Síguenos
Diez al día Diez al día

Diez al día

banner click 244 banner 244
Raquel Fuertes

Incluso más. La cifra da tanto vértigo que, como en tantas otras cosas, es mejor mirar hacia otro lado y hablar del lado amable de la vida, de lo superfluo, de la crisis mundial o del último meme propiciado por la campaña andaluza.

Pues sí, más de diez personas dicen adiós a la vida cada día, de forma voluntaria, en nuestro país. Cuánta tristeza, cuánto dolor, cuánta desesperación detrás de una estadística destinada a convertirse en un número más.

¿Les parece dura la cifra? Hay otra peor: en realidad intentan quitarse de en medio más de 200 españoles cada día. Abrumador es poco.

¿Cómo puede pesar tanto vivir? ¿Cómo se puede llegar a ese grado de dolor que permita omitir el dolor que dejará la ausencia?

Cuando nos llegamos a familiarizar con los centenares de muertos diarios por covid teníamos la excusa de que era algo sobrevenido contra lo que estábamos (estamos) aprendiendo a luchar. La maldita mutación era un imprevisto, algo contra lo que nunca nos habíamos enfrentado. En cambio, la tristeza infinita siempre ha estado ahí. Aunque cada vez más.

Es inherente al ser humano y no hemos conseguido erradicarla en sus formas más abruptas y dañinas. No todo exceso de tristeza lleva a una ideación suicida, está claro. La tristeza forma parte de la vida y es necesario conocerla para ser capaces de experimentar el gozo de la alegría.

Pero cuando se convierte en algo patológico, cuando no se ven salidas, cuando, como decía, hasta se olvida el dolor que dejas es cuando deberíamos actuar. ¿Cómo? Es difícil en esta vida de carreras, apresuramientos y falta de atención ver las señales que nos indiquen que ese adolescente no puede más con el rechazo. O esa mujer que no sabe cómo arrastrar su culpa. O ese hombre incapaz de hacer frente a un fracaso. Ojo, y pueden hacer tantas combinaciones como quieran: rechazo, culpa y fracaso están accesibles para cualquiera, sin importar sexo ni edad. Más allá del 024, también en nuestras manos está actuar y parar esa sangría de vidas que no encuentran más salida que el adiós.

 

El redactor recomienda