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Javier Lizaga

No hay mayor democracia que un cartel electoral. Resume en 15 días lo que es la vida y la política. Lo pegas y eres DiCaprio en la proa del Titanic y a los 15 días estas agarrado a un madero y, eso, con suerte. La foto de campaña se pasa antes de moda que la pajarita que llevaste en la boda de tu tía. Está condenado al fondo del cajón como las fotos con tu primer novio, ese pardal que ya solo volverás a ver cuando lleves a tu vastago a la guardería.

Empezando un jueves de Vaquilla, estas elecciones generales ya prometían. Los voxquimanos pidieron al respetable que votase “lo que importa”, dicho y hecho, han perdido una veintena de escaños. Abascal, en la misma foto, ha pasado de mirar al más allá, a mantener el tipo tras un buen bofetón.

Al otro extremo, el slogan de Yolanda lo escribieron Belarra y Echenique, “es por ti”, porque si fuera por ellos… Por desgracia, la utopía empieza ya en el nombre del partido, porque “Sumar” a todos esos egos es lo que parece el primer reto, aunque tenga ya un siglo para las izquierdas.

A Feijoo, “es el momento” se lo diseñó la misma que llevaba la cuenta de twitter del perro de Esperanza Aguirre. Con camisa blanca, Feijoo está entre novio perfecto o pagafantas. “¿Así que era el momento? Pero si me dijo que tiene novio, y tú lo sabías”. Al otro lado, imagino la misma sonrisa pícara de Ayuso cuando el 23J por la noche la plebe empezó a corear su nombre en Génova, mientras ya nadie oía a Alberto, que seguía repitiendo que ha ganado las elecciones.

El cartel de Pedro Sánchez es el más atemporal, haciéndose un selfie y de perfil, siempre de perfil, lo cuál le sirve para esquivar las balas tanto como escaquearse de las responsabilidades. Más que “adelante” le pega “virgencita que me quede como estoy”, un drama, porque negociar con Puigdemont es más jodido que perder las elecciones. Más que vencedores o vencidos, los carteles nos recuerdan cuantos quedan retratados.

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