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Dos siglos después, la campanas salen de La Portellada para ser restauradas Dos siglos después, la campanas salen de La Portellada para ser restauradas
La alcaldesa, con dos de los campaneros de La Portellada

Dos siglos después, la campanas salen de La Portellada para ser restauradas

Fueron bajadas del campanario esta semana y enviadas a un taller, igual que la matraca
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Damiana, María y Javiera (que hasta la guerra civil había sido llamada Micaela) han salido esta semana de La Portellada en dirección a un taller de restauración. Son las tres campanas del pueblo que, después de varios siglos de trabajo ininterrumpido, van a tener un merecido descanso mientras reciben una puesta a punto. Les acompaña en este viaje la matraca de madera de la iglesia.

Ayudados de una grúa, los vecinos del pueblo asistieron esta semana al descendimiento desde el campanario de la iglesia de San Cosme y San Damián de las tres campanas y la matraca, cuya restauración ha promovido una Comisión gestora y el propio Ayuntamiento de La Portellada con el fin de valorizar el patrimonio histórico material e inmaterial que conservan. No en vano, estas tres campanas tañen, avisan y festejan las citas claves del calendario local desde hace 229 años.

Al mismo tiempo y con el fin de sufragar el coste de la rehabilitación de las piezas, la Comisión Gestora ha iniciado una recaudación popular para sufragar el importe de los trabajos, que llevará a cabo la empresa ‘Pallás, campanas y relojes’, ubicada en La Puebla de Alfindén, en la provincia de Zaragoza. El objetivo es que la recuperación de Damiana, María y Javiera se lleve a efecto con el máximo cuidado y garantizando la “personalidad” que tienen, puesto que actualmente su tañer está considerado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

Matraca de madera

En relación a la matraca de madera, que también fue retirada de la iglesia esta misma semana, será trasladada al taller de José Micolau, carpintero de la localidad que se encargará de su puesta a punto en los próximos meses.

Según explicó Antonio López,  secretario de la Asociación Cultural Quintos 68, “la idea de la  restauración hacía años que nos rondaba por la cabeza, pero tuvo un impulso definitivo durante la Semana Cultural de 2022”. En esa fecha, se impartieron dos conferencias, una a cargo de la antropóloga María Rosa Monreal Bel relacionada con el pleito del año 1796 interpuesto por el maestro campanero Antonio Argos por impago de las campanas de la localidad. Otra a cargo de la también antropóloga Pepa Nogués y de la técnico de Patrimonio de la comarca del Matarraña Ana Casasús en la que se destacó la importancia de conservar el patrimonio material e inmaterial de la Comarca, de las campanas y del toque de las mismas. Y ese fue el punto de partida para que hoy las tres campanas de La Portellada y la matraca estén esperando recuperarse en un taller de los daños que el paso del tiempo ha hecho sobre ellas.

Hay que recordar que a finales de noviembre del año pasado el toque manual de campanas español pasó a formar parte de la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. Asimismo, la Comarca del Matarraña ha impulsado un proyecto para recuperar los toques tradicionales de campanas que tenían los pueblos de la zona.

Campanas de La Portellada

Las campanas de La Portellada han estado sonando, avisando al vecindario de distintos sucesos  y festejando las grandes celebraciones desde finales del siglo XVIII. La campana María, la mediana de las tres, fue fundida en el año 1794, aunque se desconoce quién fue su constructor. No obstante, suele atribuirse a la familia Argos, que eran maestros campaneros.

Damiana, la campana más grande de las tres que tiene el campanario de la iglesia, fue fundida por el maestro campanero Antonio Argos cuando corría el año 1796.

La campana Javiera, la más pequeña de las tres, fue refundida en el año 1970 por Carlos Perea, campanero de Miranda de Ebro. Esta campana pequeña había sido fundida también por Antonio Argos en el año 1796 y tenía el nombre de Micaela . La tiraron del campanario durante la guerra civil, después de que se agrietara.

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