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Rara vez han conquistado tierras nuevas los mansos y delicados Rara vez han conquistado tierras nuevas los mansos y delicados
La mayoría de las culturas actuales se basan en herencias imperiales

Rara vez han conquistado tierras nuevas los mansos y delicados

Javier Sanz

En lo referente a las cuestiones editoriales tengo, hasta la fecha, dos temas pendientes: un libro de la Leyenda Negra española (ya iniciado y que espero terminar más pronto que tarde) y un cómic (del que estoy sentado las bases, poco a poco). De hecho, en lo referente a la Leyenda Negra se ha convertido en deuda personal, porque en el pasado cometí un error de principiante: dar por sentadas y establecer como verdades absolutas las cosas que me contaron y enseñaron sobre la Leyenda Negra, y porque, además, en alguna ocasión juzgué los comportamientos pasados en función de los valores actuales. Como golpearme el pecho con la mano cerrada, mientras pronuncio “mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa”, ya lo hice y mi acreedor -lo que viene siendo la bola de billar que tengo apoyada sobre los hombros- no se dio por satisfecho, me vi en la necesidad de, por fin, escribir el libro, alegato, pataleta o como os parezca bien llamarlo. Así que, con vuestro permiso, me voy a permitir exponer en este artículo algunas nociones básicas del tema en cuestión (no trato de vender el libro, porque es imposible vender algo que todavía no existe... ¿o sí?)

¿Cuándo adquiere protagonismo la Leyenda Negra, esta expresión que se ha hecho tan nuestra? El origen exacto es incierto, pero comenzó a utilizarse de forma generalizada y recurrente a partir de la difusión de la obra La leyenda negra de España, que publicó en 1914 el erudito Julián Juderías, el primero que puso los puntos sobre las íes. Para los que creáis que lo de erudito es un regalo gratuito, os diré que fue historiador, escritor, periodista, crítico literario, sociólogo y traductor -hablaba 16 idiomas-. Bueno, pues según Juderías la leyenda negra es algo así como...

“el ambiente creado por los relatos fantásticos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en todos los países, las descripciones grotescas que se han hecho siempre del carácter de los españoles como individuos y colectividad, la negación o por lo menos la ignorancia sistemática de cuanto es favorable y hermoso en las diversas manifestaciones de la cultura y del arte, las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado sobre España fundándose para ello en hechos exagerados, mal interpretados o falsos en su totalidad, y, finalmente, la afirmación contenida en libros al parecer respetables y verídicos y muchas veces reproducida, comentada y ampliada en la Prensa extranjera, de que nuestra Patria constituye, desde el punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso político, una excepción lamentable dentro del grupo de las naciones europeas”.

Para que os hagáis una idea, vendría a ser como una campaña electoral a nivel internacional en la que el equipo del candidato liderado, sobre todo, por Inglaterra y Holanda decide establecer la estrategia de vender las miserias del candidato español (y, como en toda campaña electoral, sirve mentir y exagerar), en lugar de las bondades y cualidades del suyo. Nosotros, sin embargo, no supimos vender nuestras bondades y, peor aún, incluso nos creímos los absurdos prejuicios sobre nuestra historia. Supongo, que por aquello de “si ellos lo dicen, será verdad”. Y ese fue mi error fatal, que durante toda mi juventud -y ya ha llovido, aunque no lo parezca- así lo creí, porque así me lo enseñaron y me lo contaron. Vamos, que los españoles somos unos brutos, unos zoquetes y que, a lo largo de nuestro historia, no hemos hecho otra cosa que no sea quemar herejes, perseguir eminencias científicas y culturales y, sobre todo, dejar un reguero de sangre a nuestro paso. De ser verdad, no sé cómo en un mundo de sapiens hemos podido sobrevivir los neandertales (españoles), que son más fuertes pero tienen el cerebro más pequeño.

