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¿Ya no mola? ¿Ya no mola?
EFE/Quique García.

¿Ya no mola?

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Raquel Fuertes

Me cuenta un amigo que este verano devoró la trilogía de la inspectora Elena Blanco. “Literatura de consumo veraniego, pero que te engancha y que no la puedes dejar, con algunas escenas muy truculentas, casi gore”. Le preguntó si se ha sentido decepcionado al saber que Carmen Mola no es una anodina profesora de instituto con doble vida que desde las sombras imaginaba y escribía historias muy negras escondida en el gris anonimato.

Aunque la conversación es telefónica, sé perfectamente qué cara ha puesto cuando me responde: “¿Y qué más me da? Lo que ha sido es un pelotazo de Planeta”. Y pasamos a hablar de la jugada maestra de la editorial marketiniana promotora del premio que todos los plumillas guardamos en el apartado de nuestros más inalcanzables anhelos: roba la firma superventas a la competencia, desvela quién se escondía tras el seudónimo y da la campanada al transformarse la profesora de instituto en tres tíos con toda la barba al subir al escenario.

Pero ya estamos aplicando la medida del grosor del papel de fumar tan extendida en nuestros días y lo estamos llevando a la perspectiva de género mal entendida. ¿En serio?

¿Alguien se cree que alguien vende cientos de miles de libros en nuestro país por el hecho de ser hombre, mujer o encuadrarse en género no binario? Si alguien vende muchos libros es porque a la gente le gusta leerlos. Y punto. ¿Va a ser el nombre del autor o su asignación de género lo que lleve a un libro a ser superventas? Una vez, el marketing lo puede. Tres, lo dudo.

Cuando Carmen era mujer molaba, pero ahora ya hay quienes cuestionan sus textos, sus modos y sus malas intenciones al “esconderse” (dicen) tras un nombre de mujer. Por favor, ¿qué más da?

Seré muy ingenua, pero imagino el proceso de elección del seudónimo de los tres escritores entre cervezas. “Jo, ¿cómo vamos a vender que hemos escrito esto entre los tres? ¿Buscamos un seudónimo? ¿Hombre o mujer? A mí siempre me ha gustado el nombre de Carmen. Carmen mola. Pues Carmen Mola”. Y ya.

No vayamos más allá, no busquemos tres pies al gato y decidamos tras la lectura si Carmen mola o no. Y es que lo realmente extraordinario es escribir algo entre tres personas, crear un estilo propio, darle continuidad y seguir hablándose. Eso sí que mola.

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