

Las salinas de Armillas: en manos “reales” al menos desde finales del siglo XIII y hasta el año 1383
Martín el Humano y María de Luna donaron la explotación a Francés de ArandaLas salinas de Armillas: un patrimonio histórico de un valor incalculable no solo local sino general
Ojos Negros abre al público las salinas y amplía así su rico patrimonio industrial
Miguel Morte Royo / Armillas
La economía de la sal, su explotación, comercio, consumo, fiscalidad, y regulación normativa de todos los aspectos referentes a este producto, desde antiguo tuvo mucho interés público. Las diferentes estructuras de poder se han interesado desde muy antiguo por la sal, controlándola de diferentes maneras, muy a menudo en régimen de monopolio, por dos motivos principales, entre otros muchos, por su trascendencia para la alimentación y la salud, por las importantes rentas económicas que aportaba, hasta el punto de que en algunos momento se utilizó como moneda. Si hacemos una visión histórica de la sal veremos que siempre fue una actividad y un producto muy regulado, muy normatizado.
Por otro lado la sal es imprescindible en diversas actividades económicas, a la sal se le han atribuido, desde antiguo, muchas virtudes, unas ciertas y otras no. La sal ha sido un elemento poderoso en rituales y creencias religiosas, algunas de las cuales han llegado hasta nuestros días.

La historia de las salinas de Armillas se enmarca dentro de esta tradición. Las mismas cobrarán una importancia e interés creciente debido a la repoblación, tras la reconquista de estas tierras a finales del siglo XII. Pero tras la toma de Valencia en 1238 se incrementa la actividad económica en el sur del reino de Aragón, y se abren grandes posibilidades para la trashumancia ganadera durante muchos, muchos años, actividad para la que es imprescindible la sal. Ambos fenómenos y la circunstancia de que no había otras salinas cercanas a las de Armillas las convirtieron en un bien muy preciado y rentable a lo largo de la historia, hasta el punto de que Armillas (con su aldea aneja de La Peña del Cid) fue pronto la aldea más poblada de la zona tras Montalbán, Segura y La Hoz de la Vieja, y la segunda de la Sesma del río Martín tras La Hoz de la Vieja.
En el año 1276 Jaime I concedió a su hijo natural, Pedro Fernández de Híjar las Salinas de Armillas a perpetuidad, para poder vender sal a Montalbán, Aliaga, Villarroya, Fortanete, Castellote, Huesa y Albalate, con prohibición de hacerlo a Teruel y a Daroca. Cada salinar tenía establecido el territorio dentro del que podía vender la sal, sin posibilidad de salirse del mismo.
Los cambios en la administración de las salinas coinciden en el tiempo con la nueva política de Jaime I para la gestión de los asuntos reales, con la sustitución del sistema de tenencias en Teruel a mediados del siglo XIII, y con el nombramiento de nuevos funcionarios directamente dependientes del rey: juez, baile y sobrejuntero.

En 1280 hay un pleito entre P. Fernández de Híjar y R. de Muro rector de la iglesia de Martín sobre los diezmos de las salinas de Segura (Armillas). Dicta la sentencia el obispo de Zaragoza y obliga a P. Fernández de Híjar a dar 40 cahices de sal anuales a la iglesia de Martín.
En 1304 Jaime II concede como gracia especial a María, esposa de Pedro Fernández de Hijar, permiso para vender por tierras de Aragón 200 cahíces de sal de Segura (la cantidad total serían unos 30.000 kilos), y hasta que ella no hubiera vendido esa cantidad, nadie podría vender sal en Montalbán. Estas restricciones a Montalbán se fundamentan en que tiene sal propia en las salinas de Anna, localidad valenciana de la encomienda de Santiago, ya que la sal de Anna era de uso exclusivo de Montalbán desde 1.278 por orden de Pedro III.
Las salinas de Armillas continuarán dentro de la casa real aragonesa, hasta que a finales del siglo XIV fueron donadas por el infante Martín el Humano y su mujer María de Luna en 1383 a Francés de Aranda, por los servicios prestados.
Desde el momento de la reconquista de Armillas hasta la donación de las salinas a Francés de Aranda en 1383, no sabemos a quienes encargaron los reyes su gestión o administración, y desde dónde se realizó. En un principio parece ser que el rey, su propietario y beneficiario, encarga al señor de Segura esta tarea, pero dado que Segura no pertenecía a la Comunidad de Aldeas de Teruel y Armillas sí, y siendo que a mediados del siglo XIII Jaime I realiza los cambios antes aludidos en la gestión de los asuntos reales y de su patrimonio en la villa de Teruel y su Comunidad de Aldeas, parece probable que al menos con este rey, las salinas fueran de una forma u otra, responsabilidad última y en lo fundamental, del tenente de Teruel (en principio) o del baile real (después).