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Raquel Fuertes

La política crea extraños compañeros de cama. Las barajas de amigos y enemigos cambian al apostar por una u otra opción política y con ello se arrastran sin futuro lo que hubieran podido ser afinidades y, hasta ahora, se fuerzan alianzas que por su natural no hubieran sido.

Pero en este mundo en el que ya no sirven las presunciones nos vamos encontrando con que esos extraños compañeros pueden acabar siendo tan (o más) enemigos como los que se catalogan como rivales.

Y para muestra, Ayuso. Esta semana se publicaba que había bloqueado a García Egea en su Whastapp. Sí, Teodoro, el secretario general de su partido. Me llevaba las manos a la cabeza y es que una cosa es dejar en leído (que, ojo, está muy feo), pero otra mucho más seria es el bloqueo. Antes estaba reservado para ex o para rivales, lo que ha hecho Ayuso ya nos hace dudar de todos los protocolos del “ponerse de morros” en online.

Lo que en el mundo real incluso tenía su porqué en los enfados temporales, quizás con la esperanza de una gloriosa reconciliación, ¿cómo se explica en estas circunstancias? ¿Será cierto que no es posible la amistad entre hombres y mujeres? Estos bloqueos, entre compañeros, descuadran todo lo preestablecido en la normativa no escrita de usos y costumbres de mensajería instantánea.

Aún insatisfecha, Ayuso anda a la gresca con el que en la imaginación de los guionistas de este país se presentaba como su pareja natural: Almeida. Tampoco van muy bien las cosas por este lado y no sé yo cómo acabará aquello en lo que algunos buscaban hasta romance.

Y, por si no fuera suficiente, entre los socios de gobierno también se mueven con tramas de vodevil o de comedia de enredo. Entre Sánchez, Díaz y Calviño andan jugando a los siempre peligrosos e impredecibles triángulos. Las fotos que se han prodigado durante semanas con Díaz y Sánchez paseando, mirándose con arrobo o sonriéndose con ternura (qué buenos fotógrafos detrás de esas instantáneas que tanto juego dan descontextualizadas) ocultaban en realidad alianzas en vías de derogación (la elección de la palabra no es baladí) en las cuales Calviño (va, y la UE) luchaba por mantener el protagonismo de sus postulados.

Así, entre bloqueos, enfados y enredos, sin atisbos de juegos de seducción, caminamos hacia un futuro incierto en el que no faltan amenazas. Ni, por supuesto, diversión.

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