Diego Gracia Guillén, académico de las Reales Academias Nacionales de Medicina y Ciencias Morales: “Hay que educar en que todos nos equivocamos y que tenemos que ser capaces de perdonar”
“La educación moral no ha de ser solo formar en la justicia, porque así las sociedades no son vivibles”Los cuidados de la Tierra y la paz como único camino, en el Congreso Nacional de Bioética
Los desafíos a los que se enfrenta la bioética se debaten desde una perspectiva transversal
El médico y filósofo Diego Gracia Guillén es un referente de la bioética en todo el ámbito iberoamericano. Clausuró este fin de semana el XVII Congreso Nacional de Bioética organizado en Teruel por la Asociación de Bioética Fundamental y Clínica, entidad que consideró clave para educar en la no violencia, el fenómeno que más amenaza al mundo actual.
-¿Qué peso tiene la ética en nuestra sociedad?
-Vamos a ver, la experiencia del deber es una experiencia universal, de tal modo que todo ser humano, cuando llega al uso de razón, pues empieza a hacer unos juicios que se llaman juicios morales. Empieza a pensar que no debería haber hecho esto, que debería haber hecho lo otro. Y el verbo deber es un verbo que utilizamos todos. Lo que pasa es que la ética, como disciplina, lo que intenta es ir un paso más allá y hacer que eso que hacemos naturalmente las personas, lo hagamos además correctamente. Porque no siempre que hacemos juicios de deber los hacemos correctamente. Hay mil factores que nos llevan unas veces a equivocarnos, otras veces son sesgos, la propaganda, el medio, mil cosas, ¿no? O el propio interés. Y entonces, más allá de que la experiencia del deber es universal, se requiere una educación adecuada en la toma de decisiones morales, en ética.
-¿Existe esa educación adecuada?
-Bueno, pues existe malamente. Hay unos que lo hacen mejor y otros que lo hacen peor. Desdichadamente no es muy buena la educación moral. La función de sociedades como la Asociación de Bioética Fundamental y Clínica es formar a los profesionales que a la vez tienen que formar a la sociedad.
-La violencia se ha adueñado de nuestro mundo, la consumimos con fruición en todos los ámbitos.
-Así es. El asunto tremendo es que el principio básico de la ética es la justicia, y la justicia a lo que lleva es a pensar que quien la hace la paga. Por tanto, la justicia a una lesión de un valor, que es lo que ha cometido el que ha cometido una injusticia, se añade otra lesión de un valor, que es la pena que se pone para corregir esa lesión primera. Y entonces queremos corregir la lesión primera con una lesión segunda, con lo cual ya hay dos lesiones. Y este es el círculo infernal de la justicia, que no se puede superar más que con altruismo que decían los clásicos, es decir, con la capacidad de perdón y de ser capaz de actuar no violentamente, incluso cuando te hacen violencia a ti. Cosa muy difícil, pero que es así, porque la violencia siempre llama a violencia. Tenemos la guerra de Ucrania en este momento y el tema de la Franja de Gaza. ¿Qué tienen que hacer los ucranianos? Pues responder a la violencia, en este caso de Rusia. Y entonces ya hay dos violencias. ¿Cómo se corta esto? Yo no lo sé, pero tendrá que ser con educación y con alguien que esté dispuesto a perdonar.
-La guerra es la violencia extrema, pero luego tenemos la más cercana a nosotros, que no solo es física sino psicológica y cada vez con mayor agresividad verbal.
-Claro, hay mucha violencia, vivimos en una sociedad muy violenta. ¿Y cuál es el término antitético a violencia? Es no violencia. Pero la no violencia, como principio, exige partir de la idea de que el perdón es fundamental. Por tanto, a mí, cuando me hagan violencia, en lo que yo pueda, tengo que ser capaz de perdonar, de tal manera que no genere como respuesta una nueva violencia. Porque si genera una nueva violencia, entramos en una espiral de violencia que no tiene tope.
-El problema es que así no vamos a ningún lado si no se corta. ¿Hacia dónde nos precipitamos en esa espiral si no somos capaces de frenarlo?
-Pues no lo sé. Desde luego, la función que tienen instituciones como la Asociación de Bioética es educar en que todos nos equivocamos y todos tenemos que ser capaces de perdonar. Y si no ponemos el perdón como elemento fundamental, la espiral de la violencia se realimenta a sí misma.
-¿Hace falta más empatía, más tolerancia para afrontar los retos que tenemos en estas sociedades tan complejas?
-Y más educación. Yo creo que la educación moral de la sociedad es fundamental. Y la educación moral de la sociedad no es educar sólo en la justicia, que es lo que se dice continuamente. Con sólo justicia no se evita la violencia. Porque una lesión de la justicia lleva a una segunda lesión de la justicia y a un ciclo de violencia. Entonces, hay que ir más allá de la justicia. Nuestra sociedad, nuestra cultura, entiende de justicia y considera que todo se arregla con justicia. Y con sólo justicia las sociedades no son humanas, no son vivibles. ¿Qué hace un padre o una madre con su hijo, actúa con criterio de justicia cuando la madre se levanta porque el niño llora a tal hora de la noche? Actúa generosamente, no justamente. Bueno, pues el tema de la generosidad en nuestra cultura está completamente degollado.
-¿No hay recetas, pero entonces qué hay que hacer para frenar esta deriva en la que estamos inmersos?
-Educación. Yo creo que la educación en ética es poca y mala. La Asociación de Bioética Fundamental y Clínica lo que intenta es educar, porque es la única manera de transformar esto. El ciclo de la violencia se realimenta a sí mismo, funciona solo y eso hay que romperlo.
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