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Teruel emprende el vuelo para conocer mejor los pterosaurios que surcaron los cielos del Mesozoico Teruel emprende el vuelo para conocer mejor los pterosaurios que surcaron los cielos del Mesozoico

Teruel emprende el vuelo para conocer mejor los pterosaurios que surcaron los cielos del Mesozoico

El hallazgo de fósiles de estos reptiles voladores en El Castellar amplía el registro de unos animales extintos poco conocidos en la Península Ibérica
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Las comarcas turolenses son un territorio rico en recursos paleontológicos, incluso con aquellos registros que son de difícil conservación. Ahora la provincia de Teruel ha emprendido el vuelo para conocer mejor los pterosaurios, los impresionantes reptiles voladores del Mesozoico que convivieron con los dinosaurios y que surcaron los cielos antes de que lo hiciesen las aves. A la publicación científica en 2019 de un nuevo género hallado en Obón y a los restos que se conocen desde hace tiempo en Galve, ambos del Cretácico, se suman ahora los fósiles del periodo Jurásico encontrados por la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis en El Castellar. Estos animales serán protagonistas de la tercera fase de ampliación de Dinópolis, que estará dedicada a las especies que surcaron los cielos durante el Mesozoico.

La imagen de los pterosaurios está muy presente en el imaginario colectivo, que los suele confundir con los dinosaurios, cuando en realidad eran reptiles voladores. En la mítica novela El mundo perdido, de Sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, el profesor Challenger se lleva consigo un huevo de pterosaurio a Londres, donde nace el reptil volador y se convierte en la prueba de que ese mundo perdido descubierto por el explorador en la novela existe.
 

ALLAZGO EXCEPCIONAL. Los fósiles de huesos de un pterosaurio del Jurásico han aparecido en el yacimiento de icnitas El Pozo de El Castellar. En la fotografía superior, una paleontóloga de la Fundación Dinópolis señala los sitios donde afloran incrustados los huesos en lo que un día fue una playa.

 

Detalle de los fósiles del reptil (resaltados).


A ello se ha sumado en la iconosfera la presencia de estos animales antediluvianos dentro del cine, no solo por la saga de Jurassic Park, sino por las películas clásicas, en las que los pterosaurios tenían la costumbre de coger con sus patas a humanos y elevarlos en el aire, como sucede en la inigualable versión de King Kong de 1933. El mundo del cómic ha seguido también esa tradición.

Estos reptiles de la era mesozoica que tuvieron la capacidad de volar, aparecieron en el registro fósil antes que los dinosaurios, puesto que el primer pterosaurio conocido se descubrió en 1784 en Baviera (Alemania). Y fue uno de los padres de la Paleontología, Georges Cuvier, el primero que en 1801 reconoció estos animales como reptiles, en lugar de aves y mamíferos similares a murciélagos como opinaban otros naturalistas.

El hecho de tener los huesos huecos para reducir su peso y facilitar así su capacidad de vuelo, ha jugado en contra de su conservación, ya que es más difícil que fosilicen. Es por ese motivo que su registro es mucho más escaso que el de los dinosaurios.

EL PTEROSAURIO ‘CHINO’ DE GALVE. En el Museo de Galve se exhibe una falange, que completa pudo medir medio metro, junto a otros fósiles de este pterosaurio, que ha sido asociado con el género ‘Dsungaripterus’ de China.


En la Península Ibérica, Teruel se está convirtiendo en un lugar privilegiado para su conocimiento y es uno de los pocos sitios donde se ha descrito una nueva especie, Iberodactylus.

No obstante, en la provincia el registro de estos animales se conoce desde mediados del siglo pasado. Los primeros científicos en identificar fósiles de pterosaurios en la provincia fueron investigadores alemanes cuando en 1966 citaron dientes de estos reptiles en Galve, en concreto en el yacimiento Colladico Blanco de esta localidad.

También en este municipio pionero de la paleontología de dinosaurios en Aragón y España, paleontólogos de la Universidad de Zaragoza publicaron fósiles de reptiles voladores, tanto de falanges como de dientes aislados. Entre ellos destaca una falange, no completa, cuya longitud se estima que pudo tener medio metro.

Los científicos lo vincularon con un género descrito en China, del Cretácico Inferior, llamado Dsungaripterus weii. En el Parque Paleontológico de Galve hay una reconstrucción en vida de este animal, mientras que en el Museo Paleontológico de la localidad, dedicado a José María Herrero, se exhiben los fósiles de esta especie hallados en el término.

En 2019, un equipo liderado por Borja Holgado, del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont, publicó en la revista Scientific Reports un hallazgo sorprendente, el de un pterosaurio encontrado en el municipio de Obón, que resultó ser un nuevo género y especie que fue bautizado con el nombre Iberodactylus andreui.

Lo singular de este animal es que el fósil encontrado correspondía a la parte del morro del reptil y presentaba una protuberancia en la parte superior del cráneo a modo de cresta ósea. Además, es uno de los más grandes conocidos en la Península Ibérica, ya que en vida tendría una envergadura de unos 4 metros.

