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Un ángel ilumina el interior de la ermita de Monteagudo  tras la restauración Un ángel ilumina el interior de la ermita de Monteagudo  tras la restauración
El ángel que decora la bóveda no era apenas visible hasta ahora debido a que estaba oculto por la suciedad y a que buena parte de la pintura que lo recubre se había perdido

Un ángel ilumina el interior de la ermita de Monteagudo tras la restauración

La recuperación pictórica saca también a la luz un escudo y profusa decoración
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Cruz Aguilar

Un luminoso ángel preside la bóveda de cañón de la ermita del Pilar de Monteagudo del Castillo, cuya restauración pictórica, acometida por la Fundación Santa Maria de Albarracín, acaba de terminar. El templo, que llevaba décadas en desuso, cuenta con una profusa decoración barroca en paredes y bóvedas y sus tonos oscuros contrastan con el ángel suspendido en una nebulosa, cuya presencia estaba oculta bajo las capas de suciedad.

La ermita del Pilar fue construida en 1749 y reformada en el año 1903, según figura en una inscripción que hay en una de las paredes y que también ha salido a la luz ahora. 120 años después ha sido totalmente restaurada y la recuperación pictórica constituye la última fase de los trabajos, que se iniciaron en 2022. En esos primeros trabajos se actuó en los suelos, que estaban totalmente deteriorados y se consolidó la dañada bóveda.

El templo se compone de tres cuerpos, el primero, cuyo suelo con piedras de río fue recuperado; el central, donde se reforzó la bóveda y se colocó un suelo de mortero de cal puesto que estaba totalmente perdido; y el espacio de culto propiamente dicho, en el que los trabajos consistieron en la primera fase en la colocación de un suelo de barro similar al que debió de tener en su origen.

Las restauradoras, durante la realización de los trabajos que se han desarrollado en los últimos tres meses y medio

Es en esta zona, la más relevante del templo, se concentraban las pinturas, todas ellas al temple y en tonos grises, malvas y teja oscuro, según indicó la responsable del equipo de restauración, Rosana Herrero. Las tonalidades oscuras contrastan con el ángel luminoso que está en la bóveda central y con el retablo barroco dorado que presidía la ermita y que se quemó durante la guerra civil. Se conoce su existencia y apariencia porque se conserva alguna imagen del mismo.

Las decoraciones son de sencillas formas, pero muy cargantes por su profusión. Las realizaron, según concretó el gerente de la Fundación Santa María, Antonio Jiménez, personas con destreza pictórica que plasmaron los gustos decorativos del momento, aunque no se trata de obras de arte de primera magnitud. Además de elementos vegetales, hay figuras mitológicas como serpientes y grifos.

La ermita resultó dañada durante el conflicto bélico y después ya no se utilizó para el culto, aunque sí le dieron diferentes usos. Allí pernoctaron grupos de soldados tanto durante la guerra como luego en la posguerra como atestiguan las inscripciones que se hicieron en los casetones grises oscuros que hay en las paredes. Algunos de estos mensajes han sido conservados en la restauración porque, como apunta Antonio Jiménez, “son documentos históricos más recientes y vinculados con la guerra civil”. Entre ellos hay inscripciones de personas de Gijón o Jaén. A ellas se suman otras incisiones burdas realizadas en épocas más recientes que sí han sido retiradas durante el proceso de restauración.

60.000 euros de presupuesto

La ermita ha quedado totalmente saneada tras concluir todo el proceso y el presupuesto de las dos fases acometidas –tanto la estructural como la pictórica– ha ascendido a 60.000 euros que han sido financiados por la Fundación Térvalis, el Ayuntamiento de Monteagudo del Castillo y por los donativos de los propios vecinos, que han recaudado un total de 6.000 euros. En esa cuantía se incluye también la rehabilitación integral de todo el edificio que se hizo el pasado año.

Las imágenes muestran la ermita del Pilar antes del proceso de restauración y el aspecto que tiene ahora, tras dos fases de trabajos, una centrada en los trabajos de albañilería y otra en las pinturas


La ermita la mandó construir Juan Tarín en el año 1749 y el escudo de la familia aparece al menos en dos ocasiones, una en el mismo pórtico de la entrada y otra en una de las bóvedas. También hay otro escudo en la bóveda más cercana al altar, pero se encontraba tan deteriorado que las restauradoras no han podido recuperarlo ni interpretarlo.

