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El espíritu de la Navidad El espíritu de la Navidad

El espíritu de la Navidad

José Baldó

Les confieso que llevo devorando turrón y polvorones desde finales de octubre y, a estas alturas, mi barriga se ha convertido en la depositaria del auténtico espíritu navideño. No lo puedo evitar, me fascina esta época del año. A mi alrededor todo se llena de música, color y buenos deseos. Por supuesto, las plataformas de ‘streaming’ no son ajenas al negocio que supone la Navidad y abarrotan sus menús con un surtido especialmente diseñado para celebrar estas fechas. Aquí va mi recomendación: ¡Huyan de ellas! Ni se les ocurra entrar en Netflix y elegir una de esas películas solo aptas para insomnes con tendencias masoquistas. La oferta de títulos es una pesadilla (Mejor navidad, ¡imposible!, La navidad está servida o Familia revuelta); a su lado, los telefilmes de sobremesa dominguera de Antena 3 parecen cine de arte y ensayo. Igualmente desastrosa es la apuesta de Amazon Prime con el estreno de Navidad en Candy Cane Lane, una especie de Jumanji navideño protagonizado por un Eddie Murphy en las horas más bajas de su carrera.

Qué lejos quedan las grandes obras maestras del cine navideño. Por supuesto, me refiero a las clásicas ¡Qué bello es vivir!, De ilusión también se vive o El bazar de las sorpresas, pero también, a Gremlins, Jungla de cristal (uno de los mejores tratados sobre la crisis marital visto en pantalla) o las deliciosas Solo en casa y Love Actually.

Desde hace unos años, he incorporado una nueva tradición a mi rutina de estas fiestas y, cuando llega diciembre, recupero con afán una de las joyas que nos legó Luis García Berlanga. Plácido es un cuento de navidad corrosivo y esperpéntico; tal vez, la única película capaz de empañar un poco el prestigio de El verdugo como la mejor obra del maestro valenciano.

“Siente a un pobre a su mesa”

En una pequeña ciudad de provincias, un grupo de beatas adineradas organizan una campaña navideña con el objetivo de dar de comer a los pobres y ejercer la caridad cristiana. Entre los actos se celebra un desfile donde participa Plácido, un modesto conductor de motocarro que deberá cumplir con su trabajo y, al mismo tiempo, hacer frente al pago de la primera letra del vehículo que vence esa misma tarde.

Plácido es un sainete coral donde brillan el talento en la puesta en escena de su director y la frescura de los diálogos del genial Rafael Azcona. Rodada en 1961, el film propone una visión devastadora sobre los usos y costumbres de la España de la época; un retrato costumbrista que hunde sus raíces en la mejor novela picaresca y que a punto estuvo de hacerse con el Óscar a mejor película extranjera.

En su reparto destacan algunos de los mejores intérpretes de la historia del cine español. Cassen, Elvira Quintillá, Manuel Alexandre y, sobre todo, José Luis López Vázquez, ya saben… “el hijo de Quintanilla, el de la serrería”. Un talento prodigioso que llegó a conquistar a espectadores tan ilustres como el director George Cukor que no tuvo reparos en declararlo “el mejor actor del mundo”.

Como colofón, permítanme una última recomendación para aquellos que están hartos del muérdago, las luces y el mazapán. Hace unas semanas, Netflix estrenaba la nueva producción de los creadores de “Cobra Kai”, un placer (nada) culpable destinado a convertirse en serie de culto para el público más disfrutón. En Hechos polvo, una unidad de fuerzas especiales de élite debe encontrar y desactivar una bomba escondida en algún lugar de Las Vegas, todo ello en plena resaca tras haberse corrido la mayor juerga de sus vidas. Un cruce entre Resacón en Las Vegas, la mejor serie B de los 80 y 90, y el humor de trazo grueso presente en títulos como la seminal (en todos los sentidos) Porky’s.

No todo va a ser villancicos.  ¡Abajo Mariah Carey, arriba el Rock & Roll!

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