Iberodactylus es uno de los pterosaurios representados en el recorrido de Mar Jurásico en la sede de Dinópolis Teruel, tanto a través de su reconstrucción corpórea como de imágenes animadas al final del recorrido que hace el visitante. Y eso es así porque este animal vivió en el Cretácico Inferior, hace unos 125 millones de años, al igual que Europejara, otro pterosaurio netamente español descrito en el conocido yacimiento de Las Hoyas en Cuenca. Eso sí, su tamaño es más pequeño. También está representado en el recorrido final de Mar Jurásico.

A estos dos pterosaurios descritos en España hay que sumar los géneros Prejanopterus, encontrado en La Rioja y también del Cretácico Inferior, y fósiles de reptiles voladores de la familia de los adzárquidos que han sido hallados tanto en La Rioja como en la Comunidad Valenciana, en sedimentos del Cretácico Superior, hace unos 78-69 millones de años. Estos últimos vivieron poco antes de la gran colisión del meteorito que acabó no solo con la vida de los dinosaurios sino también con la de estos reptiles voladores.

La característica de todos ellos es que corresponden a animales que vivieron en el Cretácico, cuando los que ha encontrado la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel en el yacimiento El Pozo, en el municipio de El Castellar, son del Jurásico, un periodo del Mesozoico más antiguo en el que no son pródigos los fósiles de estos reptiles. En Portugal se conoce el género Lusognathus almadrava, que fue descrito en el año 2023.

Que haya tan pocos restos, y menos del Jurásico, convierte el hallazgo de los fósiles de pterosaurio de El Castellar en algo muy singular, y no sólo por la escasez de fósiles de estos reptiles voladores en el Jurásico peninsular, sino por cómo han aparecido los restos de sus huesos, que es totalmente inusual.

El descubrimiento se dio a conocer recientemente en la primera edición de la actividad Open Dino Teruel, organizada por la Fundación Dinópolis en varios afloramientos turolenses, entre ellos el de El Pozo. Allí, los paleontólogos de esta institución científica trabajan desde hace tiempo en un yacimiento de icnitas (huellas) de dinosaurio de hace 145 millones de años y que tiene un potencial tremendo.

Corpóreo del pterosaurio ‘Iberodactylus’ en el recorrido de Mar Jurásico


Una playa jurásica

Los paleontólogos han ampliado de forma considerable la extensión del afloramiento y permite visualizar lo que era una antigua playa del Jurásico. Hasta se aprecian las marcas del oleaje junto a las pisadas de los dinosaurios de distintas especies que pasaron por allí y dejaron impresas sus huellas.

La sorpresa de los científicos fue encontrarse incrustados en la roca, en lo que en tiempos fue la arena de la playa, los fósiles de otro animal, un reptil volador, a pesar de la dificultad que los mismos tienen para fosilizar al estar huecos, y más en un enclave tan singular como ese.

El hallazgo es espectacular. Algunos fósiles se los ha llevado la Fundación Dinópolis al laboratorio, pero otros permanecen en el mismo afloramiento donde se encuentran las icnitas. No es necesaria mucha imaginación para ver la escena de esta playa del Jurásico por la que caminaban los dinosaurios, y en medio los restos de un pterosaurio muerto que acabó descarnado poco a poco. Parte de esos huesos terminaron dispersos por la arena para ser cubiertos por otra capa sedimentaria hasta hoy, cuando han vuelto a salir a la luz.

El día de la presentación del descubrimiento, el director gerente de la Fundación Dinópolis, Alberto Cobos, explicó que un hallazgo así es muy excepcional además de relevante por el periodo geológico al que pertenecen los fósiles. A partir de las piezas óseas encontradas se estima que pudo tener una longitud de un metro y medio, si bien todavía está en estudio.

En total se han rescatado 40 piezas fosilizadas de distintas partes del animal, desde falanges, incluida alguna ungueal, a vértebras y parte de la cintura escapular. Con los fósiles que permanecen en el yacimiento, al formar parte de la singularidad del afloramiento de icnitas de El Pozos, se han hecho fotogrametrías para poder investigarlo a la par que se preserva.

El descubrimiento ha abierto un nuevo campo de estudio para los científicos de la Fundación Dinópolis en una provincia que no deja de sorprender por su variado registro paleontológico.

Reconstrucciones en Mar Jurásico


Diversidad

Los pterosaurios son animales fascinantes, aunque en el imaginario del Mesozoico, la era de los dinosaurios, son vistos como comparsas de los grandes reptiles que poblaban los ecosistemas terrestres. Tenían dientes en sus mandíbulas, en algunos casos dispuestos de formas muy singulares, lo que les ayudaba a cazar el alimento. No es difícil imaginárselos al visitar una playa de hoy día y ver a las gaviotas y albatros capturar peces. Al principio se pensó, como con los dinosaurios, que eran animales de sangre fría y muy lentos en sus movimientos, pero hoy se sabe por el estudio de su anatomía que no solo planeaban, sino que también podían batir las alas.

Dominaron los cielos durante 150 millones de años y su diversidad era tal, que en el registro fósil mundial se han encontrado desde pequeñas especies como Pterodactylus elegans, de 25 centímetros de envergadura con las alas abiertas, al gigantesco Quetzalcoatlus northropi, que tenía una envergadura de 11 metros. Los hallados en Teruel y en provincias limítrofes, como Iberodactylus y Europejara, eran más pequeños.
 

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