El templo estaba muy dañado por los usos inadecuados de los últimos años, que han incluido la realización de hogueras en el interior. En este sentido Rosana Herrero detalló que el proceso de restauración fue complejo puesto que había muchas zonas donde la pintura estaba tan deteriorada que se desprendía al trabajar sobre ella. “Había hollín por todos los sitios, en algunas zonas se podía limpiar, pero en otras no porque el temple es tan pulverulento que nos llevábamos la pintura, tanto en húmedo como en seco, así que, donde no se ha podido limpiar, se ha mantenido”, concretó la especialista, quien señaló que el trabajo de consolidación de la policromía y adhesión al muro ha sido importante porque había muchas zonas donde la capa pictórica estaba desprendida, con burbujas de aire.

El primer paso fue la consolidación de la policromía que quedaba y el relleno de motero de cal en las zonas que habían vacías. Una vez la superficie estuvo lista, se realizó la reintegración en aquellas zonas donde se conocía el motivo completo. “Se trata de pinturas repetitivas y sólo se han reintegrado en las zonas que teníamos la certeza de que era así, donde estaba totalmente perdido se ha aplicado una pintura plana”, dijo la restauradora. Además, las pérdidas eran menores de lo previsto inicialmente puesto que había muchos espacios donde al apreciar de cerca la superficie se veía el negativo del dibujo, como por ejemplo en la inscripción que hay sobre la zona del altar mayor. También el ángel conservaba gran parte de sus trazos en negativo y la restauración y reintegración cromática ha sido muy vistosa puesto que “de no verse prácticamente nada, ahora hay un ángel” en el centro de la techumbre del templo.

En las otras dos bóvedas hay dos escudos a modo de decoración, el de la familia Tarín, que financió la construcción, y otro que no se ha podido recuperar. “Simplemente hemos marcado la forma que había pero por el estado en el que se encontraba no hemos podido hacer más”, detalló la responsable del equipo.

Vista panorámica del estado actual en el que ha quedado el templo tras la restauración integral del mismo

Para diferenciar la pintura original de la restaurada se han aplicado tintas planas con estarcido encima, que es una técnica consistente en aplicar puntos de colores de forma que, de lejos, la visión de conjunto es completa, pero de cerca se aprecia perfectamente la diferencia entre lo original y lo aplicado en el proceso.

Durante los trabajos también se repusieron las molduras del entablamento, llevando a cabo una reconstrucción volumétrica de las cornisas con ayuda de un escayolista, puesto que había numerosas faltas.

El municipio abre con este trabajo la puerta a seguir recuperando patrimonio

La restauración de la ermita del Pilar fue impulsada por la Asociación cultural Monteagudo del Castillo y la Agrupación Amigos de El Pairón. El presidente de la primera, Pablo Guillén, se mostró muy contento con el resultado y señaló que esta restauración puede abrir la puerta a recuperar otros bienes del municipio, como la ermita de San Juan o la de San Benito, o incluso el castillo. Destacó que hasta el templo no se conoce que hubieran romerías, aunque antaño sí había culto y hay vecinos que han propuesto que se recupere. De momento están buscando fecha para la inauguración oficial y, aunque todavía no la han fijado, una posible es la festividad del Pilar, porque la ermita está dedicada a esta virgen. Guillén comentó que él, como la mayor parte de los vecinos, ha conocido la ermita siempre abandonada y detalló que es un lugar habitual donde jugaban los niños. Aseguró que contar con este templo recuperado en un municipio tan pequeño es “para presumir” y agradeció a la Fundación Térvalis el apoyo económico prestado.

En cuanto a las otras dos ermitas que hay en el pueblo, la de San Juan está en el monte de Salobreña y aunque conserva las paredes y la techumbre está totalmente abandonada. En peor estado y también sin uso está la de San Benito, muy cerca del pueblo y de la que solo se conserva un arco, ya que tiene el resto de su estructura derruida.

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