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“Hay que ir sin tapujos. Yo me presenté en Bronchales como el marido de Saúl” “Hay que ir sin tapujos. Yo me presenté en Bronchales como el marido de Saúl”
Ricardo Almazán (izq.) y Saúl Pérez, en una foto del año de su boda, en 2014

“Hay que ir sin tapujos. Yo me presenté en Bronchales como el marido de Saúl”

Ricardo Almazán y Saúl Pérez reconocen que en la Sierra sienten rechazo
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Cruz Aguilar

En Bronchales, donde viven Ricardo Almazán y Saúl Pérez, la mayoría de las conversaciones de hombres giran en torno a la caza, el fútbol y los toros. Ellos son ecologistas y homosexuales, lo reconocen abiertamente. Tanto que aseguran que nunca han salido del armario porque siempre han estado fuera. Su forma de vivir la homosexualidad es “sin tapujos, porque si empiezas ocultándolo es cuando das pie a algo”, dice Ricardo. Por eso, cuando llegó al pueblo se presentó directamente como “el marido del nieto de Maximiano”, citando al que fuera alcalde por el Partido Popular durante tres legislaturas y una persona muy tradicional. Era “un hombre a la antigua y con genio”, describe Ricardo, pero, como recuerda Saúl, “a sus 90 años fue el que mejor se lo tomó” de esa parte de la familia.

Saúl se define como “un mariquita de libro, de los que no juegan al fútbol pero sí con muñecas y van con chicas”. Sin apenas referentes en la televisión o el cine, encontró su sitio en el grupo de jota en el que se metió en la adolescencia, donde conoció a chavales que, como a él, le atraían personas de su mismo género. Ricardo es de Zaragoza, pero pasó parte de su juventud en Barcelona, moviéndose en ambientes gays donde vivió su sexualidad con total normalidad.

Residen en Bronchales desde el año 2013 y se casaron en 2014, aunque lo hicieron en Zaragoza porque fue allí donde habían iniciado los trámites algún tiempo antes de mudarse. Su boda fue sencilla por la situación económica que tenían en ese momento ya que sobre todo a Ricardo le hubiera gustado un gran bodorrio. Sí asistió buena parte de la familia -de la de Saúl no toda- y los amigos. Ricardo vivió el momento de manera muy intensa, “con un sentimiento de responsabilidad de lo que estaba firmando”, pero también con la sensación de orgullo por poderlo hacer.

En lo que respecta al escaso número de matrimonios que hay en la provincia, Saúl no le da mayor importancia puesto que apunta que es un rito que sólo siguen “los más tradicionales, por así decirlo”.

Ricardo y Saúl están muy a gusto en la Sierra de Albarracín porque “como forma de vida es inmejorable”, aunque aseguran que “a nivel social no sé si hay un sitio peor en todo el país”. Por eso, no se extrañan de que haya tan pocas parejas que lo reconocen abiertamente o contraen matrimonio en la provincia, puesto que creen que todavía queda mucho camino por recorrer: “Muchos habrán huido”, apuntan.

Retroceso

Es más, aseguran que, al menos en la zona que ellos viven van “para atrás”, con un incremento notable de los mensajes homófobos. Indican que aunque el colectivo está cada vez más aceptado, los que lo rechazan “se oyen más”, y tanto Ricardo como Saúl apuntan a que a nivel de redes sociales los contrarios al movimiento “lo están haciendo muy bien” en el sentido de que logran que su discurso homófobo cale en los más jóvenes.

Viven su homosexualidad sin tapujos, pero no se reivindican en las fiestas del Orgullo LGTBIQ+. Ricardo no cree “que sea el camino” porque, dice, muchos de los adeptos a esa fiesta “los otros 364 días al año son los más armarizados”. Saúl está de acuerdo y añade que la forma de apoyar al colectivo es “asumirlo en el día a día”

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