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“Los herederos de la fotografía tradicional, los que la hemos vivido, somos unos afortunados” “Los herederos de la fotografía tradicional, los que la hemos vivido, somos unos afortunados”
Lori Needleman fotografíando en la costa pacífica de EE UU, durante su viaje por la Highway 1. Diego Hernández

“Los herederos de la fotografía tradicional, los que la hemos vivido, somos unos afortunados”

Lori Needleman inaugura su exposición ‘Highway 1’ esta tarde, en el Espacio Luvitien de Teruel
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La fotógrafa Lori Needleman nació en Washington DC (EE UU) en 1969. Tras graduarse en Comunicación en la Universidad de Boston estudió fotografía en la Universidad de California Los Ángeles (UCLA). En la ciudad de los Lakers y de los Clippers trabajó durante varios años como directora productora del estudio de Lauren Greenfield, una galardonada fotógrafa, documentalista y directora de cine. En esa costa este realizó un proyecto fotográfico a través de la mítica autopista Highway 1, que recorre California, y que se expone en el Espacio Luvitien de Teruel desde esta tarde, a partir de las 19 horas, hasta el 16 de abril.

Needleman conoció Teruel en 2005 atraída por el poder hipnótico que las Bodas de Isabel ejercen sobre los objetivos fotográficos, y poco después decidió cambiar las ciudades de millones de habitantes por una pequeña capital de provincia de 35.000. Lleva afincada en Teruel desde 2009, donde es casi imposible no verla acompañada por su cámara fotográfica.

-¿Por qué elige la Highway 1 como marco del proyecto fotográfico que expone?

-Highway 1, sin duda una de las más famosas autopistas americanas, es conocida por su trazado serpenteante y siempre en paralelo a la costa del Pacífico y sus hipnóticos paisajes. Recorre el estado de California desde San Diego hasta Leggett, pasando por Los Ángeles, Santa Bárbara, San Luis Obispo, Big Sur, y San Francisco. Sus 2.655 km han sido muy recorridos por la industria hollywoodiense, con iconos como Grease, Karate Kid, The Fast and The Furious, La La land… Es sin duda un escenario inexcusable del sueño americano.

La norteamericana captó la luz mágica y reconocible que Hollywood nos ha legado de la costa oeste de EE UU. L. N.

-Usted procede de la costa oeste...

-Pero es quizá una de las páginas más bonitas de mi diario. Recorrí aquella carretera en un tiempo y en una compañía muy especiales en mi vida. Lo hice además en un momento en el que mi pasión por la fotografía -aunque perdura todavía- tenía aquel olor y sabor intensos de los sueños por venir.

-¿Qué ofrece este espacio para el fotógrafo?

-La costa pacífica se te quiere meter en la cámara a cada metro que recorres. Al subconsciente que tiene grabado ya esas imágenes por las películas y la fotografía se le une esa sensación de salvaje libertad y de estar surfeando por las tierras del paraíso. El clima, los paisajes, el mito, son impresionantes… Al margen de que te encuentras hitos históricos y arquitectónicos tales como la Misión de Santa Bárbara, el Castillo Hearst, el Golden Gate o los parques nacionales, son muchos kilómetros de variedad panorámica pero siempre regados por los rayos del sol que reflejan sobre las aguas del Pacífico. Ni te cuento cómo son los atardeceres a ese sol de poniente, puro oeste.

-¿Qué le llevo a realizar ese viaje?

-Casualmente fue un turolense el que me inspiró a llevar a cabo estos viajes, a lo largo de un año más o menos entre 2007 y 2008. Nuestro campamento base estaba en Los Ángeles, donde yo trabajaba por aquel entonces para una reputada fotógrafa americana. Casi cada fin de semana planeábamos una ruta y un destino diferentes. Gasolina, café en el termo, gafas de sol, cámaras, sonrisas y on the road again. Fue un año inolvidable.

Imagen del icónico Golden Gate de San Francisco. L. N.

-¿Por qué eligió la fotografía química?

-Por aquel entonces andaba yo en la transición entre la fotografía tradicional y la digital, y de hecho cargaba ambas cámaras a la vez. Pero tengo que decir que cuando vi el resultado de la alquimia, con aquel toque ensoñador del grano de la película y las peculiares imperfecciones de la cámara de plástico -tan como la vida misma- no tuve ninguna duda. Para mí, el atractivo de aquellas fotografías no podía competir con ninguna de las tomas digitales que también hice.

-¿Ya es plenamente digital, o todavía conserva el gusto por los químicos y la ampliadora?