Caprichos de la historia, Juderías murió, con apenas 40 años, víctima de la pandemia de 1918, otra de las cargas históricas que tenemos que llevar los españoles: que se nos atribuya la nacionalidad de la considerada mayor pandemia de gripe de la historia, y la más letal de todas las pandemias, si tenemos en cuenta el número de muertos en menor tiempo (entre 50 y 100 millones en menos de dos años).  Lógicamente, si un marciano llegase hoy a la Tierra y alguien, así de pasada, porque supongo que habría otros muchos temas que tratar, le hablase de la gripe española,  pensaría que lleva ese nombre porque se originó en España, porque el primer caso registrado fue el de un español o porque hubiera sido especialmente virulenta en nuestro territorio. Y nadie podría echarle nada en cara, porque sería lo lógico. Así que, si no se dio ninguna de estas circunstancias, porque ninguna es correcta, qué ocurrió para que se le diese ese nombre. ¿A qué se debe? Para no causar alarma social y evitar que la población se echase sobre ellos, así como la desmoralización de las tropas, apenas ya motivadas, los gobiernos de los países beligerantes durante la Primera Guerra Mundial decidieron ocultar y censurar la información sobre aquella enfermedad que causaba más muertes que la propia guerra. Como España se declaró neutral en aquella contienda, los medios no fueron censurados y se informó puntualmente del avance y la mortandad de la pandemia que, evidentemente, también sufrimos. De esta forma, nuestro país se convirtió en referente informativo internacional y los periodistas franceses, ingleses y estadounidenses se encargaron del resto con expresiones como “Spanish Influenza”, “Spanish Flu”, “Spanish Lady” o “Grippe espagnole”, quedando lo de “española”, pese a su incorrección, grabado a sangre y fuego para la posteridad.

Cabría preguntarse si el resto de los que fueron considerados imperios, porque esta campaña de marketing está ligada al concepto de imperio, no tuvieron también una leyenda negra en su momento. Pues sí, como María Elvira Roca Barea apunta en su libro Imperiofobia y la leyenda negra las ideas de imperio y leyenda negra van irremediablemente unidas, y pone los ejemplos de Roma, Rusia, Estados Unidos (el que actualmente está en el candelero) y España. Además, es muy fácil ponerse al lado de los pueblos oprimidos por los imperios y cargar las tintas contra éstos. Eso es indiscutible y humano. Por lo tanto, resulta muy tentador dividir la historia en buenos y malos, y situar todos los imperios, lógicamente, en el bando de los malos. Introducido el concepto de imperiofobia, ahora tengo que echar mano del historiador israelí Yuval Noah Harari, quien nos descubre una realidad histórica que nos puede provocar algún sarpullido, porque “el imperio ha sido la forma más común de organización en el mundo a lo largo de los últimos 2.500 años. Durante estos dos milenios y medio, la mayoría de los humanos han vivido en imperios”. Esa amalgama de culturas, tradiciones, lenguas y religiones propias de cada uno de los diferentes territorios que conformaban un imperio fueron engullidas por las de la élite imperial. Siendo prácticos, simple y llanamente porque manejar un imperio es más fácil con un único cuerpo de leyes, una misma lengua o una moneda común. La consecuencia es que los pueblos sometidos, con el tiempo, las hicieron suyas. Por ejemplo, cuando el Imperio romano de Occidente cayó...

...los etruscos, íberos, celtas, helvecios, samnitas, lusitanos, umbros y cientos de otros pueblos olvidados que los romanos habían conquistado siglos antes, no se levantaron del cadáver eviscerado del imperio como Jonás del vientre del gran pez. No quedaba ninguno de ellos. Los descendientes biológicos de las gentes que se habían identificado como miembros de aquellas naciones, que habían hablado sus lenguas, adorado a sus dioses y contado sus mitos y leyendas, ahora pensaban, hablaban y adoraban como romanos.(De animales y dioses – Yuval Noah Harari)

Así que, si la mayor parte de las culturas actuales se basan en herencias imperiales y los imperios se fundaron sobre la sangre, y mantuvieron su poder mediante la opresión, ¿qué dice esto de nosotros? Pues que igual tendríamos que admitir que seguimos el ejemplo de los malos y de que a ver quién es el guapo que tira la primera piedra. Yo creo que deberíamos evitar esa división tan simple de buenos y malos, dejar de juzgar hechos pretéritos con la mentalidad actual y admitir que la realidad histórica es más compleja. Así que, la única pretensión de mi futuro libro, más allá de mi deuda personal, es demostrar que las culpas de España, que las tuvo, fueron tremendamente exageradas por sus enemigos, y que éstos, a su vez, también fueron responsables de culpas semejantes.

De todas formas, como dice William S. Maltby, profesor de Historia de la Universidad de San Luis (Estados Unidos), “rara vez han conquistado tierras nuevas los mansos y delicados”.

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