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El dinosaurio que metió la pata hasta lo más hondo y que ahora ha asomado la mano El dinosaurio que metió la pata hasta lo más hondo y que ahora ha asomado la mano
El primer autor del artículo, Josué García Cobeña, junto al bloque con las huellas de relleno en los que se aprecia el pie y la mano del dinosaurio. FCPTD

El dinosaurio que metió la pata hasta lo más hondo y que ahora ha asomado la mano

Hallada en El Castellar una inusual icnita con la huella del legendario espolón del Iguanodon
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Hace unos 130 millones de años, un dinosaurio de diez metros de largo metió la pata bien hondo en El Castellar, y hoy asoma la mano  como vestigio paleontológico de lo que ocurrió entonces cuando el animal caminaba sobre el fango. El hallazgo es inusual dentro del registro fósil de restos indirectos de dinosaurio, aquellos dejados por las pisadas de estos gigantes del Mesozoico, puesto que en el relleno de la huella se aprecia el mítico espolón de Iguanodon, la falange ungueal en forma de garra que utilizaba para defenderse de los depredadores. En el mundo apenas se conocen media docena de huellas así. La importancia del descubrimiento es que permite inferir cómo era la locomoción de estos animales.

La provincia de Teruel se caracteriza por la gran cantidad de fósiles de dinosaurio y de restos indirectos de diversas edades que aparecen, pero también porque cuenta con sitios como El Castellar, donde se encuentran cosas que aparecen en muy pocas partes del mundo. Es el caso de esta icnita aparecida en uno de los municipios turolenses que más yacimientos de dinosaurios tiene.

El descubrimiento acaba de ser publicado por la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis en la revista científica Cretaceous Research. El artículo describe fósiles de varios ornitópodos, así como las huellas que dejaron sobre el terreno y que se han hallado en El Castellar, Miravete de la Sierra y Mora de Rubielos. Son restos de unos 130-127 millones de años que podrían estar asociados a Iguanodon galvensis, especie que fue descrita por los paleontólogos de la Fundación a mediados de la pasada década, y que con sus diez metros de largo era uno de los ornitópodos de mayor tamaño que existió en el Cretácico Inferior.

Varios huesos

La publicación científica describe varios huesos y estudia diferentes huellas fosilizadas en forma de rellenos, tanto en Mora de Rubielos en rocas de la denominada Formación El Castellar, como en el municipio de este nombre en la Formación Camarillas. En el caso de Mora de Rubielos, lo novedoso es que hasta ahora se habían descrito muy pocas icnitas, cuando ese registro ahora está aumentando.

En cuanto a las nuevas huellas descritas en El Castellar, lo más inusual es que uno de los rellenos es tan profundo que se ha encontrado también la marca dejada por el pollex, la falange ungueal en forma de garra que tenía Iguanodon y que dentro de la paleontología es un fósil legendario.

 

Para estudiar las icnitas de El Castellar se hizo un modelo fotogramétrico que ofrece una imagen tridimensional con las profundidades exactas de las pisadas



El pollex de este dinosaurio  sería el equivalente al pulgar de los humanos. En realidad, esta falange estaba formada solo por una poderosa uña puntiaguda que los científicos consideran que podría utilizar para defenderse de los depredadores, o para clavarla en los troncos de los árboles. Así podía afianzarse al adquirir la postura bípeda para alimentarse de las hojas.

El género Iguanodon fue uno de los primeros dinosaurios descritos en el mundo en 1825. De hecho, fue el segundo después de Megalosaurus, y junto con Hylaeosaurus fueron los tres géneros con los que se definió en 1841 el grupo Dinosauria, donde se engloban los dinosaurios, que hasta ese entonces eran desconocidos en la clasificación científica de las especies animales del pasado.

Especie

El padre de Iguanodon, Gideon Mantell, que fue quien describió la especie, interpretó mal entonces la falange del pulgar y creyó por su tamaño que era un cuerno. En las primeras reconstrucciones que se hicieron del dinosaurio, esta falange llamada pollex aparece así, como un cuerno al estilo del que tienen los rinocerontes, tal como puede verse en Bosque Pétreo, la sede de Dinópolis en Castellote. Allí se exhibe una réplica de la reconstrucción que a mediados del siglo XIX se hizo en Londres y que todavía se conserva en Hyde Park.   

La huella dejada por esa garra es lo que se ha encontrado en la icnita de El Castellar. Corresponde al dedo 1 de la parte interior de la mano de las extremidades delanteras y tiene una posición elevada con respecto a los otros cuatro dedos, tres de ellos en la parte central, que son los más largos y están fusionados, y el quinto, que es el exterior y algo más corto.

En las huellas que se conservan de estos animales, lo más visible es la marca tridáctila dejada por los pies de las patas traseras, que a veces está asociado a la marca elíptica de la pisada de la mano que deja la pata delantera, donde solo quedan impresos los tres dedos centrales, porque los otros dos laterales, al tener una posición más elevada, no llegan a tomar contacto con el suelo.

