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Si me queréis... Si me queréis...
Jesús Hellín /Europapress

Si me queréis...

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Raquel Fuertes

“… irse”. Ya lo dijo Lola Flores: a veces la mejor forma de mostrar cariño, apego, amor, amistad, buenos deseos… es irse y dejar que el otro siga su rumbo.

Y Yolanda Díaz, o “Yo, Yolanda” en algunas tertulias, no ha dudado en aplicar la estrategia de la Faraona para sacar adelante un proyecto que, paradójicamente y tras un primer proceso de escucha, ha decidido denominar “Sumar”.

Y es que tal vez Yolanda fuese de ciencias en su día y recuerde que los números pueden restar al sumar si son negativos. Y muy negativas le han debido parecer Ione e Irene, y también los Pablos, así que ha sumado a la invitación de la presentación de su espacio político (cuánto nuevo vocabulario en el campo semántico de la política, gracias, Yolanda) a un completísimo ‘to quisqui’ del cual ha excluido explícitamente a sus compañeros.

Ya no le gustan, ya no le suman, ya cree que más que poder cambiar la forma de hacer política en este país (uno de los objetivos con el que nació Podemos) lo importante es que ella pueda diseñar su espacio a la izquierda para completar al PSOE, generando un bipartidismo disfrazado de pluralidad. Algo así como una monogamia encubierta en formato poliamor, mucho más moderno y molón.

En definitiva, volvemos a lo mismo de siempre con protagonistas renovados. Y mira que con Yolanda comparto edad, gusto en el vestir (tras su cuidado restyling) e incluso poderosa nariz. Pero no puedo dejar de cuestionar ese afán de protagonismo salido de un proyecto con bases asamblearias, ese dejar a un lado a los compañeros para convertirse en lideresa que pica de aquí y allá, pero evita perfiles fuertes que le puedan hacer sombra… Sí, empieza el diseño de su propuesta electoral sumando a actores secundarios que le den la réplica y le hagan los coros, pero que nunca le roben un plano ni le quiten una frase brillante y redonda.

¿Es necesario un espacio político a la izquierda del PSOE? Sí. Pero que movimientos asamblearios den paso a protagonismos personales nos aleja cada vez más de proyectos políticos consistentes y coherentes con lo que debiera ser su idiosincrasia.

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