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Los conventos eran “la única salida” para las “mujeres con las mentes inquietas” del XVII Los conventos eran “la única salida” para las “mujeres con las mentes inquietas” del XVII
Conferencia sobre el convento de las Madres Agustinas, ayer en Rubielos de Mora

Los conventos eran “la única salida” para las “mujeres con las mentes inquietas” del XVII

Los historiadores Pablo Cercós y David Montolío desgranan los entresijos de la vida monástica
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Cruz Aguilar

Desde la perspectiva actual, entrar en un convento de clausura supone una renuncia para toda la vida, pero en el siglo XVII y XVIII eran la única forma que tenían las mujeres con mentes inquietas de cultivarse. “La gente ahora lo ve como un lugar muy tenebroso, pero a nivel cultural para esas mujeres era una liberación, se dedicaban a Dios, pero también a leer, escribir, pintar y formarse”, señaló el profesor asociado en la Universidad de Valencia y conservador de arte en la catedral y en la diócesis de Segorbe-Castellón, David Montolío. El experto participó este sábado en la jornada para dar a conocer en Rubielos de Mora el convento de las Madres Agustinas, organizada por el Instituto de Estudios Turolenses (IET) y con el objetivo de conmemorar el 400 aniversario de su llegada a la localidad.

Junto a la ponencia de Montolío, la sesión se completará con otra del doctorando de la Universidad de Zaragoza y miembro del grupo Traza (Centrado en la Investigación en Desarrollo en Arte Medieval y Moderno en Aragón), Pablo Cercós. Su intervención se centró en la iglesia medieval de Santa María de Rubielos de Mora como germen del convento de Madres Agustinas, que es la única orden religiosa femenina contemplativa que hay actualmente en la provincia.

Montolío explicó no sólo la historia del edificio, sino que se centró en la vida del convento después de que dejara de ser el templo parroquial, especificando las particularidades que tenía una congregación femenina.

Detalló que había una ceremonia de entrada, la de las monjas coronadas, que consistía en engalanar a las mujeres que accedían a la vida contemplativa con coronas de papel y palmas. Era un momento en el que las familias aprovechaban para retratarlas porque, al ser de clausura, dejaban de verlas.

El historiador Pablo Cercós (i.), la vicepresidenta de la DPT, Beatriz Martín, y el investigador David Montolío

“Esa entrada significaba el desarrollo personal de muchas mujeres, porque dentro podían escribir, educarse y educar”, dijo el ponente, para añadir que precisamente muchas de las religiosas mantuvieron las órdenes a partir de la desamortización del siglo XIX porque se dedicaban a enseñar a las niñas. Destacó en este sentido que buena parte de las mujeres que ahora tienen más de 60 años aprendieron no sólo a coser o escribir, sino también “a gestionar la economía doméstica”.

Montolío planteó que con el Concilio de Trento desaparecieron los beaterios, que eran los lugares donde las mujeres se dedicaban a la vida religiosa pero manteniendo el contacto con el mundo, en lo que ahora serían las monjas seglares. Además, especificó que muchas monjas fueron grandes escritoras o pintoras, unas artes que no hubieran podido desarrollar en esa época fuera de una orden religiosa.

Alma medieval, piel barroca

Por eso, para las mujeres de esa Edad Moderna la única salida más allá del matrimonio y los hijos estaba en los conventos. No obstante, no era una opción válida para todas, puesto que se exigía una dote importante, que muchas familias no podían asumir. Sin embargo, como especificó David Montolío, en el Convento de las Agustinas de Rubielos se asumían algunas dotes de forma que las jóvenes del pueblo o de localidades cercanas estaban exentas de aportarla o era más reducida, una especie de becas de la época.

Por su parte Pablo Cercós detalló que en el año 1620 se construyó el nuevo templo parroquial de Rubielos, que es el que se emplea actualmente, de forma que al de las afueras, que es el actual convento, se le buscó otra utilidad, que fue su ocupación por la orden religiosa.

Este templo tiene orígenes medievales y es el primero que se levantó en Rubielos. Las primeras referencias al edificio, concretó Cercós, son de la segunda mitad del siglo XIII, pero corresponden al templo anterior, ya que el actual se empieza en 1340 y concluye en 1380. Ahora, lo que vemos “es ese edificio pero con transformaciones barrocas posteriores”, que fueron las que realizaron las monjas cuando se asentaron allí. “Es como un cascarón interior, en alguna capilla se ve la obra medieval, pero en el resto lo que se ve es barroco, pero bajo esos yesos queda el 100% o al menos una parte importante del edificio original”, aseguró.

Detalló que esta fórmula de emplear el inmueble original y adecuarlo a la estética del momento para darle un lavado de cara era muy habitual y “una forma de ahorrar costes”.

El experto concretó además que se trata de un templo medieval que se asienta a su vez sobre unos restos romanos: “Es una manera de usar siempre el mismo espacio”, aseveró.

La ponencia de este sábado en Rubielos de Mora sirvió para cerrar los actos que se han celebrado para homenajear la instalación de las monjas en la localidad hace 400 años.

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