En cambio, la huella descrita en El Castellar no es de pisada sino de relleno. Es decir, lo que ha aflorado en el sedimento rocoso es el relleno del hueco que dejaron los pies y manos del animal cuando se hundieron en el barro. El animal pisó sobre una superficie fangosa que era muy blanda y el pie y la mano penetraron hasta 28 centímetros de profundidad.

Lodazal

Es como si nosotros ahora metiéramos las piernas en un lodazal hasta casi la rodilla, nos fuéramos hacia adelante y quedáramos a cuatro patas con las manos metidas también en el barro. Si tras liberarnos llenásemos con cemento o escayola esos huecos, obtendríamos un relleno con la forma de nuestros pies y manos que, al secarse, se solidificaría.
 

En Dinópolis se exhibe una reconstrucción en vida de como serían estos ornitópodos


Eso es lo que sucedió en el caso de las icnitas estudiadas en El Castellar. El dinosaurio se liberó del fango al sacar los pies y manos y dejó el hueco, que después se rellenó con otros sedimentos y con el paso del tiempo se convirtió en roca. Millones de años después, al aflorar esos niveles geológicos del Cretácico Inferior y por efecto de la erosión, esas huellas en forma de relleno es lo que están apareciendo en la superficie. Hace diez años, la Fundación Dinópolis ya dio a conocer con una gran proyección internacional el hallazgo de pies petrificados de dinosaurios en 19 yacimientos de rellenos de huellas.   

La novedad ahora es que en El Castellar es perfectamente visible también la mano petrificada del dinosaurio, es decir, la de la extremidad anterior. El paleontólogo de la Fundación Dinópolis, Josué García Cobeña, coautor del estudio publicado en Cretaceous Research, afirma que “lo más interesante de estos rellenos es que gracias a la preservación de la mano se puede interpretar lo que es la locomoción del animal productor y su interacción con el sedimento una vez que penetra en él”.

García destaca que esa interpretación es posible porque al ser una huella muy profunda se aprecian también los dos lóbulos dejados “por los dedos exteriores del dinosaurio, el pollex y el dedo cinco”, además de por tener asociada la huella del pie con la de la mano.

Locomoción cuadrúpeda

El director gerente de la Fundación Dinópolis y también coautor del trabajo, Alberto Cobos, afirma que este hallazgo supone “confirmar la locomoción cuadrúpeda” de este tipo de ornitópodos que también mantenían posiciones bípedas para alimentarse.

Pero lo verdaderamente excepcional ha sido encontrar la marca del pollex y del quinto dedo. “Como la huella de la mano es bastante profunda, lo que tenemos es la marca dejada por el famoso pollex de Iguanodon, y eso sí que es realmente excepcional”, apunta Cobos. Y es que han hecho un recuento y asegura que “probablemente en el mundo solo haya unas seis o siete asociaciones de huellas de relleno de pies y manos de grandes ornitópodos”, añade.

El artículo, que firma también  Francisco Javier Verdú, forma parte de las investigaciones de la tesis doctoral de Josué García Cobeña, que sostiene que esta huella de relleno de El Castellar permite comprender el modo de locomoción de estos vertebrados gigantes, puesto que lo que hace es congelar el momento en el que el animal metió la pata en el fango cuando se desplazaba.

En el estudio científico hacen una explicación detallada de cómo daba los pasos este animal y defienden junto con otros autores la hipótesis de que los tres dedos centrales de la mano actuaban como un armazón compacto que no tendría movilidad. De hecho, se ve cómo son los primeros en hundirse, después lo hace el dedo cinco y por último el pollex. Algunos paleontólogos sostienen que el dedo cuatro podría estar algo separado del bloque central, pero huellas como las de El Castellar lo descartarían y afianzarían la opinión de los científicos de la Fundación Dinópolis.

Mejor movilidad

García Cobeña asegura que disponer de pies tan grandes como los de Iguanodon permitiría a estos animales moverse mejor en los sustratos fangosos, mientras que la circunstancia de que los tres dedos centrales de la mano estén fusionados, se debería a una evolución hacia la locomoción cuadrúpeda. “Es tender hacia una mano compacta, más tipo columna, al estilo de un elefante o de un saurópodo”, explica.

Los tamaños de los pies de estos animales son descomunales y el relleno fosilizado de la huella de El Castellar así lo envidencia. La planta alcanzaba los 52 centímetros, mientras que en Mora de Rubielos se han encontrado otras de 44 centímetros de longitud, algo más pequeñas.

El artículo científico profundiza en el conocimiento que se tiene del género Iguanodon en la provincia de Teruel, además de avanzar en los mecanismos de locomoción, porque para poder estudiarlo es necesario que haya huellas de los pies asociadas a las de las manos, como es este el caso.

En la investigación se han aplicado nuevas tecnologías como la elaboración de un modelo fotogramétrico, una técnica que permite diseñar un mapa de profundidades del sustrato donde aparece la huella, sin el cual no sería posible ver bien los dedos de la mano y los pies del animal. Eso permite además estudiar en el laboratorio estas huellas de relleno, puesto que el original se encuentra al aire libre en el campo cerca del yacimiento El Pozo de El Castellar.

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