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Bonita Bonita
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Raquel Fuertes

Alguien me dijo una vez que había que diferenciar entre viajeros y turistas. Aunque a veces una peque en las tentaciones del turismo más de libro, lo cierto es soy más de viajar, observar e intentar comprender lo ajeno que de arremolinarme en las atracciones de folleto.

Pero hay otra distinción de viaje: transportarse para ir a casa. Y eso ha sido La Palma para mí durante un par de décadas, de forma más o menos continuada y, las últimas veces, más como recuerdo de lo que fue que de lo que es hoy en mi vida.

Aunque casi era un secreto, La Palma es un paraíso. No es una forma de hablar. De hecho, podías ir en agosto y hacer vida normal, sin aglomeraciones y sin prisas. Porque, eso sí, hay que adaptarse al ritmo palmero. Gente amable y tranquila que se queda perpleja ante el estrés y el permanente mal humor que solemos arrastrar los peninsulares.

Al margen de la paz, la “Isla Bonita” es, realmente preciosa. No busquen playas de arena dorada porque es tan joven geológicamente que su arena aún es negra. Pero maravillosa. Playas, desiertos, montañas de pendiente increíble, vegetación subtropical, plataneras, ganado… Y volcanes.

Y en este tiempo en el que la naturaleza ha dado un paso al frente para demostrarnos que no somos nada en sus manos, de pronto, despierta Cumbre Vieja. Si no recuerdo mal, hay siete volcanes en La Palma y la última erupción (la que creó la hasta ahora tierra más joven de España en 1971) fue la del Teneguía. El sur de la isla, en esos metros ganados al mar crea unos paisajes maravillosos y extraños que te transportan a otro mundo.

Pero hasta que llegue ese momento con la erupción de Cumbre Vieja vamos a vivir la tragedia de quien pierde todo (muchas reflexiones estos días sobre qué te llevarías de casa si solo te dieran quince minutos para recoger, sabiendo que el resto desaparecerá) y de un paisaje, una tierra que va a cambiar para siempre su perfil. Vivir la pena en vivo, en medio del miedo y con la incertidumbre de qué pasará después, cómo será la isla, cuánto durará, si se pondrán vidas en peligro… Gestionar la incertidumbre no es sencillo y aquí solo podemos quedarnos a esperar a ver qué pasa. Y que solo se derrita lo material.

Volveré a casa, Isla Bonita.

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