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Isabel Marco
Qué difícil es aceptarse una tal cual es. La sociedad nos bombardea y pide que pongamos nuestro perfil bueno, lo que significa que tenemos que ocultar el lado malo; como si tener defectos fuese algo antinatural, cuando lo antinatural es corregirlos con cirugía o photoshop.

Lo ideal es buscar estar bien, saludable, aceptar tu cuerpo. En ocasiones con intentarlo es suficiente, no podemos ser esclavas de la búsqueda de la felicidad constante.

Luego está la vida y sus cambios; algunos más radicales que otros. Esto daría para escribir un par de libros. Si ya es difícil tapar los defectos cuando te conoces de siempre, cuando estos cambios llegan repentinamente es una auténtica locura. El mejor ejemplo es lo que ocurre cuando nos quedamos embarazadas, eso sí es un cambio radical, una revolución, una magia pura, un milagro de la naturaleza que sirve, nada más y nada menos que para  dar vida. Cuando esa vida llega, en lugar de festejarlo y dar las gracias, algunas miradas se centran en mirar el cuerpo de la recién parida.

Después del parto hagas lo que hagas, te quedes como te quedes, te van a buscar algún defecto. Si lo tienes porque lo tienes y si no porque no lo tienes: cuánta tripa se te ha quedado, parece que estás embarazada todavía, ya verás para quitarte esos kilos… O por el contrario: qué irresponsable hacer ejercicio durante el embarazo, te dedicas a hacer ejercicio y no atiendes a tu criatura, eso lo haces porque tienes quien te atienda al bebé… La sociedad sabe más bien poco sobre el embarazo y todavía menos del postparto. Nadie se preocupa de las mujeres una vez que han parido, no piensan en su estado emocional, tan sólo ponen el foco de atención en cómo se ha transformado su cuerpo. Es duro estar preocupada porque en cuarenta días tienes que haber recuperado tu agilidad anterior, tu fuerza anterior, tu peso anterior. Pero, por muy estupenda que estés, el mundo no piensa en que quizá necesitaste una episiotomía hasta el ano, o una cesárea, o que los músculos de tu abdomen estén separados cuatro dedos a la altura del ombligo, o que tu suelo pélvico dice que está tan cansado de soportar el peso y la presión del bebé que se ha tomado un descanso indefinido. Puede que afortunadamente todo fuese bien, pero que tengas una dolorosa grieta en el pezón por la lactancia, o que tengas que levantarte cada tres horas, o que estés preocupada por ser una buena madre, o que estés pasando por una depresión…

Las mujeres cuyo trabajo requiere mostrarse en televisión o en un escenario, las que tienen miles de followers en redes sociales, las que su estado físico juega un papel importante en su vida laboral; todas ellas acumulan comentarios, no sólo de parientes, vecindario y allegados sino también de ese gigantesco patio de vecinos que son las redes sociales.

Ahora vayamos a lo verdaderamente importante: toda mujer es única, su evolución y recuperación tras el parto es única, cada una podrá contar su experiencia, o no; pero nos gustaría poder mostrarnos sabiendo que no vamos a ser juzgadas. Respetemos todos y cada uno de los cuerpos, acompañemos a los doloridos, a los cansados y alegrémonos por los que resisten fuertes y se recuperan con rapidez. Y, sobre todo, ayudemos a mantener a una madre feliz, pues eso es lo que va a sostener la felicidad del bebé que tenga en sus brazos.

Basta de juzgar nuestros cuerpos, basta de herirnos con palabras necias; si no, yo conozco un lugar perfecto donde se pueden meter esas lenguas.

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