

Los argentinos de Aguaviva, 25 años después: “El proyecto repoblador funcionó, algo queda”
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“El proyecto funcionó porque, siempre que haces algo por romper la estanqueidad, algo queda. De las primeras siete familias que vinimos quedaron dos, pero vinieron otras. A mí me gustó la idea de repoblar y me lo tomé muy en serio”. Son las reflexiones de Marcelo Martínez 25 años después de que comenzara el programa de repoblación que ideó el entonces alcalde Luis Bricio y que logró, con el tiempo, que arraigara en la localidad una tercera parte del centenar de nuevos pobladores que lo intentaron, especialmente procedentes de Argentina y Uruguay pero también de Rumanía.
Un cuarto de siglo después, la familia Martínez-Mazzeo es un ejemplo de adaptación e implicación con el territorio que les acogió. A ellos les dieron trabajo y les procuraron una vivienda de alquiler, y años después correspondieron creando una empresa de cables con la que hoy generan cuatro empleos familiares y otros cuatro para los vecinos. Su esfuerzo por cumplir con el cometido para el que llegaron les aupó al balcón del ayuntamiento durante las pasadas fiestas de agosto, donde pronunciaron un pregón que en realidad fue “un homenaje a todas las personas que participaron en el programa de repoblación que se desarrolló hace ahora 25 años, y especialmente a aquellas que arraigaron en Aguaviva y continúan hoy viviendo en nuestra localidad”, dijo el alcalde, Aitor Clemente.

En el año 2000 la localidad bajoaragonesa contaba con 600 vecinos y logró superar los 700 gracias a una iniciativa que siempre ha defendido su principal valedor. “Nos quedábamos sin gente y sabíamos que teníamos infraestructuras suficientes para recibir nuevos vecinos. Pensamos en los inmigrantes porque una experiencia previa con familias de ciudades españolas había fracasado”, indicaba Bricio en los artículos de la época. El diario Clarín, la revista Gente y televisiones de Argentina retransmitían el día a día de los nuevos pobladores en sus primeros compases. También se hicieron documentales de esta experiencia que dio la vuelta al mundo. Hasta una televisión de Japón se desplazó.
Empleo, alquiler y pasajes
De la mano de la Asociación Española de Municipios Contra la Despoblación –integrada por 80 municipios de Aragón, Valencia y Soria y con participación activa del grupo de acción local Omezyma–, se buscaban matrimonios no mayores de 40 años, con al menos dos hijos menores de 12 años que revitalizaran las escuelas, y con nacionalidad española para poder formalizar inmediatamente un contrato de trabajo. Las familias acogidas firmaban acuerdos de permanencia de cinco años, tiempo por el que se les garantizaba un empleo y una vivienda en régimen de alquiler.
Se sumaba a los apoyos un préstamo para costear los billetes de avión. Anuncios publicitarios e intervenciones en los medios de comunicación de Mar del Plata y Buenos Aires tuvieron mucho eco en plena época de inflación y corralito argentino. Hasta 6.000 solicitudes recibió el ayuntamiento, que preseleccionó unas pocas decenas de familias que cumplían requisitos plenamente de las que un total de 13 acabaron viajando en esa primera hornada. Argentinos, chilenos, uruguayos, polacos y rumanos contribuyeron a repoblar Aguaviva en los meses siguientes y la escuela incrementó sus matrículas.
Con el tiempo, Aguaviva se ha vuelto a despoblar (550 personas) dada la inercia de la provincia. Queda un tercio del centenar de personas que vinieron y, pese a algunas dificultades de adaptación y choques culturales, el consenso es que la experiencia fue positiva porque, de lo contrario, el municipio estaría hoy peor.
“Quedan unas cuantas familias aún, como esta de Marcelo que tiene tres núcleos. La mayoría de los que permanecen son de Argentina y de Rumanía”, explicó Clemente, que 25 años después agradeció públicamente a quienes dieron el paso.
Huyeron de la inflación
“En Lugano (Buenos Aires), donde vivíamos, no llegábamos a fin de mes. Había mucha delincuencia y ya quisieron hacernos daño. Aquí esas cosas no pasaban. Teníamos dos hijos y queríamos darles un bienestar, que estuvieran bien y se desarrollaran de forma normal. Y aquí lo hemos conseguido. Los dos mayores tienen su carrera y su trabajo, aunque están viviendo fuera, y la pequeña –que ya nació en Teruel– está estudiando”, valoró Martínez.
“Al principio veníamos los hombres a ver el lugar y a los dos meses venía el resto de la familia. Yo empecé a trabajar de chófer de camiones en la gravera, porque ya había vivido en España cuatro años y medio y había sacado el carné. Luego vendí chucherías para Exclusivas Sanz de Alcañiz, y conduje para Ferrero el autobús escolar, trabajé fines de semana en Eurocátering, para una empresa de atracciones y hasta un tren turístico llevé”, relató. Finalmente, y fruto de la experiencia previa de su suegro en Argentina, la familia compró una nave para montar una empresa de cables con la que ya lleva 23 años.
En cuanto a la vivienda, “pasábamos frío en el piso porque no estaba muy bien acondicionado. La ducha no andaba bien y los cristales condensaban humedad. Pero yo sabía que era algo provisorio y después compramos un terreno para hacer una casa”.
Su adaptación a Aguaviva se tradujo también en las dos legislaturas que fue concejal. “Llevaba el centro de día y conseguimos peluquería y que pudieran llamar a sus familiares gratis cada vez que quisieran”, describió. En lo social, “en la escuela no se festejaban los cumpleaños y a la primera ocasión fuimos con caramelos. La profesora no entendía nada”, rió.
Hoy día, José Manuel Torres y Neli Beanato regentan –aportaron tres hijos y otro nació en España– el bar de la plaza de Aguaviva. “En 25 años no he parado de trabajar: en un secadero de jamones, en la central térmica de Andorra y ahora estamos aquí”, indica él, que llegó en la segunda expedición de argentinos en el año 2000. Era comercial joyero, pero la inflación era tal que vivía al día. Escuchó por la radio la oferta y se lanzó a la aventura, casi huyendo de Mar del Plata, ciudad de 600.000 habitantes.
Dada su experiencia, hoy Martínez aconseja a los ayuntamientos: “No sirve con una entrevista y tener niños. Si se hace un test psicológico profesional puedes saber si van a ser agradecidos, si van a querer venir para trabajar y no a aprovecharse. La gente tiene que ser consciente de que viene a formar un pueblo, y eso es una responsabilidad”.
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