Síguenos
'La caída de la Casa Usher' 'La caída de la Casa Usher'

'La caída de la Casa Usher'

José Baldó

Los lectores hispanohablantes somos gente afortunada. Podemos disfrutar de clásicos escritos directamente en nuestra lengua materna como El Quijote, La regenta o Pedro Paramo y, al mismo tiempo, tenemos la suerte de conocer la obra del inmenso Edgar Allan Poe a través de la traducción precisa y poética del, no menos genial, Julio Cortázar.

Recuerdo con nostalgia mi primer encuentro con la narrativa de Poe. Las largas tardes de otoño en casa de mi abuela, al calor del fuego, devorando sin descanso los relatos contenidos en unos ajados tomos de bolsillo. El descubrimiento de títulos como El gato negro o Ligeia fue tan definitorio en mi personalidad como el primer trago de cerveza robado del botellín de mi padre o los, ya lejanos, besos con ortodoncia en el patio de recreo.

El pasado jueves llegaba a Netflix la nueva serie del director Mike Flanagan La caída de la Casa Usher, una excusa perfecta para reencontrarnos con la obra del gran maestro del horror literario. En cierto modo, el cuento de Poe inauguraba en 1839 la larga tradición de narraciones ambientadas en una casa encantada. Flanagan reconoce la deuda con el autor de El cuervo y toma su relato como base para diseñar un auténtico pastiche de referencias, personajes y situaciones que beben directamente del universo del poeta. Con La caída de la Casa Usher, Flannagan pone fin a la trilogía que dio comienzo con La maldición de Hill House y continuó con La maldición de Bly Manor. Al igual que hizo con los textos de Shirley Jackson y Henry James, la adaptación del original literario no es más que una excusa para dar rienda suelta a las necesidades creativas de su director. Más allá del título y el nombre de los protagonistas, las series no guardan grandes similitudes con el material de partida, aunque sí mantienen ese juego con el espectador, presente también en las novelas, entre el terror real y el poder de la imaginación.

Un 'Succession' de miedo

Roderick Usher (Bruce Greenwood) y su hermana Madeleine (Mary McDonnell) son los  dueños de un gran imperio farmacéutico construido a partir de un trágico suceso. El oscuro pasado que persigue a la familia regresa para rendir cuentas y amenaza con poner fin a la dinastía Usher. Al comienzo de la serie, los seis hijos de Roderick han fallecido en extrañas circunstancias; el protagonista, destrozado por la culpa, se cita con el fiscal Auguste Dupin (protagonista de Los crímenes de la calle Morgue) para hacerle una confesión: él es el principal responsable de la muerte de todos ellos.

Concebida casi como un ‘fan fiction’ de la obra de Poe, La caída de la Casa Usher recupera el espíritu de historias como La máscara de la muerte roja o El corazón delator. Al igual que en sus adaptaciones anteriores, el director no tiene reparos en hundir sus garras (manchadas de sangre) en el melodrama puro, aunque en esta ocasión, se echa de menos un terror más juguetón y sobra algún que otro monologo tostón. Con todo, la nueva producción de Flanagan es ideal para disfrutar en Halloween y servir de acompañamiento a las versiones que Roger Corman hizo de los relatos del autor americano en los años 60.

Llego al final de la serie en plena madrugada. La casa está en silencio. Acudo a las estanterías para rescatar del olvido mis viejos libros de Alianza editorial con los cuentos de Poe. Sacudo el polvo de sus páginas y mis ojos se posan en unas líneas al azar de El pozo y el péndulo. Mientras leo, el viento de la calle golpea furioso en mi ventana, la luz de la lámpara empieza a temblar hasta que la oscuridad baña por completo la habitación.

Nadie puede oír mis gritos… A partir de ese instante, “el universo no fue más que silencio, calma y noche”.

El redactor recomienda