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Superfluo, el adjetivo que cambió la humanidad Superfluo, el adjetivo que cambió la humanidad

Superfluo, el adjetivo que cambió la humanidad

Javier Sanz

Aunque en este rincón nos vamos a centrar en la historia, hoy haremos una visita de cortesía a nuestros antepasados prehistóricos. La alimentación de aquellos cazadores-recolectores  consistía en una dieta variada procedente de la carne de animales que cazaban o la de los restos que dejaban los depredadores -sí, sí, también fuimos carroñeros-, el pescado que les proporcionaban los ríos y los mares y de todo aquello que podían recolectar en su entorno: bayas, frutos, raíces, hierbas, tubérculos… Por mucho que esté de moda lo del consumo sostenible, ellos fueron los inventores, ya que consumían productos de temporada y proximidad. Se movían en pequeños grupos, normalmente clanes familiares, según les dictaba la naturaleza, ajustándose a la flora y la fauna de cada lugar, y estableciéndose normalmente en refugios básicos y temporales. A medida que sus cerebros evolucionaron y desarrollaron las herramientas de caza, les permitió acceder a piezas de mayor tamaño, incluso se atrevieron con mamuts, seguramente formando coaliciones puntuales con otros clanes, pero solo en ocasiones puntuales que la caza mayor entrañaba muchos riesgos. Asimismo, esta evolución les permitió desarrollar un conocimiento más complejo de la vida de las plantas comestibles y los ciclos de crecimiento, consiguiendo un aprovechamiento más eficiente de cada lugar. Disponer de más recursos permitía poder mantener a más miembros y, lógicamente, aumentar la población.

Ya dueños del planeta -algo que, ingenuos de nosotros, seguimos pensando hoy en día-, los homo sapiens protagonizan la primera transformación radical de la forma de vida de la humanidad pasando de ser nómadas a sedentarios y de tener una economía recolectora (caza, pesca y recolección) a productora (agricultura y ganadería). Fue la llamada Revolución Neolítica.

Esta nueva situación supuso un cambio radical en las sociedades tribales de la época: aumenta  la producción de alimentos y, por primera vez, conocen los excedentes, lo que permite la división del trabajo; la natalidad crece (no tener que ir deambulando de un sitio para otro con la prole acuestas permitió disminuir el intervalo de tiempo entre un hijo y otro, pasando de 4 ó 5 años para las nómadas a 2 años para los pueblos agrícolas y ganaderos); las comunidades se jerarquizan y afloran unidades no productivas, como los gobernantes; las diferentes comunidades comienzan a relacionarse para intercambiar productos y nace el comercio... y en el diccionario  de la época se incluye un nuevo término, la propiedad privada. Esta evolución convirtió a las otrora sociedades tribales y nómadas, con poca diferenciación de riqueza y desconocedoras del adjetivo superfluo (sus únicas posesiones eran poco más que algunas herramientas fácilmente transportables), en sociedades complejas, estructuradas y organizadas, las primeras civilizaciones. A este proceso la humanidad lo ha llamado progreso, que mola mucho y tiene un impacto marcadamente positivo, pero no todo el monte es orégano:

1. Las sociedades complejas y jerarquizadas son menos igualitarias y, por lo general, más injustas.

2. La propiedad privada y la sed de aumentar el poder de la clases no productivas y el territorio bajo su control desembocó en las guerras.

3. Se perdió la variedad alimentaria y la dependencia de un menor número de alimentos abre la puerta a las hambrunas por las malas cosechas o plagas.

4. El hacinamiento y la vida en común con los animales domesticados facilitaron la propagación de los contagios de enfermedades infecciosas (epidemias), la mayoría de ellas zoonóticas (aquellas que se transmiten de forma natural entre los animales y las personas).

Además, seguían al pie de la letra las indicaciones de las autoridades sanitarias y llevaban un estilo de vida saludable: ni fumaban ni bebían alcohol, hacían ejercicio físico a diario, su dieta era variada y de temporada, y, como el consumo de grasas saturadas era puntual, no conocían el colesterol ni la obesidad. Eso sí, nosotros somos los“civilizados” y a ellos los llamamos trogloditas, que además de habitante de las cavernas lo utilizamos como sinónimo de “bárbaro”, “cruel” y “muy comedor”. Pues ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.

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