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De invierno De invierno

De invierno

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Raquel Fuertes

Aparte de los señores pequeñitos que vivían y hablaban dentro de la radio (ni pensar quiero cómo debía ser aquello dentro de un transistor), siempre me preocupaban mucho los que encendían y apagaban las farolas y el estrés que debían soportar los del interior de los semáforos, con tantas combinaciones posibles y solo algunas correctas.

En cierta manera, sigo pensando que todas esas personas atareadas y diminutas están ahí, organizándolo todo para mantener las cadencias lumínicas que marcan día y noche, paso y parada. Es mucho más romántico que pensar en grandes ordenadores supervisados desde un centro de control Tan frío, tan telemático…

Además, tengo pruebas que avalarían la teoría de la existencia de seres con características tan humanas como el despiste: el encendido y apagado de farolas se ha quedado en hace un par de horarios y ya no sigue el recorrido del sol. Esta mañana, sin ir más lejos, caminaba completamente a oscuras poco más allá de las 7. Aún no había amanecido, pero las farolas ya estaban apagadas en algunas calles. Me ha recordado a cuando hace muchos años apagaban las farolas del pueblo de madrugada (y yo estaba allí para verlo, snif) porque no había prácticamente usuarios (y los que estábamos nos teníamos que apañar con la luz de luna para volver, que no teníamos móviles con linterna).

Pero ¿ahora? ¿Están ahorrando (lo cual no me extraña viendo cómo se va poniendo la factura) o se han adelantado al horario de invierno?

No sé qué me entristece más: la inflación inminente o pensar en que la semana que viene a las 7 y pico de la mañana ya será de día… pero porque anochecerá antes de las otras 7. De verdad, el que ideó este horario no tiene ni un poquito de misericordia con los ritmos circadianos de los ciudadanos de este país (sin duda, seres de luz).

Es cierto que hay personas (al menos eso dice la leyenda) que gustan del frío y del invierno. Pero pasar así, de golpe, del veroño al horario de invierno (y con algunas heladas asomando por el horizonte para completar el atrezzo) me parece una crueldad más propia de tortura de novela negra.

Sirva esta columna como información de servicio para comunicarles que este puente dispondrán de un domingo de 25 horas y que, de ahí en adelante, desaparecen las tardes para convertirse, directamente, en noches.

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