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Aún queda Aún queda

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Javier Lizaga

Nuestra arma es la imaginación. Menospreciada, cosa de niños, pero vínculo entre lo que sabemos y lo que no. La imaginación, explica Marina Garcés, es política. Permite hacer real lo que piensan otros. Recordar es imaginar y, desde ahí, pensamos a la vez el futuro. Recuerdo, por ejemplo, las evasivas de Xavier de Pedro, presidente entonces de la Confederación Hidrográfica del Ebro, al preguntarle por el embalse de Yesa. Un macropantano que lleva 21 años en obras, ha duplicado sus 113 millones de presupuesto y dejó a cien familias en la calle.

Tengo presente la urgencia por inundar las tierras fértiles de Lechago con un embalse que iba a ser la panacea y que, trece años después, sigue sin usarse, porque los agricultores no quieren pagar el coste del bombeo. Recuerdo otro éxito maravilloso: la plataforma El Bergantes no se toca, #Salvemloriu, que en 2015 le dijo a la cara a la CHE y al Gobierno de Aragón que era una salvajada hacer una presa en uno de los espacios naturales privilegiados de España. Siete años después el ministerio desestimó la obra.

El mismo ministerio (Miteco) que hace unos días autorizó 125 molinos, esto es, 20 parques eólicos y las líneas de evacuación correspondientes, el llamado clúster del Maestrazgo. Puede más la pasta gansa que los carlistas. De nuevo, imaginemos: los molinos de 200 metros de altura (no hay error, en el dato al menos), los 500 kms de caminos monte a través, o los 40 kms de línea de Muy Alta Tensión. Los de Iglesuela y Mosqueruela tendrán que imaginar poco, los tendrán las próximas décadas a 2 kilómetros del pueblo. Y de los 36 pueblos afectados, 24 verán los molinos, con solo abrir la ventana.

¿Por qué? Por un “si no somos nosotros, serán otros”, por dinero y unos 60 empleos cuando giren las aspas. Donde unos, incluido el presidente Lambán, ven una oportunidad, otros solo vemos un expolio. Vivimos por encima de las posibilidades de otros, dice Lessenich, esos a quienes trasladamos nuestras miserias y problemas medioambientales. Imaginemos, por último, que todavía otro futuro es posible.

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