Síguenos
A la izquierda A la izquierda
EFE/Kiko Huesca

A la izquierda

banner click 244 banner 244
Raquel Fuertes

Cuando uno quiere vender algo lo primero que hace es identificar a su público objetivo, conocer sus necesidades y lanzar un mensaje que convenza al máximo número posible para que le compren. Así de simple.

O de complicado. Así, en el público de votantes entran muchas sensibilidades: desde los 18 años hasta el final de los días somos un montón de gentes diversas, cada uno de nuestro padre y nuestra madre y con derecho a voto. Para simplificar el tiro se hacen dos primeros grandes grupos: derechas e izquierdas, que las opciones de centro en este país tienen recorrido corto y adiós amargo. Una vez ubicado en uno u otro espectro ya se va afinando entre posiciones más moderadas o extremas y a partir de ahí se elabora el discurso con el que se espera robar algunos votos indecisos del otro espectro y bastantes votos de arrepentidos del propio.

Pedro Sánchez, tras aupar a Yolanda Díaz como alternativa cómoda de pacto fácil, ha decidido redoblar su despliegue hacia la izquierda: las versiones más moderadas son susceptibles de rendirse al ‘efecto Feijóo’ (aunque por días se va viendo que hay algo de bluf) y la izquierda, como siempre devastada por fuego amigo, busca un discurso afín procedente de alguien al que le quede vida política y no haya sido devorado aún por sus compañeros.

Ese siempre loable viaje a la izquierda de un político socialista ha venido acompañado de efectos colaterales inmediatos que, como no podía ser de otra manera, afectan no a esos ‘malditos ricos’ que todo lo pueden sino al españolito medio que tiene un piso, cuatro acciones y quiere comer todos los días. El simple anuncio del impuesto a bancos y eléctricas (que ambos nos repercutirán, no nos cabe duda) ha provocado tal debacle en bolsa en apenas unas horas que (dicen los expertos, yo no entiendo) superó a lo que espera recaudar el erario público en un año. Efecto temporal, sí, pero a ver en qué queda un giro con fines electoralistas que trae pocas soluciones a un mundo (que no todo es culpa de Sánchez, claro) herido y que, de momento, solo nos trae más pérdidas.

El redactor recomienda