desde otro más reivindicativo.
-¿Qué importancia tiene el movimiento asociativo en el medio rural?
-El movimiento asociativo es muy importante, porque cada uno de nosotros en nuestro día a día podemos hacer algo por nuestro territorio y además es que a la hora de negociar es importante porque una negociación es válida siempre y cuando tengas detrás una masa social que te apoye porque si no cuando vas a negociar no tienes fuerza. Yo insisto en que la política es muy importante pero no podemos, una vez que vamos a votar cada cuatro años, decir después: es que eso lo tienen que hacer los políticos. No es así, los políticos los elegimos nosotros pero nosotros, en nuestra vida, en el día a día, tenemos la responsabilidad como ciudadanos de actuar porque si no estamos ejerciendo el delito de omisión como ciudadano. Está el delito de omisión cuando hay un problema pues este sería el delito de omisión como ciudadano. Apelo a que todo el mundo, de alguna forma, se involucre en su entorno para hacer cosas y apueste para que el medio rural se mantenga. En mi caso particular, también, para evitar un holocausto cultural que sería la desaparición de los pueblos.
-¿Qué importancia tiene que las asociaciones y plataformas estén conectadas?
-Mucha y es que además hoy en día es muy fácil. De hecho, nosotros durante la pandemia teníamos reuniones online y nos uníamos plataformas de todos los municipios de España, de todas las comunidades autónomas. Es lo bueno que tenemos hoy en día. También dentro de las propias asociaciones. Un ejemplo: queremos arreglar la torre de mi pueblo y nos estamos reuniendo gente de Madrid, de Barcelona, de Valencia y hacemos una reunión a la semana para ver cómo lo podemos solucionar. Gracias a las tecnologías eso lo podemos hacer. Con lo cual, de verdad, que nadie se ancle en decir que la culpa es de otro. Tú puedes hacer igual que los demás. Porque insisto, en las negociaciones detrás hay una masa social y somos nosotros.
-¿Hay inquietud entre los jóvenes que viven en medio rural por sumarse a esa masa?
-Eso es lo que teníamos que inocular, tenemos que involucrarles. Uno de los problemas de las asociaciones culturales, y lo he visto además con motivo del día de la mujer rural, es que solo había asociaciones de mujeres de 70 y 80 años. Tienen que hacer el relevo generacional e involucrar a los jóvenes. No podemos mal acostumbrar a la gente a que esté todo hecho. Yo también quiero sentarme, aplaudir y decir “qué bien lo haces”. Llega un momento que tienes que decir a la gente: deja de aplaudir y decir qué bien lo hace otro y ponte tú, colabora tú. Las asociaciones tienen que coger a la gente joven para que se pongan en primera fila y hacer cosas por su pueblo. Lo que quieran: organizar una fiesta, un festival o contratar a una persona para que haga un mural. Los tenemos entre algodones y no es que ellos no puedan, es que hay que inocularles el gusanillo de hacer algo por la sociedad. Cuando haces algo por los demás, más tarde o más temprano te va a revertir. Todo al final revierte, todo tiene su fundamento y si no, también se puede hacer por satisfacción personal, que también creo que es muy valioso.
-Su caso es el de una chica que ya nació en la ciudad, pero que decidió volver a los orígenes y a las raíces de su familia. ¿Hay más casos como el tuyo?
-En mi pueblo hay gente que está volviendo. Es verdad que no es fácil y se tiene que borrar la visión bucólica de un pueblo. Hay que poner en la balanza los pros y los contras y tener claro lo que estás dispuesto a sacrificar y lo que no. En mi caso, en la ciudad tenía la sensación de que era que era un número y me hacía sentir muy mal. Solamente cuando llegué a mi pueblo, en la tranquilidad, me identifiqué conmigo misma y me produjo una gran satisfacción. Eso hace que compense que yo tenga que estar continuamente o con mis niñas desplazándome en coche para arriba y para abajo o que si necesito algo no lo pueda tener para esa tarde. Pero estoy dispuesta a hacer ese sacrificio porque merece la pena, que cada cual elija la compensación que quiere recibir del entorno donde vive.
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