-Los que hemos tenido el placer de nadar entre los líquidos del revelado al sol rojizo de la bombilla tenemos querencia por la fotografía reposada y meditada. Encuadrar, juzgar, seleccionar, descartar, calibrar… antes de disparar, es un ritual que hemos heredado los afortunados hijos de la fotografía tradicional. Pero es cierto que sería de tontos negar las virtudes y ventajas de la era digital, sobre todo de cara a la posterior edición y postproducción. Casi nunca hago ya fotografía de carrete, aunque echo de menos su innata naturalidad de lo espontáneo y lo genuino.

-¿El lenguaje de ‘Highway 1’ es su registro habitual, o es una singularidad dentro de sus proyectos personales?

-La verdad es que mis proyectos son muy variados y aunque puede deducirse, por ejemplo, que en Highway 1 o mi serie de Orchid trato de huir o evitar la presencia humana, desde que estoy en España no he parado de fotografiar gente y sensaciones. Es fascinante y abrumador el sentido de comunidad y la cantidad de eventos que tienen lugar a lo largo de todo el año, casi en cualquier sitio.

-¿Es ese tipo de fotografía, la social, la que más le interesa ahora?

-Como todo fotógrafo que se precie, empecé con la fotografía social, en Los Ángeles e incluso seguí algunos años aquí en España con Diego (Hernández). Me apasionaba y me sentía muy cómoda, me encantaba esa conexión con la gente en sus momentos más especiales y que además querían perpetuar para siempre. Todavía me sorprendo a mí misma descubriendo fotos y experiencias compartidas que han marcado un poco el camino de mi vida y ojalá incluso que el de otros. Es cierto que ahora ese tipo de dedicación requiere de una energía y un tiempo del que ya no dispongo. Como decía, ahora disfruto muchísimo de la fotografía costumbrista, de mezclarme entre la gente, su alegría y sus fiestas, tan numerosas en este país, en esta ciudad mismo de Teruel.

Jorge Lucía (izda.) y Alejandro Pastor, de ATADI. LN

-¿Qué le trajo y qué la retuvo en Teruel, donde vive desde hace más de una década?

-Antes de trabajar en la industria fotográfica lo hice para una agencia de representantes de autores y talentos, buscando siempre nuevas ideas para películas y televisión. Un día en un avión leí en una revista un artículo sobre Las Bodas de Isabel de Segura que llamó poderosamente mi atención. Investigué mucho al respecto, pero fue cuando, aprovechando un viaje de trabajo a Italia en 2005, decidí hacer escala en Teruel para verlo con mis propios ojos. Quién hubiera imaginado que cuatro años después acabaría viviendo aquí, en esta pequeña y maravillosa comunidad de Teruel. Aquella historia de amor cambió la trayectoria de mi vida para siempre.

-¿Diría que Teruel ha aportado algo en particular a su visión profesional como fotógrafa?

-Me llevó a una nueva dimensión de entusiasmo por la fotografía. Durante todos estos años me he sentido como una cría pequeña ensimismada y alucinada por la belleza de todo lo nuevo. Las Bodas de Isabel, la Vaquilla del Ángel, San Antón, el Modernismo... Estaba enganchada y no podía dejar de disparar mi cámara. Después de vivir en ciudades tan grandes como Los Ángeles o Nueva York la vida en Teruel fue un cambio radical. Aquí puedes estar en la primera fila de todo lo que acontece, todo el mundo te sonríe y te deja pasar… los juramentos de bandera, el nombramiento de un nuevo obispo, las Fiestas del Pilar, La Semana Santa, las manifestaciones, la Jota, San Jorge, la gente que te abre sus casas en los pueblos, los artesanos, el que te mira simplemente para ofrecerte su retrato… todos, todo, tan atractivo y fascinante para una americana en Teruel.

-El complemento perfecto para su exposición son los textos del poeta turolense Mario Hinojosa...

-Cuando pensé en añadir a mis fotografías algún pensamiento, nadie más elocuente y mejor poeta que mi amigo Mario. A mi solicitud de colaboración me devolvió su entusiasmo, siempre perenne e incondicional, y este montón de conmovedoras palabras que remueven mi memoria todavía con más fuerza si cabe, y espero que también la del espectador.

Una peculiar impresión sobre lonas de gran tamaño

Como profesional de la fotografía desde hace décadas, Lori Needleman es absolutamente exigente con su trabajo en todos los procesos del mismo. Por eso la estadounidense destaca que el trabajo de impresión de las imágenes de Highway 1 ha sido realizado por el taller de impresión de ATADI. Según la fotógrafa, “yo quería que estas fotos fueron expuestas igual que la moda playera californiana, desenfadada y desencorsetada, por lo que quise romper con los estándares y buscar una impresión informal y llamativa. Liberar a las fotos del marco y ser ellas sin más sobre blanco puro”. Por eso decidió imprimir las fotografías sobre lonas, “lo que me llevo a ATADI Empleo Impresión”. “El resultado ha superado todas mis expectativas”.

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