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Tanganazo

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Javier Lizaga

Uno es la convicción con la que sostiene lo que quiere ser, cuando todavía es una mierda, cuando fracasa. Empecé a escribir esta columna, mentalmente, mientras me quedaba sin voz en el concierto de Antón Álvarez. Me esperaba un niñato pijo de música comercial y me encontré una de esas personas que te ayudan a reirte del mundo. A entender, como le dijo su padre a Antonio Carmona, que no eres lo que los demás dicen de ti, sino lo que tú sabes que eres encima de un escenario.

“Si un día Dios me arrebata to lo que hasta ahora me ha regalao. Nada me va a importar, mientras tú despiertes aquí a mi lao”.  Pucho no ha dejado de cantar a la farra, el perico y la fama. Proyecta esa imagen de triunfador total en términos capitalistas, “me hicieron pensar que si no salía envuelto en Gucci, yo no era más que un don nadie, y ahora que sobran ceros en el banco me piden que cambie”. Resume bien esta estrofa la hipocresía de una sociedad que sigue adorando analfabetos y borbones con yate, a quienes disculpa porque hacen fiestas benéficas. Entre la pose, se cuela la clavidencia de quien canta por vicio, no por fama, y cada vez aprecia más a un amigo que a un billete.

El calimocho con Ribera quiza ayuda a seguir los silogismos a este licenciado en filosofía. En un mundo que vive de recauchutar canciones, de remembers y trilogías con gaseosa, su acierto es hacer canciones que parecen versiones. Como si fueran tan buenas que no pudieran ser suyas. Como disimulando. Me gusta esa gente que cuida hasta el último detalle, que trabaja como un cabrón, pero que no da monsergas, se echa una caña y brinda por la vida. “Dejales que hablen mal, se mueran de envidia”. Y es otra verdad.

Para envidia mía es que todo esto lo ví en un festival sufragado por una denominación (con las que hay aquí) y que perdió dinero, pero tuvo apoyo, durante 20 años. Viva la cultura. Pensé en cómo se reirían de Antón cuando les dijera que iba a triunfar, que iba a hacer eso y punto. Y como se sigue riendo ahora con un traje que le va grande y sin cantar ni afinar. Menudo tanganazo.

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