El Puerto de Bronchales, un laboratorio vivo donde ver cómo afecta la gestión forestal en la micología
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El Puerto de Bronchales, a 1.600 metros de altitud, alberga un laboratorio vivo para comprobar cómo afecta la gestión forestal al recurso fúngico, hídrico y a la biodiversidad. Allí, bajo el paraguas del proyecto de investigación Silvalia, se ha instalado un observatorio permanente de seguimiento para el estudio de la influencia de los tratamientos selvícolas de mejora en los montes. Se trata de una zona donde hay una gran tradición selvícola, con más de un siglo de trayectoria, y el objetivo con este proyecto es ver cómo repercute en el recurso tanto la presión de diferente intensidad como su ausencia.
La finalidad última es analizar las oportunidades que el monte ofrece para la población local, tanto desde el punto de vista de la micología como del aprovechamiento maderero.
En total se han establecido ocho parcelas en el Monte de Utilidad Pública número 9 El Puerto de Bronchales en el que se ha hecho una producción ordenada desde hace más de un siglo. En esas cuadrículas experimentales de 10 metros por 10 metros en las que se controlan diferentes actuaciones, por un lado la producción de setas, por otro la infiltración de agua –que también es clave porque un poco más abajo está la embotelladora Aguas de Bronchales- y por último de control de la biodiversidad.
El ingeniero de Montes Ricardo Forcadell explica que en el proyecto se llevan a cabo diferentes tipos de gestión, una de mayor intensidad, otra menor y una tercera que se deja como testigo, sin realizar trabajos para ver la evolución natural. "Es un laboratorio vivo y abierto donde se busca ver cómo influye la gestión y transmitirlo a la sociedad", asegura Forcadell.
En las parcelas, que están valladas, hay sensores de humedad a 15 y 30 centímetros, de forma que los datos de humedad y temperatura se pueden consultar a tiempo real.
En los terrenos se recolectan y pesan todas las especies comerciales y el muestro lo hace siempre la misma persona, para evitar sesgos. La recolección se hace todas las semanas durante el periodo de producción y se suspende cuando se suman varias semanas sin recoger ningún hongo. Los carpóforos que se recogen se embolsan de forma hermética para evitar pérdidas de peso y las ocho parcelas se recolectan el mismo día.
Además de la recolección, el codirector del proyecto, Fernando Martínez Peña, matiza que también se han tomado muestras de suelo para analizar su composición fúngica.
El también codirector del proyecto, Rubén Escribano, apunta que desde el año 2022 en el que se inició el proyecto hasta esta pasada campaña se han recogido 89 especies distintas en los muestreos realizados y, en total, se han recolectado 4.000 carpóforos. No obstante, recuerda que en estos años de recorrido sólo 2024 ha sido "un año excepcional" en lo que a setas se refiere puesto que este 2025 ha sido el peor de las últimas tres décadas y 2023 fue a su vez bastante flojo.
Los primeros resultados analizados han permitido cifrar la producción de Boletus edulis en más de 20 kilos por hectárea, una cifra similar a la media de otros montes del Sistema Ibérico Norte. Martínez Peña concreta al respecto que la media de las últimas décadas de Soria está en esas cifras. En cuanto al género Lactarius, que es otra de las especies más buscadas, la media está entre 23 y 25 kilos por hectárea.
Ricardo Forcadell incide en que la gestión planificada del recurso forestal es buena para el monte y los recursos vinculados a él. En este mismo sentido se pronuncia el investigador del Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña (CTFC), Sergio de Miguel. El experto precisa que los análisis preliminares muestran que aprovechar el recurso y realizar cortas no afecta ni a la capacidad productiva de madera u hongos ni a la biodiversidad. En este sentido, especificó que a corto plazo sí hay un impacto, pero el suelo se recupera relativamente pronto y algunas especies, como los lactarius, reaccionan "muy positivamente frente a algunos tratamientos como las cortas".
De Miguel asegura que la diversidad de condiciones garantiza la variedad de hongos y añade que muchas de las especies más comerciales, como el rebollón, se asocian precisamente a masas más jóvenes. Además, plantea la importancia de la creación de los reservorios o “puntos calientes de biodiversidad fúngica, que muchas veces van en detrimento de las especies” más demandadas por los buscadores. Se trataría de zonas en las que se conserven y recolecten las diferentes especies, no sólo las que tienen interés comercial.
Cortas cada siglo
Ricardo Forcadell observa que en el MUP número 9, que es donde se localiza el laboratorio de investigación sobre recursos forestales, se interviene en cada zona cada 10 o 20 años, de forma que los turnos de corta se alternan cada 120 años aproximadamente. Relata que se lleva a cabo con dos tipos de maquinaria, las claras de árboles de menos diámetro se hacen con procesadora y desembosque con autocarga mientras que las cortas de regeneración con árboles de gran desarrollo se cortan con un motosierra y se arrastran con un tractor especial.
El ingeniero de Montes evidencia que en las parcelas abiertas los hongos saprófitos empiezan a fructificar antes y el motivo es que la incorporación del agua al suelo es más inmediata puesto que no hay apenas copas de árboles que la frenen. En estas parcelas, que están también valladas para evitar la entrada de depredadores o buscadores de setas, hay incluso riego para estudiar la vinculación entre la producción micológica y los aportes hídricos.
En este laboratorio del Puerto de Bronchales hay también unas áreas micodemostrativas, que son zonas donde se intenta reproducir las condiciones óptimas para maximizar la producción de setas.
El objetivo es mantener en el tiempo estas parcelas experimentales para que los resultados se prolonguen en el tiempo y sean mucho más fiables. Además, los investigadores destacan la importancia de conocer los resultados de producción no sólo de hongos con interés comercial, sino también de aquellos que no lo tienen.
Al hilo de este proyecto se está desarrollando otro en el que también está implicado Fernando Martínez Peña y la Asociación Micoaragón para tomar muestras de Boletus edulis en distintas zonas de Europa y comprobar cómo afecta la presión recolectora.
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