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Miguel Rivera

Cuando ustedes lean estas líneas ya habrá pasado. Los Lakers, una de las franquicias más exitosas del deporte americano, habrán retirado la camiseta amarilla y púrpura con el 16 a la espalda de Pau Gasol, uno de los deportistas más importantes de nuestra historia.

Hace unos meses, el 12 de octubre del 22, en una de las primeras columnas que escribí para Diario de Teruel, titulada Las Tres Vidas, les hablaba del perfil humano, empresarial y filantrópico de Pau. Hoy me centraré en poner de relieve su lado deportivo, el más conocido, pero aun así tengo la sensación de que no suficientemente valorado. Les animo a buscarlo en la nueva hemeroteca digital del Diario. Es una herramienta que no tiene precio.

Pau debutó en la NBA en 2001, poco después del atentado de las Torres Gemelas, en un país marcado por dicha tragedia. Llegó siendo un chaval, desde el número 6 del draft, mucho más delgado y con pinta de no haber roto un plato en su vida. Lo hizo de la mano de los Memphis Grizzlies, precisamente el rival contra el que jugaron anoche los Lakers en el partido homenaje a Gasol.

La NBA sabe cuidar muy bien a sus leyendas y el acto de anoche así lo evidencia: 13 temporadas jugó Pau en ambas franquicias, así que no había ningún rival mejor para el homenaje. Y vaya si rompió algún plato después: es uno de los apenas 50 jugadores que han sido capaces de sobrepasar los 20.000 puntos en la historia de la NBA, doble campeón, tres finales, 18 temporadas en la liga… números que lo convertirán, con toda probabilidad en un jugador de Salón de la Fama, algo reservado a unos pocos elegidos. Pero si algo puede poner de relieve la importancia de Pau en la mejor liga del mundo es el hecho de que será, tras más de 75 años de historia de los Lakers, solamente el duodécimo jugador que verá su nombre colgando de lo más alto del antiguo Staples Center.

Algunos de los más grandes de la historia serán sus insignes acompañantes: Kareem Abdul-Jabbar, Magic Johnson o Wilt Chamberlain, junto a su querido y añorado gran amigo, Kobe Bryant. Se ha situado por méritos propios en la leyenda de una franquicia de por sí legendaria.

Otro de los aspectos importantes de Gasol es que fue un pionero. Antes que él, solamente el malogrado Fernando Martín había cruzado el charco, disputando apenas 24 partidos. Después de la llegada de Pau a Memphis, hasta catorce jugadores más nacidos en nuestro país han seguido sus pasos. España dejó de mirar con complejo a EEUU y las franquicias empezaron a ver el potencial de nuestros baloncestistas. Raül López, Calderón, su hermano Marc, Rubio o los Hernangómez pueden estar agradecidos al rompehielos Gasol.

No puedo cerrar esta columna sin mirar nuevamente hacia una generación de deportistas que nos hicieron vivir la edad de oro del deporte español. Hacia 2010 convivieron en su apogeo los Gasol, Nadal, Alonso o la generación dorada del fútbol español, entre otros muchos. Los que lo vivimos, desde la máxima admiración y con cierta nostalgia, no podemos sino esbozar una sonrisa al recordar sus gestas y pensar cuándo volveremos a vivir semejante cúmulo de talento en nuestro deporte. Ojalá sea pronto.

Por último, quiero volver a destacar el lado humano de Pau. En una de las múltiples entrevistas que le han hecho estos días a raíz de este merecido homenaje, recalcó, desde la más absoluta humildad, que “yo no estaría aquí si no hubiera sido por Kobe”. Y yo, esta vez, no puedo estar de acuerdo: Pau, este homenaje te lo has merecido tú porque has tenido una carrera de leyenda.

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