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Miguel Rivera

Feliz Año Nuevo, lectores. Estamos en el momento del año en que más propósitos nos hacemos. Lo de cumplirlos queda para las 51 semanas restantes. Quien más, quien menos, se marca unos objetivos para la próxima vuelta al sol: dejar de fumar, apuntarse al gimnasio o ponerse a dieta y perder esos dichosos kilos de más que el año pasado aparecieron de no se sabe dónde. En general, suelen tener que ver con cuidar el cuerpo o con el crecimiento personal.

He estado la última semana de vacaciones en los Pirineos, buscando hacer algo de deporte en familia, senderismo y esquí principalmente, y vuelvo a casa desolado. La imagen de los Pirineos sin nada de nieve a 31 de diciembre es desalentadora a más no poder. En una semana entera no ha caído un copo de nieve, pero lo más alarmante es que durmiendo a 1600 metros sobre el nivel del mar no hemos estado por debajo de los 0º en ningún momento, ni de la noche ni por supuesto del día. Es evidente que una golondrina no hace verano y que no se pueden sacar conclusiones de una semana solamente, pero es una evidencia que cada vez tenemos inviernos más suaves y veranos más calurosos. No voy a relatar a continuación todos los datos sobre desertización, temporales, inundaciones y demás fenómenos extremos consecuencia del cambio climático.

Una de las cosas que más me chocan últimamente es la cantidad de gente que niega esta evidencia, y no solo que la niegan, sino que hacen gala del despilfarro energético o la extrema contaminación que generan. El último caso sonado ha sido el de Andrew Tate, influencer británico, que tuvo un enfrentamiento dialéctico en Twitter con la activista Greta Thunberg, tras hacer gala de todo lo que contaminan sus 33 coches. La irónica y ocurrente respuesta de la sueca se convirtió en uno de los tuits más vistos y compartidos de la historia de la red social del pájaro azul.

Los propósitos de Año Nuevo, como decíamos al inicio, suelen ir encaminados a cuidar de nuestro cuerpo bajo la premisa de que solamente tenemos uno y que debemos cuidarnos para que eso no nos pase factura y tengamos una cierta calidad de vida cuando vayan pasando los años. Aun así, el cuerpo es de cada uno y la libertad individual (concepto demasiado prostituido últimamente, por cierto) conlleva la capacidad de poder cuidarlo o castigarlo a voluntad.

Sin embargo, la Tierra es de todos y el legado que le dejaremos a las generaciones futuras. En los últimos 170 años, la Tierra ha visto un incremento de los niveles de CO2 similares al de los anteriores 20000 años, según National Geographic. Es una responsabilidad colectiva reducir las emisiones y el impacto generado sobre nuestro planeta porque, como cuerpo, solamente tenemos uno.

Ojalá alguno de los propósitos de Año Nuevo de cada uno de nosotros vaya encaminado a mejorar la Tierra y la vida de todos y no solamente nuestro cuerpo.

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